Capítulo 2:
Olivia Fields:
La semana pasa muy rápido, hasta que me percaté de que era viernes lo que me dejaba dos largos días de descanso. No tuve otro enfrentamiento con el Sr. Harem, quizás sea porque lo he estado evitando o solo me centro en hablar con él temas específicamente del trabajo, como tendría que ser. Tampoco preguntó sobre Daniel, y a Zaid lo he visto muy poco por aquí últimamente.
Llegue temprano hoy, el café ya estaba servido en su escritorio y todo lucia impecable. Salí de ahí directo hacia mi puesto, él estaba bajando del ascensor siempre tan guapo con un traje n***o su corbata roja y blanca, además de su característico ceño fruncido, esto significaba una palabra para mí, "problemas".
—Srita. Fields —me llamó, levantando la vista de unos papeles que traía en la mano.
—Buenos días —saludé cortésmente.
—No lo son, dígame que usted cancelo la cita con los gerentes del sushi bar.
Oh Dios, él lo dijo el miércoles pero ese día mi madre tendría su primera consulta con el doctor privado así que lo olvide, va a matarme.
—Lo siento —fue lo único que se me ocurrió decir, estaba molesto se notaba a kilómetros.
—Pues no queda de otra, paso por usted mañana a las ocho.
—¿Qué?—. No entendía nada— ¿Qué haremos mañana a las ocho?— pregunté, recobrando la compostura.
—Irá conmigo a la cita con los japoneses —dijo como si fuese obvio, comenzó a caminar a su oficina pero se detuvo en la puerta —Y querida, no tienes tanta suerte.
Una palabra, seis letras >.
Me dejo con la palabra en la boca, estaba sumamente molesta, no lo soporto ni ahora ni nunca, se me hará imposible trabajar con alguien así. Mientras mi cabeza formulaba mil palabrotas para insultarlo, llego una compañía que no note.
—Olivia, ¿Sucede algo?
Zaid se encontraba frente a mi sacándome de mis pensamientos, por lo menos no son iguales, gracias a Dios.
—Nadir, que es... —me detuve, él era su hermano no podía hablar mal de mi jefe frente a él, avergonzada tape mi boca con las dos manos sintiendo como un leve rubor adornaba mis mejillas.
—Un imbécil —completó el rubio —No te preocupes, no eres la única que lo piensa —dijo guiñándome un ojo.
—Disculpa, estaba muy molesta.
—¿Sabes que usas mucho esa palabra?
—¿Qué palabra?
—Disculpa —dijo sonriendo.
—Disculpa—. Sentí que su sonrisa ilumino todo el lugar de lo grande que era, hasta podía perderme en ella por lo hermosa y natural.
—Ves, te lo dije.
—Disculpa —le volví a decir notando que en este momento la he dicho unas diez mil veces, me sonroje aún más.
—Entraré a ver a mi hermano —informó.
—Sr. Harem —hablé por el teléfono que conectaba nuestras oficinas —Su hermano quiere hablar con usted —le anuncié.
—Hazlo pasar —fue su única respuesta, me decepcioné un poco pero no podía esperar otra cosa.
No hizo falta decirle nada a Zaid, después de escuchar eso camino a la oficina de Nadir. Al medio día iría a almorzar con Débora a unas cuadras del edificio en un restaurant nuevo que abrieron, mi auto estaba en el taller debido a que mi jefe había traído un remolque la mañana siguiente después del incidente entre nosotros, y lo había mandado a reparar. Le expresé que no podía quedar sin auto tanto tiempo así que concordamos en que utilizaría uno de la empresa para mi uso personal mientras tanto.
Mamá piensa que Nadir puede estar interesado en mí por todos los atrevimientos que se toma a la hora de solucionar algo que tenga que ver conmigo pero no sabe cuán equivocada está, a la hora de tratarme lo hace como si yo fuese la peor persona del mundo. Aunque también pienso en que más vale un gesto que mil palabras, esto hace que mi imaginación se extienda hasta verme en una casa con diez hijos, perros, gatos y mi esposo el Sr. Harem. Volviendo a la realidad creo que se esconde detrás de una máscara para que no conozca lo que de verdad siente, haciéndolo una persona misteriosa y atrayente.
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—Olivia, tengo una hora tratando de hablar contigo —dice Zaid un poco frustrado.
—Disculpa —digo avergonzada —¿Se te ofrecía algo?
—Sí, que me acompañes esta noche a una cena con mi familia.
—Estás loco—. No lo iba a acompañar a ningún lado, menos con su familia.
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—Es solo un favor, te deberé una —pidió casi rogando, eso sonaba tentador, además no quería que se molestara conmigo.
—Está bien, Zaid —dije rendida.
—Eres lo máximo, ¿Sabias?—. Dejó un beso en mi mejilla mientras corría a alcanzar el ascensor que estaba por cerrar—. Paso por ti a las siete— gritó.
Organizando en mi mente los pro y los contra, el lado bueno sería conseguir un ascenso si le caigo bien al dueño de la empresa el viejo Harem, pero por otro lado que sería el malo, tendré que soportar a Nadir toda una noche.
