Capítulo 5:
Campos de Olivia:
Me tomó dos segundos darme cuenta de mi error, hablar después con él sin era opción. Su cara me demostró sentimientos que antes no había notado, era muy difícil de leer cuando se lo proponía.
- ¡NADIR! —Grité, mientras corría para alcanzarlo.
No estoy corriendo desnuda si es lo que piensan, me puse lo primero que encontré para ir detrás de mi jefe, cosa que también dije que no haría. En mi defensa, cuando se trata del Sr. Cascarrabias no sé cómo actuar.
- Detente, por favor —imploré casi sin aliento, sabía que algo se me había olvidado.
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El Sr. Harén me estudio de la cabeza a los pies, poniéndome más nervioso de lo que estaba, haciéndome sentir expuesta ante él, realmente siempre me siento así cuando está cerca. Me fijo en su cara, la cual no demuestra nada.
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Tantas preguntas invaden mi cabeza pero solo estoy como una tonta parada a mitad de la carretera a altas horas de la noche esperando que este hombre que me vuelve a ubicar, me diga algo.
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- ¿No podías ponerte por lo menos ropa tuya? —Preguntó asqueado.
Hasta ahora no había notado que tuvimos puesta la camisa de Dorian, merezco una cachetada mental.
- Vuelve con tu amante —susurró bruscamente.
- Él no es mi amante —intento explicale, pero me interrumpe.
—Vengo repasando una disculpa desde que salí de la empresa, pero no la necesitas —escupió rencoroso —Sales con todos, eres una cualquiera siempre lo sospeché.
Sentí mi mano impactar en su mejilla, fue un impulso, juro que no lo planeé pero de igual manera él no tenía derecho a llamarme de esa forma. Quería huir de ahí, encerrarme a llorar pero no le daría el gusto. Nadir no se disculpó, subió su mano a su mejilla roja por la cachetada, se dio media vuelta y me dejo sola con la dignidad en el piso.
Lloré, sí lloré como una niña pequeña por unos quince minutos aproximadamente. Luego me sentí más tonta que antes, necesitaba dormir eran demasiadas emociones para un solo día, así que subí al departamento. Dorian yacía dormido en el mueble, tomé un poco de agua y sentía un nudo en la garganta, fui a mi habitación para acostarme, estaba física y mentalmente agotada. Revisé la hora en el reloj donde marcaban las tres de la mañana, me pregunté muchas veces el motivo de su visita a esa hora, escuché a mamá entrando al departamento así pude dormir un poco más tranquila.
—Buenos días —saludó Débora, con su pijama aun.
—¿Cómo amaneces cariño? —preguntó Dorian, se encontraban desayunando.
—Me duele un poco la cabeza —respondí sonriendo.
—Hubiese querido celebrar con ustedes anoche —dijo mamá. Esta mujer me ocultaba algo, lo pude sentir desde que me senté a comer —No todos los días me dan la noticia de que seré abuela.
Mamá quería a mi exnovio como si fuese su propio hijo, fue el único que le quedó después de la muerte de Daniel.
—Yo seré la tía solterona y consentidora —informé, riendo. Ambos rieron conmigo, entre chistes pasamos nuestro desayuno.
Una hora más tarde me encontraba lista para ir a trabajar, pero no para enfrentar al Sr. Harem. Usaba un vestido coral con unos botines marrones, además de una chaqueta de cuero del mismo color, por fin era viernes así que al salir de la empresa pasaría a ver a Zaid.
—Hija, ¿Podemos hablar? —pidió Débora, interrumpiendo mi salida.
—¿Te sientes bien? —pregunté preocupada.
—Sí, sí —aseguró —No es nada de mi salud.
—¿Entonces de qué?
—Ayer cuando fui a ver a Daniel, me encontré con Clarisa —explicó —Pase la noche conversando con ella en su departamento —siguió relatando —Nadir iría a dormir con ella, pero no llegó.
—¿Y eso me afecta en qué?
—No soy estúpida hija, su auto estaba aparcado en el estacionamiento cuando llegué.
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—Gracias a Dios que me trajo un taxi y no ella, hubiese sido un gran problema Olivia.
Mamá primero me empuja a él, ahora no quiere que me meta en su relación, no entendía nada, ella tenía razón lo sé pero no paso nada, además de que yo no lo invite, ni lo llame, él llegó solo.
—Ella ha pasado por mucho, merece ser feliz —sentenció.
Cuando Débora decía algo por última vez, no había vuelta atrás, Daniel y yo lo aprendimos por las malas.
