Lena
No entendía nada.
Sentí un muro invisible a mi alrededor antes de que Nate me dejara a un lado y se sumara a la pelea contra esas criaturas horripilantes. Mi corazón latía desbocado mientras observaba la escena; todos peleaban con una destreza y coordinación que solo podía venir de tiempo de práctica... juntos. No necesitaban palabras, se movían en perfecta sincronía, como un solo ser enfrentando el caos.
Un grito escapó de mis labios cuando uno de esos demonios golpeó el muro que me protegía. La fuerza del impacto hizo que el aire a mi alrededor vibrara, llenándome de terror. Vi a Nate girarse para mirarme, sus ojos llenos de preocupación. Pero esa breve distracción fue suficiente para que el demonio con el que luchaba aprovechara la oportunidad.
La criatura, con su forma grotesca y ojos llenos de odio, se lanzó sobre Nate, sus garras listas para destrozarlo. Sentí como si el tiempo se ralentizara. El terror se mezcló con la impotencia, una sensación abrumadora de que no podía hacer nada para ayudarlo.
Nate recibió el golpe del demonio, sus garras dejando heridas profundas en su carne. Vi la sangre manar y el dolor en su rostro. Cayó al suelo, y el escudo que me protegía desapareció en un instante. La desesperación me inundó al ver a Nate en ese estado, herido y vulnerable.
—¡Nate! —grité, mi voz llena de pánico.
Una figura brillante apareció a mi lado, su luz era tan intensa que por un momento pensé que todo a mi alrededor se desvanecía. Me quedé inmóvil, mis ojos llenos de pánico, sin poder apartar la vista de ella.
"La puta Muerte," pensé, sintiendo el terror recorrer mi cuerpo. La figura se giró hacia mí como si hubiera escuchado mis pensamientos, sus ojos vacíos clavándose en los míos.
"¡Oye! No seas tan grosera conmigo, he venido a ayudar... Y claro que te escucho, tonta," dijo, su voz resonando en mi mente como un eco lejano pero claro.
Mi corazón latía con fuerza mientras intentaba procesar lo que estaba ocurriendo.
Esta entidad, esta figura brillante, parecía más tangible y real con cada segundo que pasaba. Y peor aún, podía escuchar mis pensamientos.
"Maldita la hora que me convencieron de vincularme con esta," maldijo por lo bajo, su voz cargada de frustración.
"¡Ey! Que yo también te escucho," le respondí en voz alta, sintiéndome confundida y ofendida por su comentario. No podía entender cómo, en medio de todo este caos, estaba manteniendo una conversación así con un Arcano.
"Escucha, Lena," dijo, su tono cambiando a uno más serio. "Estoy aquí para ayudarte, no para pelear contigo. La situación es peligrosa y necesitas aprender a manejar tu poder."
"¿Manejar mi poder?" repetí, incrédula. "Ni siquiera sé qué es lo que soy capaz de hacer."
La figura suspiró, o al menos eso pareció, ya que no había un sonido real.
"Necesitas aprender a controlar estas habilidades, o podrías hacer daño a aquellos que amas, incluso sin quererlo."
"Estoy lista," dije con firmeza. "Enseñame a controlar mi poder."
"Esto va a doler," lo escuché decir con una sonrisa sardónica. Antes de que pudiera protestar o siquiera reaccionar, el Arcano se lanzó sobre mí, cada molécula de su esencia filtrándose en mi cuerpo con una intensidad abrumadora.
Sentí la agonía de la conexión, un dolor indescriptible, como si La Muerte estuviera arrancando cada gramo de energía de mí. El sufrimiento era tan profundo que me robó el aliento y nubló mis sentidos. Quería gritar, pero ni siquiera podía encontrar mi voz en medio de aquel tormento.
"Protege a los que quieres," repitió la voz una y otra vez en mi mente, como un mantra insistente y urgente. La frase resonaba con fuerza, dándome un propósito en medio del caos y el dolor.
Cerré los ojos, enfocándome en el mantra.
Visualicé un escudo protector, algo que pudiera mantener a raya a los demonios sin lastimar a los demás. Sentí cómo la energía respondía a mi voluntad, formándose alrededor de mis amigos como una barrera luminosa.
