Capítulo 37

1420 Words
Lena Mi corazón se detuvo mientras los observaba, sintiendo una mezcla abrumadora de ira, dolor y traición. Nate tenía a Ravenna contra la pared, el vestido de ella levantado hasta la cintura mientras que sus pantalones estaban en sus rodillas. Era obvio lo que estaba viendo, pero al parecer no era suficiente para Ravenna, quien aumentó sus gemidos mientras Nate se enterraba en ella una y otra vez. Nate levantó la mirada, girando la cabeza y nuestros ojos se encontraron, un destello de culpa y remordimiento pasó por los suyos antes de que apartara la mirada. Ravenna, por su parte, me miró con desafío, como si disfrutara de mi sufrimiento. Sin una palabra, di la vuelta y salí del baño, dejando atrás la visión de la traición que me había destrozado por dentro. Con el corazón hecho añicos, corrí de regreso con mi única amiga en este lugar y me refugié en el abrazo reconfortante de Seraphina, sintiendo su calidez envolverme mientras las lágrimas seguían brotando sin control. La mezcla de dolor, ira y confusión era abrumadora. —Toma ésto —me dijo dándome un trago que acepté sin cuestionar. Los rostros preocupados de Marco, Elias y Julián se acercaron, sus expresiones reflejaban una mezcla de empatía y preocupación. Sabía que no necesitaba palabras para expresarles lo que sentía; mi mirada, mis sollozos, lo decían todo. A pesar del dolor que me embargaba, Seraphina me tomó de la mano y me llevó de vuelta a la pista de baile. El pulso acelerado de la música se filtraba a través de mi piel, envolviéndome en una especie de trance embriagador. El ritmo frenético de la melodía resonaba en mi interior, agitando mi cuerpo y mi alma. No sé qué había en ese trago, pero después de unos minutos ya estaba bailando al ritmo de la música, dejándome llevar por la energía vibrante que fluía a mi alrededor. Cada movimiento era una liberación, una forma de escapar del dolor que me oprimía el pecho. Sentí la presencia del chico detrás de mí, sus manos explorando con descaro mi cuerpo mientras nos movíamos al ritmo frenético de la música. Con cada contacto, el calor de su cuerpo se filtraba a través de la tela, enviando oleadas de electricidad por mi piel. La intensa mirada de Nate me atrapó, enviando un escalofrío por mi espalda mientras bailaba con el desconocido. Mis movimientos seguían el compás de la música, pero mi atención estaba completamente concentrada en él, queriendo darle de su propia medicina. Nate se acercaba cada vez más, su mirada ardiente fija en la mía, desafiante y llena de deseo. Un nudo se formó en mi estómago, mientras la tensión entre nosotros crecía con cada paso que daba hacia nosotros. Sin pensarlo dos veces, tomé la mano del chico y lo arrastré hacia una puerta lateral que daba a un callejón oscuro. El aire fresco de la noche me golpeó el rostro mientras me apoyaba contra la pared, sintiendo el corazón latir con fuerza en mi pecho, mi mente perdida en la música que aún sonaba en mi cabeza. ¿Qué mierda tenía ese trago? El chico me atrajo hacia él con ansias, sus labios buscando mi cuello con urgencia mientras su aliento cálido rozaba mi piel. La oscuridad del callejón parecía envolvernos, creando un espacio íntimo y clandestino donde el deseo del chico ardía con intensidad. El calor del momento se vio abruptamente interrumpido por un frío repentino cuando el chico fue arrancado de mis brazos con violencia. Nate emergió de la oscuridad como una sombra vengadora, su ira desatada desbordándose en cada golpe que lanzaba hacia el chico. —¡Nate! —mi voz se elevó en un grito desesperado, pero era como si no me escuchara, consumido por una furia incontrolable. Me lancé hacia adelante, tratando de detenerlo, pero era como si estuviera luchando contra una fuerza imparable. Un golpe cálido y punzante impactó mi mejilla cuando intentaba interponerme, haciéndome retroceder en shock. Mi corazón se detuvo en el pecho cuando presencié la escena horrorosa frente a mí. Nate, envuelto en una tormenta de furia, arrancó la cabeza del chico con un movimiento brutal, el sonido