Capítulo 46

1453 Words
Lena Después de ese inicio de día, del que no quería salir, pero Nate insistió en ir a clases, estábamos sentados juntos en la clase de Alquimia Avanzada. La profesora Cresswell estaba hablando sobre diferentes hechizos dentro del combate. La luz matinal se filtraba por las ventanas altas, proyectando patrones dorados y sombras en los viejos pupitres de madera. A mi lado, sentía la presencia de Nate, cálida y protectora, su energía envolviéndome de una manera que era a la vez tranquilizadora y emocionante. Cada vez que nuestras manos se rozaban bajo la mesa, un ligero escalofrío recorría mi piel, llevando mi mente nuevamente a la mañana en mi habitación. La profesora Cresswell, una mujer imponente con ojos penetrantes y cabello claro recogido en un moño despreocupado, se movía con autoridad frente a la clase, cuando notó que no estaba del todo en el presente. Dejó caer un libro pesado sobre su escritorio, sacándome de mi ensoñación, llamándome la atención con una mirada inquisitiva. Continuó hablando, sus palabras eran precisas y su tono, inquebrantable. Hablaba sobre la importancia de los hechizos defensivos y ofensivos en el combate, su voz resonando en la sala silenciosa. —Recuerden, —dijo, su mirada fija en nosotros, —en el campo de batalla, cada segundo cuenta. La precisión y la rapidez pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte. Las palabras de la profesora resonaron en mi mente, recordándome las recientes experiencias que había vivido. Los demonios, las batallas, el descubrimiento de mis propios poderes, el cetro escondido en mi armario... todo parecía converger en ese momento. Sentí un nudo formarse en mi estómago, una mezcla de anticipación y nerviosismo. Sabía que tenía mucho que aprender y dominar si quería estar a la altura de las expectativas. Nate, notando mi tensión, apretó suavemente mi mano bajo la mesa. Me volví para mirarlo y encontré sus ojos, llenos de amor y apoyo. Su confianza en mí era inquebrantable, y eso me daba fuerza. Una pequeña sonrisa se formó en mis labios, agradecida por su presencia. —Hoy, trabajaremos en la creación y fusión de escudos mágicos —anunció la profesora Cresswell. —Es crucial que aprendan a combinar sus energías para formar una defensa sólida. Nate y yo nos levantamos y nos dirigimos a un rincón del aula, encontrando un espacio libre donde pudiéramos practicar sin interrupciones. Sentí la electricidad en el aire, la anticipación de lo que estábamos a punto de intentar. Nos colocamos uno frente al otro, nuestras manos entrelazadas mientras comenzábamos a canalizar nuestra magia. Cerré los ojos y me concentré en la sensación de su energía fluyendo hacia mí, su calor envolviéndome como una manta protectora. Podía sentir mi propia magia respondiendo, mezclándose con la suya. Una luz brillante comenzó a formarse entre nosotros, expandiéndose y tomando forma. —Muy bien, mantengan la concentración —indicó la profesora Cresswell, observándonos atentamente. De repente, un murmullo y unas risitas atrajeron mi atención. Abrí los ojos y vi a Ravenna, susurrando algo a otra chica mientras ambas me miraban y se reían. La furia burbujeó en mi interior, pero mantuve mi exterior calmado. Decidí que no iba a dejar que sus provocaciones me afectaran. La voz La Muerte resonó en mi mente. "Ahí tienes tu oportunidad," dijo sombriamente, y pude sentir la sonrisa malévola en su tono, una sonrisa que casi podía ver en mi mente. Con un movimiento rápido y preciso, dirigí una pequeña porción de mi energía hacia Ravenna. "Sic fiat ut voluntas mea, cadat capillus." Murmuré las palabras en voz baja, asegurándome de que solo ella sintiera el efecto. No pasó mucho tiempo antes de que notara el cambio. Ravenna, sin darse cuenta de lo que había hecho, pasó los dedos por su cabello. De repente, mechones de cabello comenzaron a caerse, deslizándose por sus dedos y cayendo al suelo. La sonrisa burlona desapareció de su rostro, reemplazada por una expresión de horror. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y trató de atrapar los mechones de cabello en vano. —¡¿Qué está pasando?! —gritó, su voz temblando. Contuve una sonrisa, manteniendo mi rostro sereno. Miré a Nate, quien me observaba con una mezcla de diversión y curiosidad. Su sonrisa era apenas perceptible, pero sus ojos brillaban con aprobación. Sentí una oleada de satisfacción y fuerza. Quería demostrar que no dejaría que nadie me intimidara, y el hecho de que Nate lo reconociera solo añadía a mi satisfacción. Ravenna, todavía en estado de shock, trataba de ocultar los mechones de cabello que seguían cayendo, pero era inútil. La profesora Cresswell se acercó a ella, con una mezcla de sorpresa y desaprobación en su rostro. —Concéntrense en sus propios hechizos —advirtió, su mirada severa recorriendo la clase. —Cualquier distracción puede ser peligrosa. Junte eso y vaya a enfermería. Volví a centrarme en Nate, quien me miraba con una mezcla de respeto y diversión. Su sonrisa era ahora más evidente, y sus ojos brillaban con admiración. —Impresionante —murmuró Nate acercando su rostro al mío, su voz cargada de diversión. —Gracias —le respondí, permitiendo que una pequeña sonrisa apareciera en mis labios antes de robarle un beso rápido. El resto de la clase transcurrió sin incidentes, y terminamos nuestra práctica. Nate y yo habíamos logrado crear un escudo sólido, nuestra energía combinada formando una barrera casi impenetrable. —Para la próxima parte de la clase, quiero que practiquen los hechizos que acabamos de discutir. Los escudos tienen que manifestarse de forma natural, tiene que ser su primer instinto al encontrarse en una situación complicada —dijo la profesora Cresswell, dando por finalizada la clase. Cuando la clase terminó, nos dirigimos hacia la puerta, listos para ir a la cafetería. Hacía mucho que no iba allí, y la idea de enfrentarme a mis compañeros de casa después de lo que había pasado el fin de semana formó un nudo en mi estómago. Nate, comprendiendo, me apretó la mano con cariño. —No tenemos que ir allí —dijo, su voz suave y tranquilizadora. —Está bien, si te perdoné a ti... —le respondí, intentando sonreír, pero sabiendo que mi esfuerzo apenas lograba ocultar el nerviosismo que sentía. A medida que nos acercábamos a la cafetería, el bullicio de los demás estudiantes se hizo más fuerte, y mi ansiedad aumentó. Al cruzar la puerta de la cafetería, todas las miradas se dirigieron hacia nosotros. Sentí como si un peso invisible se cayera sobre mí, pero me obligué a mantener la cabeza en alto. Nate, siempre atento, se mantuvo cerca de mí, su presencia era un ancla en medio de la tormenta. Nos dirigimos hacia la mesa donde estaban sentados mis compañeros de casa. Mi corazón latía con fuerza, pero sabía que esto era necesario. No podía seguir evitándolos si quería avanzar. Al acercarnos, Marco levantó la mirada y nos hizo un gesto para que nos uniéramos a ellos. Tomé una respiración profunda y me senté, Nate a mi lado. —Chicos, quiero disculparme por mi comportamiento del fin de semana —dije, mi voz temblando un poco. —Estaba asustada y confundida, y reaccioné de una manera que no fue justa para ustedes. Marco asintió, sus ojos mostrando comprensión. —Te entendemos, Lena. No fue un fin de semana fácil para nadie —dijo, su tono calmado. Seraphina se levantó de su asiento y me abrazó con fuerza, sus brazos envolviéndome con una calidez que me hizo sentir aceptada. —Lo importante es que estás aquí con nosotros ahora —dijo, soltándome con una sonrisa. Elías, que siempre tenía una sonrisa lista, me miró con amabilidad. —Todos cometemos errores, Lena. Lo importante es aprender de ellos —dijo, su voz suave. Y Julián, que nunca perdía la oportunidad de hacer una broma, se inclinó hacia adelante con una sonrisa traviesa. —Sí, y además, siempre es emocionante tener algo de drama en la casa, ¿verdad? —dijo, guiñándome un ojo. Ravenna, estaba sentada al otro lado de la mesa con una gorra en la cabeza, bufó y cruzó los brazos, claramente todavía molesta. Pero decidí no dejar que su actitud me afectara. Había venido aquí para disculparme y fortalecer los lazos con mis compañeros, y eso era lo que importaba. —Gracias a todos por entender —dije, sintiéndome un poco más ligera. —Prometo que trabajaré en ser una mejor compañera de casa y amiga. La comida llegó y comenzamos a comer en silencio. A medida que el tiempo pasaba, noté que la atención de los demás comenzaba a desvanecerse, y la cafetería volvía a su bullicio normal. Me permití respirar un poco más tranquila, sintiendo que había dado un pequeño paso hacia adelante.

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