Me bajé del auto y tomé las bolsas que había comprado en el supermercado con una mano mientras con la otra buscaba las llaves de la casa en mi bolso. Mañana sería el cumpleaños de papá y quería prepararle una cena muy especial. Mi padre era el hombre más maravilloso que había conocido en mi vida, era lo único que tenía. Tras la muerte de mi madre durante mi nacimiento él se había desvivido por mí, había sido madre y padre para mí, amigo y confidente. Él siempre fue todo lo que necesité.
Dejé las bolsas caer en la entrada al ver la puerta abierta de par en par. Caminé lentamente y mi corazón comenzó a latir rápidamente. Traté de hacer el menor ruido al entrar y tomar un cuchillo en la cocina. No sabía que había pasado, pero estaba asustada y preocupada. Caminé hasta el cuarto de mi padre para ver si estaba bien pero lo que ví me dejó petrificada.
—¡Papaaaaá!—el grito que salió de mi garganta fue desgarrador, mis ojos se inundaron de lágrimas y creía que mi pecho se partiría en dos del dolor tan fuerte que estaba sintiendo.
Mi padre estaba sobre un charco de sangre en medio de la habitación. Sentía como si el aire no llegara a mis pulmones y mi corazón dejara de latir. Mi padre, el único familiar que tenía estaba hecho pedazos. Había sido mutilado sin piedad, le habían apuñalado hasta el cansancio, tenía marcas en su cuello como si hubieran tratado de asfixiarle. Pero lo peor era su cara, ¡Dios! Su cara estaba totalmente desfigurada, tenía cuchilladas profundas en cada una de sus mejillas.
Me dejé caer en el suelo junto a él sin poder contener mi llanto. Era la escena más horrible y siniestra que había visto en mi vida y a la vez era el momento más doloroso de mi vida. Sentía como si me estuvieran desgarrando por dentro, era un dolor tan fuerte que me costaba respirar. Quería gritar, quería llorar, quería correr muy lejos de ahí, y no me quería apartar de su lado. Tomé su cabeza en mis brazos y la mecí en mi regazo mientras lloraba desoladamente. De pronto sentí un fuerte golpe en la parte alta de mi nuca. Mi vista se comenzó a tornar borrosa y toda la habitación dió vueltas a mi alrededor hasta que todo se volvió completamente n***o y no sentí nada más.
***
*19 meses después*
Ajusté la correa del maletín que llevaba y fingí mi mejor sonrisa al guardia del edificio. Hoy era el día perfecto, mi objetivo se encontraría por toda la tarde en uno de los edificios que estaba a dos calles cerrando un importante negocio, y la exhibición del museo que estaba en este edificio me permitiría entrar y caminar libremente por todo el lugar hasta poder llegar a la azotea.
Pasé junto a la multitud de visitantes y al ver las escaleras de emergencia me separé de ellos discretamente. Una vez estuve en la azotea tranqué la puerta de acceso desde fuera con uno de los barriles que había en el lugar.
Abrí la bolsa y saqué de ella mi rifle Arctic Warfare (AW). El AW50 era uno de mis rifles favoritos, además de estar situado entre los mejores rifles francotiradores del mundo.
Armé el rifle y coloqué el intercomunicador en mi oído mientras me acostaba boca abajo posicionándome para atacar.
—Alexa, hasta que al fin conectas esta cosa. Llevo más de media hora pendiente de que se encendiera, ¿Me escuchas bien?—llegó a mi oído la voz de Giselle. Ella era el pequeño genio de mi equipo, tenía una capacidad analítica increíble, era una experta en todo lo relacionado con tecnología, hackeo y espionaje.
—Fuerte y claro Gisselle, y habla un poco más bajo que me vas a dejar sorda. ¿Qué tenemos?—le dije mirando por la mirilla de mi rifle pero no vi rastro alguno del hombre que estaba buscando.
—El hombre está por llegar, se encuentra a una manzana de distancia, debería estar entrando al edificio en aproximadamente tres minutos y contando. He revisado las cámaras de seguridad de la manzana en la que estás y las aledañas, y Alex, no son buenas noticias, tiene hombres apostados en todo el lugar—dijo con el tono de listilla que usaba cuando explicaba algo pero tenía un pequeño dejo de susto en la voz.
