Pasé la mayor parte del sábado en la cama viendo cualquier cosa que encontrara en la televisión. Chloe me había telefoneado para decirme que tanto ella como Elle llegarían sobre las siete para recogerme.
Todos habíamos cambiado de planes, los chicos querían llegar antes a la fiesta, lo que significaba que Chloe nos llevaría a las chicas y dejaría allí su vehículo toda la noche.
Al parecer, la fiesta se celebraba en la antigua casa de los Alfa. Se habían mudado y estaban renovando su antigua propiedad para convertirla en una segunda casa de manada, ya que su número estaba aumentando y necesitaban más espacio.
El alfa Gabriel había llamado a Reed la noche anterior, invitándolo a él y a cualquiera que quisiera quedarse, lo que significaba que todos pasaríamos la noche en su territorio.
Ya preparada, me había lavado y secado el pelo la noche anterior. No quería que sufriera demasiado con el calor cuando me lo alisara después de la ducha.
Ya había colgado el vestido en el armario y aún no había decidido qué zapatos quería ponerme.
Dennis y yo habíamos cenado otra vez comida para llevar, ya que era tarde, cuando entró en mi habitación queriendo saber qué quería comer. Como él y el resto de los chicos se iban temprano, teníamos que pedir algo rápido.
Acababan de dar las cinco y era hora de prepararme. Cogí algo de ropa limpia para ponérmela después de la ducha, para poder ponerme el vestido minutos antes de salir.
Me duché rápidamente, evitando a propósito mojarme el pelo. Me afeité y me cubrí de gel de ducha. Una vez fuera, me seco y me cubro los brazos y las piernas con loción.
Me lavé los dientes y me puse unos pantalones cortos y un top de tirantes para no mancharme el vestido mientras me preparaba.
Decidí que mi look fuera sencillo: base de maquillaje, máscara de pestañas y un poco de sombra de ojos.
Me alisé el pelo, largo y rubio. No sabía si dejármelo suelto una vez alisado, ya que el flequillo me caía en la cara.
Al final, me lo recogí en una coleta alta con unas pinzas en la parte delantera.
Cuando llamaron a mi puerta, grité para que entrasen, pues intuía que eran Chloe y Elle las que estaban fuera.
—Estás muy guapa, deberías ponerte delineador. Lo completaría—me felicitó Elle, ya que tanto ella como Chloe estaban guapísimas con sus vestidos.
Sonreí un poco tímida y volví a mirar mi neceser de maquillaje, buscando un delineador. Las dos se acomodaron en mi cama mientras me lo aplicaba.
—Entonces, ¿estás emocionada?— preguntó Chloe, siguiendo mis ojos.
Asentí con la cabeza; me hacía mucha ilusión.
—Sí, lo estoy, ahora ya estoy preparada y todo. Debería ser divertido con todo el mundo yendo.
Ambas chicas me sonrieron, podía ver la emoción en sus ojos.
—Los chicos están todos allí, Chase me envió un enlace mental diciendo que ya está lleno. Deberíamos irnos en un minuto—. Chloe nos informó mientras escribía en su teléfono.
—No sé qué zapatos combinar con mi vestido, ¿queréis echar un vistazo a mi armario mientras me cambio?—pregunté.
Todavía no había decidido qué zapatos combinar con mi vestido, tenía unos cuantos tacones, zapatos planos y zapatillas deportivas, pero no sabía cuáles me quedarían mejor. No quería llevar nada demasiado extremo.
Mientras me vestía, ambos buscaron, saliendo con un par de pequeños tacones negros. Iban perfectos con mi atuendo, nada demasiado altos y adecuados para la ocasión.
Durante el trayecto hablamos de Elle y su compañero Jacob. Ambos habían hablado de su relación, de la ex novia de él con la que llevaba dos años.
Ayer rompió con ella y, por suerte para Elle, todo fue como la seda. Su ex novia lo entendió, no eran compañeros y sabía que algún día los encontrarían. Se alegró por él.
Elle y Jacob decidieron tomarse su relación con calma, eran amigos y tenían todo el tiempo del mundo.
Tardaron alrededor de una hora en llegar, por suerte Chloe había encontrado un sitio decente para aparcar, no había demasiado camino hasta la casa.
La casa era enorme, más grande que cualquier casa de manada que hubiera visto nunca. Era preciosa y estaba escondida en lo más profundo del bosque, con árboles que rodeaban la propiedad y linternas colgando en su interior, filtrando su cálido resplandor.
La música sonaba a todo volumen, los ritmos de la música ya fluían por nuestros cuerpos, las ganas de bailar nos excitaban a todos.
Algunos adolescentes estaban borrachos en el césped. Subimos por el camino tratando de evitar los vasos y latas de cerveza que había por el suelo, entramos rápidamente y nos dirigimos a la cocina, que estaba abarrotada de gente.
El olor a tónica medicada me crispó la nariz, era una bebida alcohólica hecha específicamente para hombres lobo. El nivel de alcohol era seis veces superior al normal.
Era la única bebida que podía emborrachar a un hombre lobo, tenía un sabor fuerte y amargo, pero te embriagaba muy rápido. La fuerte medicación que contenía causaba los efectos.
Chloe me dio un vaso lleno y luego le pasó uno a Elle. Al principio le di un sorbo, el sabor era horrible, pero cuanto más lo bebes, más fácil te resulta.
Observé mi entorno durante unos instantes. Por lo que podía ver, la mayoría eran hombres lobo; había algunos humanos, pero suponía que eran compañeros de alguien.
No podía ver a Dennis, Reed o Chase, pero sabía que estaban en algún lugar, nos encontraríamos con el tiempo.
—¡Venga, vamos a bailar!— gritó Chloe por encima de la música, cogiéndome de la mano y tirando de mí hacia la pista de baile. Elle la seguía de cerca.
Quería divertirme, los últimos años habían sido duros y me merecía algo de diversión.
Bailamos durante horas, riendo y sonriendo. No podía quitarme la sonrisa de la cara mientras cantábamos canciones y bebíamos más tónica.
No podía contar con los dedos de la mano, cuántas copas llevaba cuando Dennis por fin nos encontró. No le impresionó demasiado el estado en que me encontraba. Apenas podía mantener una conversación sin soltar risitas incontrolables o cambiar instantáneamente de conversación cuando sonaba una canción que me encantaba.
Seguía bailando, moviendo las caderas y el cuerpo al ritmo de la música.
Tanto Chloe como Elle se unieron a mí mientras los chicos nos observaban desde lejos, sin perdernos de vista.
No pasó mucho tiempo hasta que una extraña sensación me golpeó. Fue instantánea, como si un tren hubiera chocado contra mí. Una oleada de ansiedad y expectación se apoderó de mí, casi haciéndome enmudecer por su aparición.
Mi lobo estaba merodeando dentro de mi mente, queriendo salir a la superficie y ejercer su fuerza. Me aferré a mi control a pesar de estar intoxicado, manteniéndola a raya.
Mi lobo se agitaba en mi interior, curioso por saber qué la había puesto tan nerviosa, dejé de bailar por completo, mis ojos parpadeaban entre la multitud buscando la fuente.
Fue entonces cuando lo vi.
La palabra compañero se arremolinaba en mi mente mientras él se acercaba a mí, su figura de dos metros sobresalía por encima de la mía.
Su aura era intimidante, fuerte y propia de un alfa.
Era increíblemente musculoso, de piel bronceada y ojos verde esmeralda que atravesaban los míos. Tenía el pelo oscuro y la mandíbula cincelada, los pómulos afilados y los labios carnosos.
Estaba increíblemente bueno.
Me mordí ligeramente el labio, ruborizada por mi repentino pensamiento, con los ojos fijos en el suelo por la vergüenza, queriendo ocultar mis mejillas sonrosadas.
Su mano entonces agarró mi barbilla, levantándola suavemente, encendiendo las chispas que hormigueaban en mi piel mientras nuestros ojos se conectaban.
—Soy Gabriel—. Se presentó, su voz profunda y sensual, las mariposas en mi estómago revoloteando más y más.
—Soy Lara. —Le contesté, con una voz ligeramente nerviosa y no tan segura como la suya.
Su sonrisa se hizo más grande, sus ojos dejaron los míos por un momento, ya que todos se habían detenido, todos mirando la escena que habíamos creado.
Los despidió a todos, y todos volvieron a bailar y beber mientras Gabriel me agarraba de la mano, apartándome de mis amigos que me sonreían ampliamente.
—Por cierto, estás guapísima—. Dijo mientras subíamos las escaleras, dirigiéndome a una habitación que supuse que solía ser su antiguo dormitorio.
No pude evitar morderme el interior de las mejillas, queriendo detener el rubor carmesí que me cubría toda la cara.
Se rió de mí, un gruñido juguetón salió de sus labios por mi reacción.
—Estás mona cuando te sonrojas.
Me reí, era mentira.
—Parezco un tomate.
Negó con la cabeza, divertido ante mi respuesta, y su profunda risa hizo que mi sonrisa se ensanchara.
Estuvimos sentados en su cama durante horas, hablando, riendo y conociéndonos. Fue todo lo que pensé que sería, el comienzo de nuestra relación y el inicio del proceso de marcaje y apareamiento.
La música se había apagado cuando Gabriel me tocó la mandíbula y sus dedos se dirigieron a mi nuca.
No me puse nerviosa y me acerqué con confianza a sus labios, mientras nuestras lenguas se enredaban. El ligero sabor a alcohol estaba presente, pero no le presté demasiada atención cuando sus manos se dirigieron hacia mis caderas, tirando de mi cuerpo sobre el suyo.
Momentos después nos dio la vuelta, su musculosa figura se alzaba sobre la mía mientras sus labios me besaban tortuosamente por el cuello y el pecho.
Sus manos acariciaban mi piel, sus dedos rodeaban los tirantes de mi vestido antes de que sus ojos buscaran de repente mi permiso.
Mantuve el contacto visual y asentí con la cabeza. Presionó sus labios contra los míos y mi cuerpo reaccionó lujuriosamente al suyo, nuestros pechos se tocaron antes de que él retrocediera ligeramente, bajando las manos hasta mis caderas y quitándome suavemente el vestido.
Me incliné hacia delante, mis manos tirando de la parte inferior de su camiseta mientras él se la quitaba, sus músculos contraídos, su estómago definido y su pecho a la vista antes de que me atrajera hacia él sin esfuerzo.
En cuestión de segundos estábamos piel con piel, nuestras manos, lenguas y bocas se movían frenéticamente la una contra la otra. Sus labios siempre se encontraban en el pliegue de mi cuello, el lugar donde dejaría su marca. Sus dientes rozaban la zona, pero nunca llegaban a marcarme del todo, me estaba tomando el pelo.
Aquella noche me entregué a él por completo, era mi compañero y le confiaba mi corazón, mi alma y mi cuerpo.
Al menos, creía que podía hacerlo.