"Bien hecho, Lena," dijo la voz del Arcano, su tono ahora más cálido y aprobador. "Pero esto es solo el comienzo. Tu verdadero poder está aún por descubrirse."
Todo duró solo unos segundos, pero parecieron una eternidad. Justo cuando pensé que no podía soportarlo más, la oscuridad se rompió y exploté en una luz brillante y cegadora, un resplandor que parecía emanar desde lo más profundo de mi ser.
La luz aniquiló a los demonios, sus cuerpos volviéndose polvo a nuestro alrededor. El resplandor se desvaneció lentamente, dejando un silencio inquietante en el aire.
"Bien hecho, Lena," repitió La Muerte, su voz resonando lejana y etérea. Me giré para mirar a Nate, quien estaba tirado en el suelo, su mirada fija en mí con una mezcla de asombro y alivio.
"Lamento haberte juzgado," le dije, sintiendo la culpa en cada palabra.
"No soy tan malo como me hacen ver los simples mortales," respondió, una sonrisa traviesa curvando sus labios. "Disculpa aceptada."
Antes de que pudiera decir algo más, todo se volvió n***o a mi alrededor. Sentí que me desvanecía, como si estuviera cayendo en un pozo sin fondo. La realidad se disolvió, y una dulce melodía me envolvió mientras la oscuridad me tragaba por completo.
Oscuridad.
Todo lo que veía y sentía era la oscuridad envolviéndome, un vacío sin fin que parecía tirarme hacia sus profundidades. Pero entonces, en medio de la negrura, empezaron a aparecer destellos de luz, imágenes que se formaban y disolvían rápidamente, como escenas de un sueño confuso.
Primero, vi a una mujer embarazada, su rostro marcado por el miedo y la desesperación. Corría por un sendero oscuro, sus pasos rápidos y descoordinados, mientras sostenía su vientre con ambas manos, protegiendo la vida que llevaba dentro. Su mirada era una mezcla de amor y terror, sus ojos buscaban desesperadamente una salida, una salvación. Pude sentir su angustia, la desesperación de saber que algo terrible la perseguía.
La escena cambió bruscamente, mostrando rostros borrosos de cuatro personas: dos hombres y dos mujeres, sus figuras envueltas en sombras. Sus bocas se movían, pero las palabras se mezclaban con un ruido interferente, haciéndome difícil entender lo que decían. Hablaban de un ritual, sus voces llenas de urgencia y miedo. El caos en sus palabras aumentaba mi propia ansiedad, tratando de captar algo, cualquier cosa que tuviera sentido.
De repente, vi artefactos arcanos dispersos en una mesa. La imagen se centró en un cetro de oro, un palo largo y majestuoso, casi de mi estatura. La parte superior era redonda, adornada con símbolos y runas antiguas que brillaban con una luz tenue. En el centro, una gema resplandeciente parecía llamarme, emitiendo un calor suave que sentía incluso en esta visión.
La imagen se desvaneció lentamente, dejándome con una sensación de vacío y confusión.
Otra imagen apareció.
Me vi a mí misma, junto a Nate y Ravenna, todos arrodillados y derrotados. La desesperación y el agotamiento eran visibles en nuestros rostros. Nos rodeaban varias figuras, sus caras ocultas en sombras, pero sus intenciones claras y amenazantes.
Vi a Ravenna caer primero, sus ojos muertos fijos en mí, el brillo de la vida desapareciendo lentamente.
Un dolor atravesó mi corazón como un cuchillo en el momento que un grito de horror resonó en este espacio perdido del mundo.
Miré rápidamente a Nate, que gritaba desesperado, su voz llena de un sufrimiento que nunca había oído antes mientras sus ojos no se apartaban de mí. La impotencia y el terror eran abrumadores, y en ese instante, sentí que todo se desmoronaba a nuestro alrededor.
Abrí los ojos, encontrándome en un lugar que no reconocía. Estaba acostada en una cama desconocida, con paredes de piedra alrededor y una luz tenue que iluminaba el cuarto. La habitación tenía un aire antiguo, con muebles de madera oscura y cortinas pesadas que bloqueaban la luz del exterior.
Miré a mi alrededor, tratando de entender dónde estaba y qué había sucedido. La confusión y el miedo seguían presentes, pero una determinación empezó a formarse en mi interior.
De repente, la puerta se abrió, y una figura familiar entró en la habitación.