—Sí —fui sincera. —No me daré por vencido, puedes cambiar de opinión. —Gracias, pero no funcionará. No pienso salir de una correa en el cuello para que me coloquen otra. —Tienes gente que te ayuda, ¿cierto? —se ha semisentado en el borde del escritorio y me escudriña con su mirada imponente. No hablaré de Hernán, no caeré en su juego. —Por supuesto que en Londres tengo una familia escogida y estoy segura que pondrían sus cabezas en una trituradora por mí. —Debe sentirse bien —sus palabras son dichas crudas y me hacen sentir agradecida de tener una familia elegida como la banda Paths Meadows. —Es un sentimiento inexplicable, pero a la vez es lo más vulnerable que tengo —sin poder evitar mis ojos se humedecen y miro un punto fijo en la alfombra con formas cuadradas, en todos lados ha