Propuesta de matrimonio

1648 Words
—¿Para qué? ¿Tú y Mary? Por favor. —Selene se sintió insultada. Ni siquiera había pensado en ellos en absoluto. —No dormí con ella, Selene —dijo Pete, cerrando la distancia entre ambos. Su voz era un ruego mientras se sentaba junto a ella—. Ella me drogó, tomó esas fotos, pero no pasó nada. —Eso es difícil de creer —respondió Selene, cruzándose de brazos, intentando mantener su enojo. —Lo confirmé después de ver la grabación de las cámaras de seguridad. —Pete suspiró profundamente antes de continuar—. Ella quería que pasara, pero seguí diciendo tu nombre. Así que me dejó en paz. Selene miró fijamente al hombre que tenía frente a ella. Su presencia siempre había sido intimidante, pero esta vez su confesión la desarmó. Una vez, lo había amado. Su mundo giraba en torno a él. Ahora, ya no estaba segura de querer esos sentimientos de vuelta. Había sido más fácil estar enojada con él; la ira le había servido como una barrera segura. Si lo que decía era cierto... ¿lo cambiaba todo? Se apartó de Pete, necesitando espacio para pensar y se sentó en el sofá. —Por favor, Selene. No hagas nada precipitado solo porque estás enojada conmigo y con Mary —rogó Pete, acercándose de nuevo. —¡No voy a hacer esto por ti ni por nadie! —gritó Selene, poniéndose de pie con brusquedad—. Vete, Pete. —Selene, por favor. Déjame compensarte —pidió con una mirada suplicante. —Esto no cambia nada, Pete. —Abrió la puerta y lo señaló con la mano—. Sal. Pete la miró, incrédulo, pero al final salió en silencio. Selene cerró la puerta y suspiró profundamente. Mientras procesaba lo que Pete había revelado, una ola de emociones la golpeó. Esto realmente lo cambiaba todo. Sin embargo, sabía que no renunciaría a la idea de tener un hijo. "Si Pete puede vivir con esto, entonces tal vez podría considerar recuperarlo", pensó. Pero algo dentro de ella no estaba convencida de eso. Sería mejor si Pete no formara parte de este capítulo de su vida. Más tarde, Selene se sentó en la habitación de su mejor amiga, Zoe, mientras veían el último episodio de la temporada final de Keeping Up with the Kardashians. Zoe escuchaba a medias mientras Selene le contaba sobre su decisión. Aunque no apoyaba la idea, decidió enfocarse en lo importante. —Entonces, ¿qué pretendes hacer ahora? —preguntó Zoe, con una mezcla de preocupación y curiosidad. Selene tomó una cucharada de su helado de vainilla favorito antes de responder. —Nada. Creo que dejaré ir a Pete. No puedo tenerlo en esto. —¿Incluso cuando lo amas? —preguntó Zoe, levantando una ceja con escepticismo. —¿Cómo lo hiciste? —preguntó Selene de repente, sorprendiendo a su amiga. Zoe sonrió, como si supiera algo que Selene no quería admitir. —Lo sabía. Hiciste un buen trabajo escondiéndolo, pero sabía que estabas enamorada de él. Selene negó con la cabeza, intentando desviar el tema. —Eso cambió cuando lo vi con Mary. —Pero no fue real —insistió Zoe. —Exactamente. Ahora, ya no sé qué es real o no —dijo Selene, enfocándose en el programa para evitar más preguntas. Zoe apagó el televisor y se volvió hacia Selene con seriedad. —Quiero que pienses realmente en esto. Tener un hijo por razones emocionales es un compromiso enorme. Es toda una responsabilidad. Estás tirando tu vida cuando podrías empezar de nuevo con Pete. Selene se tensó. —¿Cómo diablos dar a luz es lo mismo que tirar mi vida por la borda? —Su mirada se agudizó, y entonces lo entendió—. Espera, ¿Pete te hizo que suplicas por él? Zoe suspiró mientras frotaba su sien. —Lo vi esta tarde. No me pidió que suplicara por él, pero sí me contó todo sobre Mary. No pasó nada entre ellos. —Zoe hizo una pausa, buscando las palabras correctas—. Esperaba que volvieras con él, pero esta idea de la gestación subrogada... No la entiendo. Selene tomó aire profundamente, como si estuviera reuniendo fuerzas para explicar algo muy importante. —Ya terminé, ¿sabes? Estoy harta de lo normal. Quiero hacer esto, Zoe. Simplemente no sé dónde encaja Pete en todo esto. Necesito más tiempo —admitió Selene, frotándose las sienes con frustración. Zoe, con una sonrisa divertida, no pudo evitar intervenir. —¿Qué? —preguntó Selene, al notar su expresión. —Ya estás decidida sobre esto —dijo Zoe con tono confiado—. No importa cuánto te tambalees por una duda. Ambas amigas estallaron en risas. —Tengo la intención de ser una sexy madre subrogada —advirtió Selene, tratando de mantener el tono ligero—. Así que nada de flaquear aquí. —Esperemos y veamos —replicó Zoe con picardía—. Podría apostar por ello. —¡Detente! No flaqueare —respondió