Al día siguiente: Los rayos del sol de aquel amanecer no entraban por la ventana, a causa del fuerte torrencial que cernía sobre la ciudad real durante esa mañana. El sonido de los truenos hacía creer que el cielo se estaba desquebrajando poco a poco; y fue gracias al escándalo que orquestaba esa tormenta que Zander abrió sus ojos estrepitosamente. De inmediato, él se llevó una mano hacia su cara restregándola un poco al mismo tiempo que estiraba su otra mano para tocar a Esther, pero su lado de la cama se encontraba vacío. Al darse cuenta de ese hecho, todavía un poco adormilado el rey se quitó la mano que cubría su rostro volteándose para ver esa soledad que yacía en su lecho diciendo: —¿Esther? El rey Zander llama a la pelirroja asumiendo que estaba en la letrina, mientras se sienta