A veces Gisselle era tan cándida, que me recordaba a la que una vez yo fui. Una joven que se alegraba de tan solo despertar y ver que el sol había salido, se emocionaba con los cafés que su papá le preparaba cada mañana, valoraba todas esas pequeñas cosas que la vida le ofrecía y era feliz con cada una de ellas. Solo que ya no era esa mujer, ahora era más fría, pragmática, cruel, habían muy pocas cosas que lograban hacerme sonreír o reír. Pasé de ser una mujer risueña y dichosa a una feroz y vengativa. Mi único fin era destruir al desgraciado que acabó con la vida de mi padre, y lo haría lentamente. Le quitaría poco a poco lo que más le importaba, su preciado imperio.
Este sería el sexto asesinato que haría. Estaba comenzando desde abajo, desmantelando su red criminal desde los más pequeños socios, luego iría por los pilares y finalmente por los jefes hasta llegar a él, el dueño de todo.
Mantuve mi vista en la mirilla y en el momento en que mi objetivo tomó un vaso de whisky en sus manos y se sentó en una silla cercana a la ventana, disparé. Vi como el vaso de cristal caía de sus manos derramando la oscura bebida que había contenido mientras su cabeza se precipitaba hacia su pecho.
Estaba hecho, solo faltaban dos más y habría acabado con todos los comerciantes que tenía este infeliz trabajado para él. Pronto iría por los que lavaban su dinero y ocultaban su existencia.
Salí del edificio tan fácil como había entrado y giré en la calle donde sabía me esperaba Danilo y me quedé helada al verle con una pistola en su cabeza.
Saqué lentamente la pistola que tenía en la faja de mi pantalón. Y miré la escena analizando mis probabilidades. Estaba rodeada por cinco hombres armados y un sexto tenía una pistola apuntando la cabeza de Danilo. Era una apuesta difícil pero no estaba perdida, era muy buena en el combate cuerpo a cuerpo, desde que era pequeña mi papá había insistido en que supiera defenderme. Recordaba como cada tarde me llevaba a las clases de defensa personal y se sentaba a observarme practicar, nunca olvidaría el orgullo que reflejaban sus ojos cada vez que practicaba o la felicidad que tuvo cuando gané mi primer torneo escolar, mi padre había sido mi mundo entero, la persona que más amaba. Era virtuosa en aprovechar las ventajas de mi constitución y usarlas a mi favor. Pero también era experta en saber cual era el mejor momento para atacar y ese no era cuando tenían las defensas altas, no, era cuando lograban que las bajaran, como siempre me había dicho papá, a veces es mejor esperar que precipitarse.
—¿Podemos hablar? ¿Llegar a un acuerdo tal vez?—dije mostrando sutilmente la pistola que tenía en mi mano, era un claro mensaje de que al más mínimo movimiento atacaría. La vida de Danilo estaba en medio y no estaba dispuesta a jugarmela, no perdería a nadie más—¿Qué les parece si le dejan ir y conversamos un poco sobre el tema?
—Recuerden que la quiere viva así que sean cuidadosos muchachos—dijo el que sostenía la pistola en la cabeza de Danilo y los otros cinco se lanzaron sobre mí.
Retiré el seguro a la pistola, disparé a dos de ellos y cayeron al suelo muertos. Siempre había tenido una puntería excepcional y más tratándose de tiro a quema ropa. Danilo golpeó al que le apuntaba. Rápidamente yo le disparé mientras Danilo se encargaba del resto.
—¿Por dónde?—le pregunté a Gisselle mientras subíamos al coche y Danilo lo ponía en marcha.
—Derecha hasta el final, luego tomen la interestatal y en la primera tomen izquierda—dijo por el altopalante del coche y apagué mi intercomunicador, ya no lo necesitaba.
Tomamos la ruta que nos indicó pero nadamás salir del callejón comenzaron a sonar disparos en el metal del coche. El cristal trasero estalló con una bala que lo atravesó y tuvimos que agacharnos para evitar que un cristal se nos encajara. Cuando tomamos la interestatal una bala dió en el brazo derecho de Danilo.
Tomé el volante y conducí lo más rápido que pude hasta que les perdimos. En el trayecto Danilo recibió un nuevo tiro y una bala rozó mi brazo.
—Gisselle, por favor asegúrate de que haya un médico preparado para atender a Danilo en cuanto lleguemos, si no tenemos ninguna otra complicación estaremos allí en menos de una hora—miré al asiento trasero y ví que Danilo estaba cada vez peor, había perdido todo el color de su cara y estaba empapado en sudor, toqué su frente y estaba ardiendo en fiebre—tal vez menos. Aguanta amigo, aún no te me puedes morir.