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1126 Words
Noelia y Rodrigo volvieron a verse ese día más tarde. Cuando él la vio subir y salir por la puerta del metro sintió que su corazón se latía tan fuerte que pensaba que moriría de un infarto, las manos le sudaban y la sonrisa del rostro no podía desaparecer.  Esa hermosa mujer que de causalidad se había sentado junto a él en el avión, ahora caminaba hacia él con un muffin en la mano.  —¿Podrías ser más perfecta? — le dijo él entre risas — mi mujer ideal con un muffin, y es mi favorito.— la recibió y ella sonrío.  —¿Supongo que quieres? — —No, quiero un beso tuyo.— Rodrigo besó a Noelia en medio de la plaza, mientras los extraños los ignoraban al pasar. Esta sería la última vez que él podría hacer eso, el pasar desapercibido, el poder besar a alguien así sin que miles de flashes de luz le cegaran. Cuando se separaron ella lo vio a los ojos.  —Me encanta que sepas a chocolate — le confesó.  —Me encanta que te encante…amo el chocolate.— Ella le ofreció un poco de muffin y él lo mordió con todas las ganas del mundo — Mmmm.. ¿dónde lo compraste?—  —En uno de los puestos de alguna estación.— —¿Qué no me dirás? — —No, porque ya no sería sorpresa cuando te lleve algunos al estudio, o a donde quiera que te tenga que ir a ver.— Roy la vio directamente a los ojos y su sonrisa iluminó el lugar —¿eso quiere decir qué…? — —Qué he decidido darte una oportunidad, digo, mientras los dos estemos aquí podemos conocernos mejor y además, algunas veces podré viajar contigo y llevar mi computadora portátil y…— pero Roy ya no la dejó terminar porque la besó de inmediato con toda la alegría del mundo.  —¡Te amo Noelia! No me cansaré de decírtelo, porque lo sé, porque lo siento.— —Yo también, yo no sé qué estoy haciendo pero sé que es lo correcto.— Rodrigo la tomó de la mano —Ven, vamos, tenemos que festejar.— Corrieron por la calle, corrieron sin mirar atrás y después de recorrer varios metros pararon en una pequeña cafetería para pedir algo rápido para comer.  —Quiero que este día recorramos las mejores partes de la ciudad, que visitemos los parques, que hagamos todo juntos… no hay tiempo que perder.— —¿Por qué? — preguntó ella.  —Porque el lunes viajaremos a ver a mi familia juntos. Les presentaré a la mujer de mi vida, les diré que tú serás la persona con la que me casaré. Tal vez en este momento no pueda ofrecerte tanto pero cuando sea famoso, te daré lo que desees.— Ella sonrió tierna — no necesito nada, toda la vida he vivido sin nada Roy.— —Por eso te daré el mundo ¿si? Será tuyo.— —Y yo te daré todo lo que tengo.. en pocas palabras “yo” — y él se rió.  —Me sobra y me basta… te tomo.— Tantas declaraciones de amor los hicieron comerse a besos en medio de esa acera. Estaban enamorados, lo sabían, lo sentían y  supieron que valía la pena intentarlo, porque ellos habían apostado todo y les había funcionado, porque los dos se ayudarían, ella sería su ancla y él sería su inspiración más grande, era perfecto.  Pasaron la tarde caminando tomados de la mano, comiéndose a besos, disfrutando hasta el último rayo de luz. Para cuando regresaron al piso de él, los dos ya se sentían más seguros de estar juntos, los dos querían compartir todo, hacerlo todo. Noelia lo veía y no podía creer que ese hombre tan guapo y educado le ofrecía la vida que ella siempre había querido, y le sorprendía que todo fuera tan fácil.  Él abrió la puerta del piso, ella la cerró con el pie, las ropas volvieron a caer sobre el suelo. Entre besos se fueron caminando hacia la habitación, entre caricias volvieron a perder la cabeza y ambos a sentir que el mundo era suyo y debían conquistarlo juntos.  Los dos reían de nervios pero a la vez de toda la alegría que sentían de estar juntos, de haberse encontrado de coincidir. Se amaban y tocaban, cayeron desnudos sobre la cama e hicieron de nuevo el amor, no una sino dos veces. Fue dulce, tierno lento, besándose como si se hubieran conocido de toda la vida y no hace unos días atrás. Mañana el destino decidiría que pasaría con los dos, pero hoy ellos tenían el destino en sus manos.  *** Cuando el fuego se apagó y ellos dos quedaron acostados y abrazados sobre la cama ella lo vió a los ojos y le sonrió — mañana que me vaya a visitar tu familia — le murmuró.  —Sí— —Quiero que me enseñes todo lo que me has contado, el mar, la comida, tu familia… y después me quedaré contigo para apoyarte, para apoyarnos.  —Y yo cuando tenga dinero nos compraré una casa enorme, con la mejor vista. Tendrás un estudio con un gran librero y tus libros estarán ahí, junto con mis Grammys — y Noelia sonrió — tendremos un perro y un gato, se llevarán bien, ya verás.— —Lo sé — y le beso sobre el pecho —¿tendremos hijos? — le preguntó y Roy sonrió.  —Los que quieras… serán feliz y seremos una gran familia.— Soñar no cuesta nada, es lo que dicen y eso es lo que ambos estaban haciendo, en sus mentes recreaban un futuro mejor, uno donde estarían juntos, donde se besarían mucho y tendrían cosas muy, muy buenas, un futuro un poco ingenuo a la perspectiva de cualquier espectador.  —Me tengo que ir— murmuró.  —No, quédate conmigo, otra vez. Mañana vamos a tu piso por tus cosas.— Noelia sonrió — No, no puedo. Tengo que hablar con mis editores y eso, no me puedo ir sin arreglar todo lo que estoy haciendo, lo haré temprano por la mañana ¿si? — —Están bien. Déjame tu móvil para enviarte un mensaje.— —Aún no tengo número — le dijo ella apenada.  —Bueno… entonces… ¿Cómo le haríamos? — —Qué te parece si nos vemos en la estación del tren a las 11:00 am y de ahí nos vamos con tu familia ¿te parece? — —Me parece— murmuró él y ella se puso de pie para comenzar a vestirse.  La imagen de Noelia desnuda buscando sus ropas por toda la habitación sería motivo de miles de insomnios para Roy las siguientes noches. Una sensación de nostalgia lo invadió  y no sabía porqué. Tal vez porque pasaría la noche solo extrañando sus brazos.  Ella terminó de ponerse el abrigo y luego se inclinó hacia sus labios y los besó — mañana a las 11:00 am — le murmuró.  —A las 11:00 am — contestó.  Rodrigo la volvió a besar y ella se mordió los labios y le dio un vistazo por última vez. Se volteó, caminó hacia la puerta y escuchó.  —Noelia, no lo olvides — y ella negó con la cabeza.  *** [Rodrigo] Después, ya no supe nada de ella. La esperé por horas en esa estación del tren y Noelia… nunca llegó. 
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