Selene con seriedad, aunque mentalmente tomaba nota de sus propias inseguridades. La semana siguiente fue intensa para Selene. Entre un acuerdo importante que debía cerrar y sus planes de gestación subrogada, todo parecía acumularse. Además, Pete no cesaba en sus intentos de reconciliación. Cada día llegaban flores y regalos a su oficina, acompañados de recuerdos no deseados. —Tienes que dejar de traerme esto —le dijo a Audrey, su asistente—. O los tiras a la basura o te los quedas. Audrey, como Zoe, también tenía preguntas, muchas de las cuales Selene dejó en manos del médico, quien respondía con paciencia. Sin embargo, lo que realmente la inquietaba era la mención casual de un contrato por parte de Owen. Aunque Ana, su hermana, le había asegurado que era algo habitual, a Selene no le gustaba formalizar algo que no hacía por dinero. A pesar de la espera, aún no había recibido el contrato, pero estaba ansiosa por empezar. —Pete está aquí —anunció Audrey a través del intercomunicador. Selene suspiró profundamente antes de responder. —Déjalo entrar. Cerró su archivo y fingió revisar su tableta mientras Pete entraba con su habitual confianza. —Hola —saludó Pete, inclinándose para besarla. —Hola —respondió Selene, apartándose del beso y señalándole el asiento frente a ella—. ¿Qué te trae aquí? —Solo quería ver a mi mujer favorita —coqueteó Pete con una sonrisa encantadora. Selene levantó una ceja. —¿No acordamos tomarnos las cosas con calma? Necesito tiempo para procesar todo esto. —Pero te di tiempo. No he llamado en toda la semana. —No, pero las flores y los regalos no dejaron de llegar. —Selene señaló su escritorio, abarrotado de detalles ostentosos. —Quería estar en tus pensamientos todos los días —respondió Pete, acercándose un poco más—. Y hablando de regalos, tengo algo especial para ti. Selene activó el intercomunicador, frustrada. —No otra vez —dijo con franqueza. Luego, inclinándose hacia el micrófono, pidió a Audrey que trajera bebidas—. ¿Ahora qué es? —Te encantará este. —Pete sacó un anillo brillante de oro puro y, para sorpresa de Selene, se arrodilló frente a ella—. ¿Quieres casarte conmigo? Selene apenas procesó lo que sucedía cuando Audrey entró con las bebidas, quedándose congelada al ver la escena. Más tarde, Selene le marcó a su hermana Ana para contarle lo ocurrido. —¿Y lo rechazaste? —preguntó Ana, incrédula. —Sí. —Vas a morir sola —soltó Ana, sin filtros. Luego, al notar la expresión de Selene, añadió—: Lo siento. —Sin ofensas. Ya sé cómo eres —respondió Selene, intentando tomárselo con calma. Sabía que Ana siempre decía lo que pensaba, aunque a veces con demasiada dureza. Selene entró en su habitación, cerró la puerta y descolgó los auriculares para poner la llamada en altavoz mientras se desvestía. —¡Chicos, bajen la voz! —escuchó a Ana regañar a sus hijos gemelos al otro lado de la línea. Luego, Ana retomó la conversación—. Lo siento, Selene. ¿Sigues ahí? —Sí, Ana. ¿Qué quieren ahora? —Nada importante. Los gemelos están discutiendo sobre quién tiene al maestro más atractivo. Selene rió entre dientes. —¿En serio? ¿Los separaste finalmente? Ana suspiró. —Sí, estaban distrayéndose mucho. Ahora están en clases diferentes, aunque parece que solo han encontrado una nueva excusa para discutir. Selene sonrió. A pesar del caos de su vida, estas conversaciones con su familia le daban un respiro necesario. Selene no pudo evitar reírse a carcajadas. —El gen suizo... de mala manera. Ojalá no sigan nuestro camino. Ya sabes, ¿como tú? Ana suspiró, dejando entrever una sonrisa. —Déjalos ser. Es demasiado pronto para predecir qué serán. Recuerdo que yo quería ser abogada hasta la universidad. Y luego, un día, simplemente no quería saber nada del campo. —El divorcio te hizo eso —comentó Selene, con un tono más serio. —No lo creo. Creo que nunca nací con el gen suizo. Nunca fui buena con las citas. Siempre me ganaste en eso. Todos asumimos que era porque eras mayor. Yo también seguí el juego, pero no era la ley para mí. Ambas guardaron silencio durante unos momentos, cada una absorta en sus propios pensamientos. Finalmente, Ana rompió el silencio con una sonrisa en la voz. —¿Así que Pete se puso de rodillas? ¿Y lo dejaste colgando? —No fue una vista divertida. Parecía que se había tragado un bicho —respondió Selene, con una mezcla de humor y culpa. —¿Y Audrey estaba allí? —preguntó Ana, sorprendida. —Sí —admitió Selene débilmente. Ana dejó escapar una carcajada. —¡Dios, compadezco a esa pobre mujer! Debe haber estado tan avergonzada.
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