sordo de la carne desgarrándose llenó el aire. Un grito desgarrador escapó de mis labios mientras caía hacia atrás, mirando con incredulidad y horror la escena macabra que se desarrollaba ante mis ojos. —¿Estás bien? —escuché la voz de Marco detrás de mí. La adrenalina aún bombeaba furiosa por mis venas cuando sentí la mano reconfortante de Marco en mi brazo, ofreciéndome apoyo para levantarme del suelo. Mis ojos seguían clavados en Nate, quien se mantenía en silencio, negándose a enfrentar mi mirada. —¿¡Viste lo que hizo este animal!? —mi voz estalló en un grito lleno de rabia, señalando hacia Nate, cuya figura permanecía inmóvil. —¿¡Es un puto monstruo!? —Cálmate Lena —dijo Elias acercándose a mí, tratando de apaciguar mi furia con palabras tranquilizadoras. Pero mis emociones estaban en ebullición, fuera de control. —¡Le acaban de arrancar la cabeza a alguien delante de mí y quieres que me calme! —exclamé con incredulidad, sintiendo cómo la ira me consumía. —Ravenna —la llamó Nate, el simple nombre de ella en sus labios me detuvo en seco, como si una corriente eléctrica hubiera recorrido mi cuerpo. Su presencia, envuelta en una aura de poder y malicia, me dejó sin aliento. Cuando vi el fuego danzando en su mano, lanzado con indiferencia hacia el cuerpo del chico, una oleada de horror me invadió. ¿Qué tipo de mundo era este, donde los actos de violencia y magia oscura eran tan comunes? —Nate te salvó —las palabras de Marco resonaron en mi mente, llenas de pesar y compasión. —¡Es un maldito enfermo homicida! —Mi voz seguía retumbando con furia, pero en ese momento, me di cuenta de que era la única que se encontraba en estado de frenesí. La intensidad en la mirada de Nate me dejó sin aliento, un frío recorrió mi espalda al captar la furia en sus ojos. Era como si un velo se hubiera levantado ante mí, revelando una faceta oscura y desconocida de él. —Eres tan ingenua... —sus palabras, cargadas de amargura, perforaron el aire entre nosotros, haciéndome callar de golpe. Nunca antes lo había visto tan enfadado conmigo. —¿¡Tienes el descaro de enojarte conmigo y mentir así después de que te vi con Ravenna en el baño!? —mi voz, aún llena de ira, se elevaba sin control, incapaz de contener mi rabia. La expresión de Nate cambió de sorpresa a confusión, dejándolo momentáneamente inmóvil. —¿Qué? —su voz, llena de incredulidad. —Upss —su tono, lleno de malicia, resonó en el aire cargado de tensión, dejando claro que había sido descubierta en algo. —¿Te refieres a esto? —su voz, cargada de cinismo, rompió el aire mientras las mismas imágenes que había presenciado en el baño se materializaban ante nuestros ojos. —¿Qué es esto? —pregunté sintiendo que el alma salía de mi cuerpo. —Es una de las tantas habilidades de su Arcano, —susurró Julián a mi lado. —puede crear ilusiones tan reales y meterlas en tu mente. El peso abrumador de la verdad golpeó mi mente como un mazo, dejándome aturdida y sin aliento. La confesión de Julián a mi lado solo intensificó la sensación de desorientación, la realidad y la ficción entrelazadas en un torbellino de engaño y manipulación. —¿Entonces... en realidad no pasó? —mi voz, apenas un susurro, se perdió en el tumulto de emociones que se arremolinaban en mi interior, anhelando una respuesta que me devolviera la cordura. La sonrisa retorcida en los labios de Ravenna confirmó mis temores, una mueca de triunfo que destilaba malicia y astucia. —No —sus palabras, cargadas de arrogancia, resonaron en el aire tenso que nos rodeaba, mientras Nate avanzaba hacia ella con la determinación grabada en su rostro. Sin embargo, su avance fue detenido por un muro de fuego que Ravenna erigió a su alrededor con un gesto despectivo. —No sean aguafiestas, gracias a eso... y a nuestra querida bastarda, encontramos al demonio que buscábamos. La promesa de venganza en los ojos de Nate se volvió un juramento ardiente, una amenaza que pendía en el aire cargado de electricidad y peligro. —Vienen más... —susurró Seraphina a mi lado.
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