~*~
—Hija, no puede ser tan malo —alienta mi madre después de contarle sobre la invitación del rubio.
—Sí que lo puede.
Estábamos sentadas en una mesa pegada al ventanal de la entrada, desde aquí teníamos una amplia vista de todas las personas que se encontraban en el local, la comida no era sumamente exquisita pero si tenía un buen sabor. Débora comía un plato de pasta a la carbonara acompañada de un jugo de naranja, mientras que yo me decidí por una ensalada cesar con jugo de limón. Hace más de una hora que habíamos llegado, el mesonero que nos atendió era muy molesto y no dejaba de coquetearme, le calculaba unos veinte años aparte de unas hormonas alborotadas.
—Demuéstrale que nada de lo que haga o diga te molesta —continua mi madre.
—Ese es el problema, si lo hace.
El sonido de la puerta hizo que desviara la mirada hacia allá y anhelé no haberlo hecho. Nadir entraba agarrado de manos de una chica probablemente de mi edad, su cabello era castaño, cuerpo delgado, tez bronceada, usaba una camisa turquesa con una falda larga blanca y zapatos de tacón, me costaba visualizar su cara, sin embargo una cosa logró captar mi atención, a lo largo de su muslo se vislumbraba una cicatriz.
—¿Clarisa?—. La llamé, se giró intentando reconocerme hasta que por fin lo hizo.
—¿Olivia? ¿Sra. Fields? —dijo acercándose a nosotras, nos dio un abrazo a cada una y pude ver como sus ojos se nublaban por las lágrimas.
En el accidente solo murió Daniel y el otro conductor, Clarisa la exnovia de mi hermano se salvó por llevar puesto el cinturón de seguridad, claramente también sufrió muchos daños, estuvo internada en la clínica cuatro meses, por eso su cicatriz se me hizo tan conocida, había estado con ella todo el proceso de recuperación, también tuvo que ir a varias citas con psicólogos para poder superar el trauma del accidente, fue duro para ella entender que mi hermano ya no estaría pero me alegraba que estuviese bien aunque mi mayor duda era que hacía con Nadir.
—Que gusto me da verte querida —le habló mi madre acunándola en sus brazos, ambas estaban muy felices —¿Hace cuánto volviste? —preguntó. Clarisa se había ido un tiempo con la familia de su padre, que residía en Italia.
—Llegue hace dos semanas—. Una voz interrumpió nuestra tan animada charla, la tensión se podía sentir en el aire.
—Cariño, disculpa pero debemos comer.
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—En unos minutos tengo que volver a la oficina—. Sus ojos se encontraron con los míos y yo solo deseaba que me tragara la tierra.
—Si amor, en un segundo —le dijo Clarisa sonriente —Te quiero presentar a la Sra. Débora y a Olivia.
Muero en 3 >> > >.
—Él es Nadir Harem, mi prometido.
Morí >>.
Mamá intercambia la mirada entre él y yo, sé que no puede haber nada peor en este instante, desconocía desde cuándo ellos estaban saliendo, tengo tantas dudas rondando mi cabeza y sé que Débora tiene más pero hay que salvar este incomodo momento como sea.
—Nos conocemos —digo confiada, ella se ve sorprendida —Soy muy amiga de Zaid, su hermano.
Ahora el sorprendido parece él, mamá está aguantando las ganas de reír, ella sabe que todo esto es una grande y vil mentira.
—Qué bien, seremos cuñadas otra vez.
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Ella me abraza absorta de todo lo que sucede a su alrededor pero puedo ver la mirada de confusión por parte del castaño.
—¿Nos veremos en la cena de mas tarde? —me pregunta.
—Seguro —respondo, nos despedimos y ellos retoman su ruta lejos de nosotras.
—Esto fue muy divertido, vamos a salir a comer juntas seguido—. La observo incrédula, ya no tengo hambre así que alejo el plato de mí y pido la cuenta.
Una vez en el trabajo deseo, más bien ansió que llegue la hora de salida rápido, mis esperanzas de no encontrarme con Nadir se hacen más grandes cuando reviso su agenda consiguiendo que tiene la tarde abarrotada de reuniones. Salgo corriendo cuando dan las cinco menos treinta, Zaid pasara por mí a las siete y aun no sé qué me voy a poner, tengo varias opciones en mente.
Reviso mi closet una cincuenta veces antes de rendirme, hace mucho tiempo que no salgo de noche, por el hecho de que tengo que cuidar de mamá, mis amigos de la universidad fueron muy pocos para no decir inexistentes y además nunca pensé que necesitaría algo de eso, hasta ahora.
Débora me observa desde el umbral de la puerta, sé que se siente culpable de esto, intento evitar su dolor sonriendo y ella se acerca a mí.
—¿No has encontrado nada aún? —Pregunta, niego con la cabeza haciéndola sonreír —Espera aquí, tengo algo para ti.
Mamá aparece con un vestido n***o ceñido al cuerpo, escote en la espalda, liso y con forma de corazón en la parte delantera.
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—¿De dónde sacaste eso?
—Cenicienta no es la única que tiene un hada madrina —dice dándome un beso en la frente. Débora sale con una sonrisa en los labios, dejándome atónita.
