Capítulo 18

1908 Words
9 de mayo de 2018 Querido diario, Apenas pude dormir anoche. Cada vez que cerraba los ojos, mi mente giraba en un torbellino de pensamientos y emociones. No sabía si estaba tomando la decisión correcta o no, pero dentro de mí, una determinación firme se había asentado. Hoy tendría que dejar a Jackson. Mi corazón se aprieta solo de pensar en ello. No es justo para él estar atrapado en esta situación, un triángulo amoroso que no pidió y no merece. Jackson ha sido más de lo que jamás podría haber pedido: comprensivo, cariñoso, estable. Pero al pensar en Owen, no puedo negar el vínculo que existe entre nosotros, una conexión que va más allá de las palabras, más allá de la razón. Esta decisión me duele en el alma. Jackson no merece ser lastimado, pero prolongar esta relación cuando mi corazón está dividido sería aún más injusto para él. Deséame suerte, querido diario, porque lo que tengo que hacer hoy es, sin duda, una de las cosas más difíciles que he enfrentado. Lastimar a una buena persona, a alguien que me ha dado tanto, duele más de lo que puedo expresar. Pero sé que, al final del día, debo ser honesta con él y conmigo misma. Es la única manera de seguir adelante, de encontrar un camino que tal vez lleve a la claridad y a la paz. Con cariño, Grace. Grace —Hola princesa, —dijo Jackson, su voz llena de cariño, mientras se acercaba a mí en el corredor de la escuela. Su sonrisa habitual iluminaba su rostro, esa sonrisa que siempre había tenido el poder de tranquilizarme. Pero hoy, cada paso que daba hacia mí aumentaba el nudo en mi estómago. Cuando se inclinó para darme un beso en los labios, instintivamente desvié mi rostro, evitando el contacto. —Jackson, necesito hablar contigo... —las palabras salieron de mis labios con dificultad, y al decirlas, vi cómo su expresión se transformaba. La sonrisa se desvaneció, reemplazada por una mezcla de confusión y preocupación. —¿Qué sucede, Grace? —preguntó, su voz ahora teñida de una seriedad inusual. —Vamos al salón de química, no hay nadie allí ahora, —dijo él, su tono intentando mantener la calma. Tomó mi mano, y aunque su agarre era suave, sentí la firmeza de su preocupación. Jackson cerró la puerta suavemente detrás de nosotros y se volvió hacia mí, sus ojos buscando los míos, buscando respuestas. —Grace, ¿qué pasa? Estás actuando de manera extraña. Tomé una respiración profunda, tratando de reunir el coraje para decir lo que tenía que decir. —Jackson, hay algo que necesito decirte. Algo importante, —comencé, mi voz temblorosa. —Grace, ¿esto tiene algo que ver con la llamada de anoche? —preguntó, su voz revelando una preocupación que no podía esconder. Sintiendo un peso en el pecho, asentí lentamente. —Sí, Jackson, tiene que ver con eso. Él me miró fijamente, buscando respuestas en mi rostro. —Ese Owen... ¿es tu ex novio? Tragué con dificultad, las palabras costándome más de lo que esperaba. —Sí, lo es. Hubo una pausa, un momento tenso en el que pude ver cómo Jackson procesaba la información. —¿Me vas a dejar? —Su voz era apenas un susurro, pero lleno de temor. Mis ojos se llenaron de lágrimas, y con un hilo de voz, respondí: —Sí. Jackson retrocedió como si mis palabras fueran un golpe físico. —¿Me vas a dejar... para volver con tu ex novio? —No es tan simple, Jackson. Es complicado, —dije, luchando por mantener la compostura. En un arrebato de frustración y dolor, Jackson golpeó la mesa con fuerza, haciendo que los instrumentos de química tintinearan. Pateó una silla, que cayó al suelo con un ruido sordo. —¡Complicado! ¿Así llamas a romper mi