—Tanto que te has quejado, y tuvieron que coserte la herida de la rodilla y tienes un esguince en el tobillo. — me regaña cuando ya estamos afuera de mi casa. Intento no mirarle porque no quiero admitir que llevaba razón, además tengo miedo de flaquear — sí, pero tú te has hecho el tonto en cuanto a lo que te he propuesto — le digo intentando convencerlo para hacer algo en contra de Raúl. Le escucho respirar profundo y me atrevo a mirarlo esta vez. Tiene sus ojos clavados en mí y definitivamente esto consigue que mi estómago se ponga duro como una piedra ¿nervios? — creo que deberías dejar que yo me encargue de eso — me dice. Niego inmediatamente y en un acto de valentía, me atrevo a llevar una de mis manos a un lado de su rostro y mantener su mirada en mí — no, esto ya no es solamente