Me toma una hora terminar de arreglarme, veo mi reflejo en el espejo mientras mi madre se acerca, llevo unos zapatos de tacón plateados, el maquillaje lo más natural y mi cabello rubio suelto.
—Te ves hermosa.
—Gracias mamá.
Dejo un beso en su mejilla, escucho sonar mi teléfono en el bolso avisando la llegada de Zaid. Me despido de ella y bajo encontrándome a un rubio despeinado con un traje azul marino además de una imponente sonrisa, ni hablar de su personalidad.
—¡Estas increíble! —dice escaneándome, no me incomoda que lo haga cosa que es bastante rara en mí.
Toma mi mano ayudándome a subir al auto y en el camino solo se enfoca en hacerme reír con sus bromas tontas, puedo notar como es más relajado que Nadir, me gusta su compañía. Al pensar en el mayor de los hermanos una descarga eléctrica recorre mi cuerpo, quisiera preguntarle de Clarisa y Nadir más me arrepiento pues no es el mejor momento, menos si nos encontraremos con ellos en unos minutos.
El edificio nos da la bienvenida, se puede leer "Hotel Delior" en la entrada, es elegante además de sofisticado. Zaid me da la mano guiándome hasta una mesa donde se encuentran dos señores de mayor edad que supongo son los padres de los Harem, a su lado una jovencita de unos dieciséis años y para finalizar las dos personas que no esperaba ver tan pronto, mi jefe y su prometida.
—Buenas noches—. Saluda Zaid a todos haciendo que poseen su atención en nosotros— Ella es Olivia—. Me presenta, le doy la mano a cada uno con pena— Ellos son mi madre Florián, mi padre Vahar, mi hermanita Aida, ya conoces a mi hermano y ella es su prometida.
—Un placer a todos —digo educadamente.
Nos sentamos juntos frente a los comprometidos, la noche se basa en preguntas para mí que en su momento llegaron a incomodarme pero hasta ahora han fluido bien, ellos son amables y nada prejuiciosos, son personas simples y sencillas, estoy encantada con ambos. Durante la conversación Clarisa se entera que soy la secretaria de su prometido pero no lo toma nada mal. El tiempo pasa rápido, nos damos cuenta que es media noche y debemos volver a casa, me hacen prometer que iré alguna vez a visitarlos en su mansión, propuesta que me deja muy tranquila al saber que les he caído bien. Zaid debe llevarme a casa para irse a la suya pero mis planes son desechos por una persona.
—Hermano, la mansión está cerca del departamento de Clarisa —dice Nadir llamando nuestra atención —¿Por qué no la llevas? Yo dejare a Olivia en su casa.
—No tengo problema —responde el rubio —¿Te molestaría Olivia?
Tres pares de ojos están fijos en mí, bloqueándome la mente por un momento, olvidando hasta como respirar, niego con la cabeza incapaz de pronunciar alguna palabra y veo como todos se despiden entendiendo que para ellos no fue para tanto.
Nadir abre la puerta para que yo pueda subir, me parece que es el primer gesto amable en toda la noche de él hacia mí, se sienta del lado del piloto y el auto se hunde un poco debido a su peso, es decir no tiene sobrepeso pero se nota que hace bastante ejercicio, debe pesar una tonelada, aunque suene exagerado. En su boca se curvea una sonrisa que intenta pasar desapercibida, pienso cuantas veces lo he visto sonreír y llego a la conclusión de que esta es la primera, mis mejillas se encienden cuando entiendo de que se ríe, me descubrió viéndole más tiempo del que debería y no solo sus brazos, sino también la cara, mandíbula, nariz, ojos, todo.
—Te gusta lo que ves —afirma.
—He visto cosas mejores —digo, apartando mi vista hacia la ventana, es mentira pero alguien tiene que bajarle los humos.
—¿Cómo quién? —Pregunta un tanto a la defensiva —¿Zaid?
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—Sí, Zaid se ve mejor que tú.
Respondo en automático, estoy enfadada y sé que habla mi orgullo de mujer, que él se ha encargado de pisotear tantas veces y tenía la necesidad de vengarme.
El camino se vuelve tenso, aparca el auto en el estacionamiento de mi edificio, le agradezco mientras me bajo cerrando la puerta y sin esperar que entre, sale de ahí como alma que lleva el viento, los cauchos rechinan en la carretera hasta perderse de mi vista.
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—Mamá, llegue —informo, entrando en el apartamento. Me recibe el silencio y asumo que Débora está dormida.
Me voy directamente a la cama una vez envuelta en mi pijama, le doy vueltas en mi mente a la extraña actitud de Nadir, es increíble cómo puede pasar de ser todo un caballero a un total idiota en menos de treinta segundos, un nuevo record. Debería inscribirse en los records mundiales quizás gane un premio. Por otro lado Zaid es tan lindo, autentico, chistoso que no entiendo como ese cavernícola puede ser hermano de una persona tan genial como lo es el rubio, lo más ilógico de todo es que el que me trae de cabeza es mi jefe, siento que esa fachada de malo es para proteger el gran corazón que tiene y me duermo pensando en él.