corazón, Grace? —Jackson, yo... —comencé, pero las palabras se perdían en mi llanto. —No, ¡yo no quiero escucharlo! —exclamó él, su voz elevándose. —¡Pensé que éramos algo real, Grace! ¿Todo este tiempo estabas pensando en él? Las palabras de Jackson eran como puñales, cada una hiriéndome más profundamente. —No, no es así, Jackson. Nunca quise lastimarte. —¡Pero lo has hecho! —gritó, su rostro ahora una máscara de dolor y enojo. —¡Me has hecho creer que tenía una oportunidad contigo, pero siempre fue él! No pude responder. Solo pude llorar, cada sollozo un testimonio de la dolorosa verdad que ambos enfrentábamos. Jackson se alejó de mí, su figura temblando de emoción. Cada paso que daba alejándose sentía como si un pedazo de mi corazón se desgarrara. La semana llegó a su fin y el viernes me encontré saliendo de la escuela con una maleta en la mano para ir a pasar el fin de semana en casa. A mi alrededor, otros estudiantes también se preparaban para sus escapadas de fin de semana, creando un bullicio de despedidas y risas. Entre ellos, vi a Jackson esperando a que sus padres lo recogieran. Estaba de pie, mirando hacia el estacionamiento, evitando deliberadamente las miradas de los curiosos que ya se habían enterado de nuestra ruptura. —¿Cómo estás? —preguntó Elis, apareciendo a mi lado y colocando una mano reconfortante en mi hombro. —Estoy bien, —respondí, forzando una sonrisa triste. Miré hacia donde Jackson estaba parado y pregunté, —¿Cómo está él? —Él lo superará, no te preocupes, —dijo Elis, intentando restarle importancia a la situación. En ese momento, un olor abrumador y familiar me asaltó. Tierra mojada y lluvia, mis aromas favoritos. Mi corazón empezó a latir más rápido. —Ay Dios santísimo, qué hombre más guapo, —murmuró Elis con picardía a mi lado. Sin necesidad de girarme, sabía de quién estaba hablando. Aun así, me volteé para mirarlo. Owen caminaba hacia mí, su impresionante tamaño destacando entre la multitud. Llevaba una camisa remangada que delineaba los músculos de sus brazos tatuados, y unos pantalones de vestir. Sus gafas ocultaban sus ojos azules, pero la sonrisa en su rostro era inconfundible, dirigida directamente hacia mí. Al instante, mi mirada se desvió hacia Jackson, que lo observaba con un reconocimiento inmediato y un desagrado evidente en sus ojos. —Peque, —dijo Owen al llegar donde Elis y yo estábamos. Elis me dio un codazo, instándome a hablar. —¿Qué haces aquí? —susurré, aun procesando su presencia. —Vine a buscarte para llevarte a casa, —dijo Owen, quitándose las gafas y mirándome directamente. Elis se aclaró la garganta a mi lado, recordándome las presentaciones. —Owen, ella es mi mejor amiga, Elis. Elis, él es Owen, mi... —vacilé, sin saber cómo terminar la frase. Aún no éramos nada. —Oh, Owen, —dijo Elis, extendiendo su mano hacia él, —un gusto conocerte. Él aceptó su mano y apenas la miró al responder. —Mucho gusto, Elis. —Soltó su mano y tomó mi maleta. —¿Vamos, peque? Miré una última vez hacia Jackson, sus ojos aún estaban fijos en nosotros, antes de asentir. Elis me dio un abrazo rápido y un beso en la mejilla. —Llámame si necesitas hablar, —susurró, su voz llena de apoyo y comprensión. Asentí y me alejé con Owen, sintiendo las miradas de los demás estudiantes sobre nosotros. Mientras caminábamos hacia su auto, el silencio entre nosotros era inaguantable. Sentía una mezcla de emociones: alivio por finalmente enfrentar la situación con Owen, pero también miedo y ansiedad por lo que estaba por venir. Owen colocó cuidadosamente mi maleta en el maletero y abrió la puerta del pasajero para mí. Una vez que ambos estuvimos