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963 Words
Dos meses después... Como de costumbre, me levanto para ir al trabajo, pero esta mañana me siento indispuesta. Tengo síntomas que indican que estoy enferma. No me siento bien y siento que no debería ir a trabajar hoy. Pero no puedo faltar, especialmente porque el jefe estará allí hoy. El señor Jones, como es conocido. Espero que su apellido sea solo una coincidencia. Estoy confundida y preocupada. Al poner un pie en el suelo, me mareo y necesito acostarme para sentirme mejor. Estoy enferma y sé que no puedo faltar al trabajo. No puedo poner en peligro mi empleo. Me siento tan mal que quiero llorar. Las náuseas llegan y corro al baño para vomitar. No sé qué me está pasando, pero necesito ver a un médico para saberlo. Solo tengo media hora para estar lista y salir de casa. Mamá se da cuenta de que algo está mal cuando me ve pálida y me insiste en que coma antes de irme. Intento tranquilizarla, pero sé que es intuitiva y probablemente sospeche la verdad. Le doy un beso en la mejilla y me apresuro a tomar un taxi hacia el trabajo. Llego al lujoso hotel en donde trabajo. A pesar de que tengo muchas responsabilidades, el salario es bueno y no puedo permitirme perder este empleo. Camino por la recepción y sufro otro mareo, pero logro calmarme rápidamente y disimularlo. Me encuentro con mi compañera Sandra, una rubia de ojos azules, y ella me comenta sobre el jefe y su reputación de ser estricto. Me cambio rápidamente y trato de arreglarme antes de que llegue el jefe. A pesar de no sentirme bien, fingiré estar bien para no causar problemas. Me encuentro con María, otra compañera de trabajo amable y conversadora. Ella me comenta sobre la visita del jefe y la importancia de que todas estemos presentes. Braxton, el gerente, entra a la sala y nos informa sobre la llegada del jefe. Nos mantenemos de pie y me doy cuenta de que hay una tarima al frente. Nunca antes había estado en esta sala, ya que no me corresponde limpiarla. *** Sandra está a mi lado. —¿Faltará mucho tiempo para que ya se parezca? Espero que tomen en cuenta el tiempo que estamos perdiendo aquí. Yo también me pregunto lo mismo, pero como no sé la respuesta, solo me encojo de hombros y espero como el resto. —De seguro ya falta poco, no sé —digo al rato. María se une a nosotras. —No parloteen mucho, allí el gerente no nos quita la mirada de encima —expresa. Y efectivamente me doy cuenta de que Braxton nos está mirando. Como si no tuviera otra cosa mejor que hacer. A veces pienso que es un hombre demasiado observador para mi gusto, al punto de que su manera de mirar se vuelve opresora. María, en cambio, dice que solo es muy estricto. Afortunadamente, ninguna de nosotras ha sido regañada, por lo que puedo asegurar que hemos estado haciendo las cosas bien. Y así seguirá siendo. Entonces, cuando menos lo esperamos, se nos avisa que el jefe ya está allí y es recibido con muchos aplausos. Yo me uno a la ovación, tratando de verle, porque estoy casi al final de la fila. Por fin veo al hombre con traje y mi corazón se paraliza. Empieza a latir de forma irregular y ya no es el mismo, amenaza con salirse de mi pecho y la incredulidad crece sin parar. Es todo un desafío hacer como si nada está pasando, porque ZaredJones es el mismo de hace años, el hombre con quién me acosté; él es el dueño del hotel. Estúpidamente, todo este tiempo estuve pensando que se trataba de otra persona y no del mismo. Ahora todo se conecta, además de tener sentido, aumenta el temor en mí por saberlo tan cerca y yo ser una de sus empleadas. Esto tiene que ser una broma, y no, es todo real. —Buenos días a todos. Me presento como ZaredJones, el dueño de este hotel y creador del mismo. Es un placer poder estar aquí, agradezco a todos los empleados diligentes y responsables, quienes han estado trabajando muchísimo para ofrecer un servicio de calidad a nuestros clientes. Gracias a ustedes, este hotel se ha convertido en la elección de muchos. Seré breve, tengo buenas noticias. —¿Estás bien, Ana? —me pregunta Sandra con cara de preocupación y asiento, pero me doy cuenta de que no puedo dejar de temblar. Porque en realidad no me encuentro bien y sigo sintiéndome estupefacta al verlo allí —. No lo creo, creo que de verdad te está pasando algo, estás temblando... Oye. —Dije que estoy bien —emito y un mareo me sacude, casi haciendo que pierda el equilibrio, por suerte ella no me suelta ni un momento y estoy agradecida por ello. —No lo estás —insiste, dejando salir un suspiro, y no digo nada. Tiene razón, no estoy bien. Pero tampoco sé qué es lo que me está sucediendo exactamente. —... Los empleados con el mejor desempeño durante los siguientes cinco meses tendrán la oportunidad de ir a las Bahamas con todos los gastos incluidos. Hemos creado un paquete especial para el disfrute de los seleccionados. Esto podría tomarse como un incentivo. Además de eso, quiero hablar sobre algunos asuntos que... —¡Dios mío! Ayuda, se ha desmayado —es lo último que escucho a Sandra decir, luego de que todo a mi alrededor se ha nublado por completo. La inconsciencia se ha apoderado de mí. Y, ¿cómo no? ¡El dueño del hotel donde trabajo es el mismísimo con quien me acosté! ZaredJones, el joven de mi pasado y el hombre de mi presente, mi jefe.
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