—Entiendo madre —acepté, rendida. Después de todo, tenía razón.
De camino a la oficina pensé mucho en esa conversación, estaba muy confundida aunque algo tenía claro, era una egoísta. No los quería juntos, no a él con ella.
En qué problema me he metido? >>.
Salude a todos desde el vestíbulo hasta mi puesto de trabajo, el café de mi jefe lo compre junto al mío, se lo puse en su escritorio y salí corriendo de su oficina. Llego cinco minutos más tarde con un traje beige, parecía desvelado. Recordé a Débora diciéndome que cuando llego él seguía ahí, pasó totalmente de mí, ni un buen día por cortesía, nada.
Me debatí dos horas enteras entre sí entrar a hablar con él o no, con su careta de hombre duro me parecía muy intimidante. Arreglé un poco mi atuendo con las manos temblorosas, toqué su puerta con el corazón a punto de salirse de mi pecho, escuché un leve "Pase". Nadir se encontraba como siempre metido en su computadora, sus ojos eran adornados por unos lentes que lo hacían lucir intelectual y sumamente sexy, aunque solo los utilizaba en su oficina.
—¿La puedo ayudar en algo Srita. Fields?—. Su voz sonó fría, distante, cortante.
—¿Por qué fuiste ayer a mi casa Nadir? —pregunté sin rodeos, la valentía flaqueaba cada que me veía pero no lo demostraría.
—Ya se lo dije, me iba a disculpar—. Sus ojos estaban clavados en mí, me sentí débil —Pero no era necesario, ¿Cierto?
—No pasó nada entre Dorian y yo, estábamos celebrando que sería papa.
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—Vaya celebración, ¿Después le tocaba a mi hermano? — preguntó enojado, mientras se levantaba de su asiento.
—Sabes que no soy así.
—No, no lo sé —respondió dolido —No sé cómo eres, Olivia —dijo acercándose a mí.
—No soy una cualquiera—. Me defendí frustrada, mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas. También estaba dolida, él me hacía daño con sus palabras.
—Él no bajo anoche —susurró.
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—Él durmió en tu casa.
—¿Cómo sabes eso?—. Estaba sorprendida.
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—Me fui de ahí a las siete de la mañana —confesó.
Confirmó mis sospechas, él lo sabía porque había pasado toda la noche en el estacionamiento esperando que Dorian saliera.
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—Retírate Olivia, Haznos un favor a los dos —pidió volviendo a su asiento detrás del escritorio, todas mis esperanzas de acomodar las cosas se fueron por el drenaje, más bien tenía muchas preguntas que ahora mismo no me atrevía a hacer.
Necesitaba poner orden en mi cabeza, pensar en todo para poder hacer algo. Decidí cumplir con su orden, cerré la puerta detrás de mí volviendo al escritorio.
El día pasó lento, torturándome. Dejé todo arreglado para el lunes, programé sus reuniones de la semana entera y se la mandé al correo, intenté pasar desapercibida lo que restaba de trabajo así que no cruzamos más palabras. Aunque era en vano, iba a ir a cenar en la mansión Harem con su familia, por lo que tendríamos que vernos si o si, no quería incomodarle la verdad, pero ese mal entendido entre los dos no iba a evitar que viera a Zaid.
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—Buenas noches—. Saludo a la familia Harem, se encontraban en la sala con un juego de mesa. Solo faltaban los dos hermanos.
—Olivia cariño, Zaid está en su habitación —dijo la Sra. Florian. Conocía de memoria el camino por todas las veces anteriores que he visitado.
Se hallaba plácidamente dormido, las luces estaban apagadas pero no me moleste en prenderlas ya que la luz que se intercalaba por la ventana no dejaba a oscuras la habitación, intenté quitarme los zapatos sin hacer tanto ruido, los ubiqué debajo de su mesa de noche y me acomodé a su lado abrazándolo por el estómago. Mala idea por cierto, no trae camisa.
—Hola hermosa—. Saludó sin abrir los ojos.
—¿Cómo sabias quién era? —pregunté sorprendida.
—Reconozco tu perfume —dijo sonrojándome, sonrió abriendo los ojos. Me atrajo hacia él pero su roce me hacía cosquillas, vi una idea macabra pasar por sus ojos.
—Ni te atrevas —alcancé a decir, pero era demasiado tarde.
Lo tenía encima de mí haciéndome cosquillas, empecé a reír a carcajadas como una foca asfixiada, traté de que parara pero no me hizo caso.
- Hermano la comida esta lista -. Nadir nos cambió y desvió su mirada.