en el auto, el ambiente se sintió aún más cargado. Owen arrancó el motor y nos alejamos de la escuela. El auto se deslizó suavemente en el estacionamiento de un hotel de aspecto acogedor y discreto en el camino de regreso a casa. Miré el edificio, una mezcla de sorpresa y confusión cruzando mi rostro. —¿Por qué nos detenemos aquí? —pregunté, volviéndome hacia Owen. Owen apagó el motor y se giró para mirarme, sus ojos azules serios pero llenos de un propósito claro. —Necesitamos tiempo para hablar, Grace. Tiempo en un lugar donde nadie pueda interferir entre nosotros. Vacilé un momento, considerando sus palabras. La idea de estar a solas con Owen, enfrentando todo lo que había entre nosotros, era a la vez aterradora y necesaria. —Está bien, —respondí finalmente, asintiendo con determinación. Salimos del auto y Owen fue al maletero para sacar las maletas. Noté que llevaba dos: una era obviamente la mía, pero la otra me sorprendió. ¿Había planeado esto con anticipación? Entramos juntos al hotel, y mientras Owen hablaba en la recepción, me quedé allí, abrumada por la magnitud de lo que estaba a punto de suceder. Pronto, nos dirigimos a nuestra habitación con Owen llevando ambas maletas. Una vez dentro de la habitación, Owen colocó las maletas en el suelo y se volvió hacia mí. —Grace, quiero que sepas que no te presionaré para nada. Este tiempo es para nosotros, para hablar honestamente sobre todo lo que ha sucedido y lo que sentimos. Miré la segunda maleta y luego a Owen. —¿Planeaste esto? —pregunté, mi voz temblorosa. —No exactamente, —admitió Owen, pasando una mano por su cabello. —Pero sabía que, si venía a buscarte, necesitábamos un espacio privado para... para todo esto. Asentí lentamente, sintiendo una mezcla de apreciación y nerviosismo. —Gracias. Creo... creo que necesitamos esto. Owen asintió y se sentó en una de las sillas de la habitación, indicándome que hiciera lo mismo. —Hablemos, Grace. Sin interrupciones, sin distracciones. Solo tú y yo. Me senté frente a él, tomando una respiración profunda. —No puedo creer lo que hizo Anya, —comencé, mis palabras saliendo como un susurro roto. —No puedo creer que mi propia hermanastra pudiera odiarme tanto. Owen extendió su mano y tomó la mía entre las suyas, ofreciéndome un contacto reconfortante. —Siempre fuiste buena y amable con todos, —dijo suavemente. —Eres hermosa y extremadamente dulce, Grace. No dejes que las acciones de otros te hagan dudar de quién eres. Sus palabras eran un bálsamo, pero dentro de mí, la tormenta de emociones seguía agitándose. —No sé qué hacer con este vínculo entre nosotros, —confesé. —Cada vez que estoy cerca de ti, siento un aroma abrumador... Y hay chispas, una corriente eléctrica en mi cuerpo con cada roce que tenemos. Owen me miró fijamente, sus ojos azules reflejando una mezcla de amor y seriedad. —Todo eso es parte del vínculo, Grace. Es probable que, por ser la compañera de un Alfa, puedas sentirlo incluso antes de cumplir los 18 años. Sus palabras hicieron eco en mi corazón, despertando una sensación de destino y conexión que no podía ignorar. —¿Entonces, somos... inevitables? —pregunté, la palabra colgando entre nosotros como una promesa. —Creo que sí, peque, —dijo, su voz baja pero firme. —No importa lo que hagamos, siempre nos encontraremos de vuelta el uno al otro. Está en nuestra naturaleza, en nuestro ser. Me quedé allí, sosteniendo su mano, sintiendo la verdad en sus palabras. Owen y yo éramos dos piezas de un rompecabezas que, de alguna manera, siempre habían estado destinadas a encajar.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD