El sol apenas estaba haciendo acto de presencia, cuando el lord Calen y el príncipe Drystan estaban muy despiertos, sentados en el suelo mientras reposaban sus espaldas sobre una de las cuatro paredes del frío y apestoso calabozo donde se encontraban. El lugar medía unos cuatro metros cuadrados aproximadamente, y solo tenía una pequeña ventana redonda que permitía que entrara la luz de la luna durante la noche, y los rayos solares durante el día. La puerta del calabozo estaba fabricada con barrotes de plata, por lo tanto, ellos no se podían acercar porque de hacerlo se lastimaban sus pieles con aquel material nocivo para todos los de su especie. El príncipe Drystan se encontraba pensativo porque a pesar que sería castigado por culpa de esa vampira extraña, solo por salir con ella, extraña