Lena
Luego de esa charla, Nate se fue a la clase de Defensa. Me quedé en mi habitación mirando por la ventana, observando cómo se alejaba.
Sentí una mezcla de decepción y tristeza que me inundaba por dentro. A pesar de que sabía que Nate tenía razón, que sus acciones con Ravenna ocurrieron antes de conocerme, no podía evitar que el vínculo intensificara mis emociones, amplificando cada sentimiento hasta hacerme dudar de todo.
La duda de si había pasado antes o no de conocerme, estaba clavado aún en mi como una duda que solo crecía y crecía, había escuchado en persona y de Ravenna, pero no había visto nada.
Me senté en el escritorio, buscando algo que pudiera despejar mi mente y alejar esos pensamientos torturadores. Saqué el libro Prohibido de los Arcanos de uno de los cajones.
A pesar de haber intentado leerlo varias veces, las páginas siempre aparecían en blanco. Supuse que necesitaba un hechizo específico o algún tipo de habilidad mágica para desbloquear su contenido.
Pasé mis dedos por la cubierta desgastada, sintiendo la textura del cuero antiguo bajo mis yemas. El libro emitía una energía sutil, una especie de vibración que parecía resonar con mi propia magia. Respiré hondo, tratando de concentrarme. Quizás hoy sería el día en que descubriría su secreto.
Cerré los ojos y dejé que mi mente se sintonizara con la energía del libro. Podía sentir el latido de mi magia fluyendo a través de mis venas, un zumbido cálido y constante. Visualicé mi energía envolviendo el libro, como si estuviera acariciando sus páginas con delicadeza.
Susurré un antiguo encantamiento que había aprendido de Seraphina, uno destinado a encontrar cosas perdidas, esperando que fuera suficiente para desvelar su misterio. Mientras recitaba las palabras, sentí una corriente de energía recorriendo mi cuerpo, una mezcla de anticipación y nerviosismo.
Abrí los ojos lentamente y miré las páginas del libro.
Nada.
La frustración se apoderó de mí, haciendo que un suspiro exasperado escapara de mis labios. Cerré el libro con un golpe seco, sintiendo el peso de la inutilidad aplastándome.
—¿Por qué La Fuerza me haría buscar este maldito libro si no puedo leerlo? —me pregunté en voz alta, dejando que la frustración impregnara mis palabras. El silencio de la habitación parecía burlarse de mí, acentuando mi impotencia.
Entonces, una voz susurró en mi mente, una voz suave y etérea que parecía surgir de lo más profundo de mi ser.
"No es el momento..."
—Nunca es el maldito momento —repliqué, sintiendo una mezcla de ira y desesperación.
Me dejé caer en la silla del escritorio, apoyando la cabeza en mis manos. Mi mente era un torbellino de pensamientos, cada uno luchando por imponerse al anterior. Las imágenes de Nate y Ravenna seguían revoloteando en mi mente, mezclándose con la frustración de no poder descifrar el libro.
La voz de uno de mis Arcanos, resonó una vez más, más firme esta vez.
"Paciencia, Lena. Todo a su debido tiempo."
Paciencia. Una palabra que sonaba fácil pero que, en la práctica, se sentía imposible. ¿Cómo podía ser paciente cuando todo a mi alrededor parecía estar desmoronándose? ¿Cómo podía esperar cuando el mundo seguía girando, llevando consigo secretos y verdades que aún no podía comprender?
Me levanté de la silla y caminé hacia la ventana, mirando el paisaje de la Academia.
Quizás tenían razón. Tal vez había cosas que aún no estaba lista para saber, lecciones que debía aprender antes de poder abrir completamente el libro de los Arcanos. Pero la paciencia no era mi fuerte, y la espera solo aumentaba mi ansiedad.
Inspiré profundamente, intentando calmar mi mente. Podía sentir el poder del libro llamándome, sus secretos burlándose de mí desde las páginas en blanco. Pero sabía que forzar las cosas no me llevaría a ninguna parte. Tenía que encontrar una manera de equilibrar mi deseo de saber con la paciencia que necesitaba.
Regresé al escritorio y acaricié la cubierta del libro una vez más, sintiendo su poder latente bajo mis dedos. Sabía que dentro de esas páginas en blanco se escondían secretos que podían cambiarlo todo. Suspiré profundamente y lo guardé nuevamente en su lugar, con la esperanza de que algún día, cuando fuera el momento adecuado, podría desvelar su contenido.
Me recosté en mi cama, tratando de despejar mi mente. Miré el techo, buscando alguna señal, alguna respuesta a las preguntas que me atormentaban. El cansancio de la semana empezaba a hacer mella en mi cuerpo y en mi mente, y mis párpados se sentían pesados.
Un sonido agudo que provenía de mi mochila rompió el silencio de la habitación, recordándome el regalo que me había dado Julián. Saqué el teléfono, la pantalla iluminándose con una notificación de mensaje. El ridículo nombre del grupo, "Los Arcaniamigos", me robó una sonrisa, aunque fuera breve.
"Nate vs Marco, imperdible", decía el mensaje enviado por Julián, acompañado de una foto de los dos luchando.
La imagen mostraba a Nate y Marco en plena acción, ambos concentrados, cada movimiento una danza de fuerza y estrategia. Pero el mensaje que seguía me hirvió la sangre.
"Obvio mi Nate ganará", había escrito Ravenna.
Sentí una oleada de celos y frustración recorrerme.
¿Mi Nate? Me acerqué a la ventana, observando la Academia a lo lejos. Sabía que tenía que confiar en Nate, que lo que había pasado con Ravenna era antes de conocerme. Pero esa posesividad en sus palabras me encendía.
No podía dejar que esto me afectara más.
Cerré los ojos, respirando profundamente.
Tenía que ser fuerte, tenía que ser racional.
Decidí contestar el mensaje de una manera que dejara claras mis intenciones y sentimientos.
"Vamos, chicos, sabemos que Nate tiene habilidades, pero Marco también es fuerte. ¡Que gane el mejor!" escribí, intentando mantener la neutralidad.
Pero mis dedos se detuvieron, y borré las palabras. No, no quería ser neutral. No en este caso. Volví a escribir, esta vez dejando salir un poco de la frustración.
"¡Vamos Nate, demuéstrales de qué está hecha mi pareja!" envié, sabiendo que todos entenderían el doble sentido detrás de esas palabras.
"¿Quién agregó a la bastarda al grupo?" se quejó Ravenna.
"Todos somos compañeros y vivimos en la misma casa," le respondió Elias con calma.
"No por mucho..." escribió ella, atacando nuevamente con veneno en sus palabras.
"No le hagas caso, Lena," escribió Julián rápidamente, intentando disipar la tensión.
"Sí, mejor prepárate para la fiesta de esta noche," añadió Seraphina con su característico optimismo.
Suspiré lentamente, sintiendo una mezcla de emociones. La hostilidad de Ravenna era como un puñal en el costado, pero las palabras de apoyo de Julián y Seraphina me reconfortaban. Decidí no responder a Ravenna, no valía la pena entrar en su juego.
En cambio, me enfoqué en la fiesta. No era exactamente mi idea de diversión, pero quizás sería una oportunidad para distraerme y fortalecer los lazos con los demás. No permitiría que Ravenna, ni nadie más, me hiciera sentir menos.
"Gracias, chicos. Nos vemos en la fiesta," escribí finalmente, enviando el mensaje antes de cerrar el teléfono.
Me levanté con una resolución firme, decidida a encontrar el atuendo perfecto para la fiesta. Con cada prenda que sacaba del armario, la sensación de frustración crecía. Necesitaba algo que hiciera una declaración, algo que mostrara mi confianza y seguridad en mí misma, pero nada parecía encajar con lo que tenía en mente.
El sonido de mi teléfono rompió el silencio, y al leer el mensaje entrante, una mezcla de emociones revoloteó en mi interior.
"Bueno, quedó demostrado que tu pareja está hecha de madera de la buena," respondió Nate por mensaje privado. Sus palabras me sacaron una risa, aliviando un poco la tensión que había estado sintiendo.
"Lamento haber escrito eso... Ravenna me sacó de quicio," le respondí, dejando que la honestidad fluyera entre nosotros.
"Yo no lo lamento para nada, princesa," escribió él.
"¿Realmente vamos a ir a esa fiesta?" preguntó, y no pude evitar sonreír ante la pregunta.
"Yo iré, no sé qué harás tú..." le dije, dejando una puerta abierta para su decisión.
"Estaré justo a tu lado, no importa dónde," fue su respuesta, y la ternura en esas palabras hizo que mi corazón se acelerara.
"Nos vemos allá," respondí finalmente, con una sonrisa dibujada en mi rostro.