Capítulo 5

1737 Words
Orión Sentado en la sala que ahora servía como comedor comunal, me encontraba sumido en pensamientos profundos, tratando de planificar nuestro próximo movimiento. El espacio, iluminado tenuemente por unas cuantas luces parpadeantes, estaba lleno del murmullo de las conversaciones y el sonido de los utensilios contra los platos. A pesar de estar rodeado de mi manada, un sentimiento de soledad e inquietud me envolvía, como una densa niebla que no lograba disipar. Una de las lobas del grupo, que ayudaba en la cocina, se acercó a mí con paso vacilante. Su expresión era tensa, una mezcla de preocupación y respeto. —Alfa, nos estamos quedando sin alimentos para todos, —murmuró en voz baja, casi como si temiera perturbar el frágil equilibrio que manteníamos. Sus palabras me sacaron de mis reflexiones, recordándome una de las muchas realidades crudas que enfrentábamos en nuestro refugio subterráneo. —Bien, haremos una salida especial para traer recursos, —le respondí, tratando de mantener una voz firme y segura, aunque por dentro me sentía inquieto por la logística y los riesgos que eso implicaba. Terminé el café que tenía en la mano, su sabor amargo y quemado reflejaba perfectamente la dureza de nuestra situación. Miré a mi alrededor, observando a los miembros de mi manada. Algunos conversaban en voz baja, otros comían en silencio. Todos mostraban en sus rostros las señales del estrés y la fatiga que esta situación les estaba causando. Sabía que debíamos actuar pronto; no solo por la necesidad inmediata de alimentos, sino también para mantener la moral y la esperanza en el grupo. Levantándome, me preparé mentalmente para organizar el equipo que saldría en busca de suministros. Cada decisión que tomaba parecía estar cargada de riesgo y consecuencias, pero era mi responsabilidad como Alfa guiar y proteger a mi manada a través de estos tiempos oscuros. Me dirigí hacia la mesa donde Heider, Jake, Robert y Hanna estaban reunidos. —Jake, Robert, salimos en unos minutos, —les anuncié, sin detenerme para discutir los detalles. Había urgencia en mis pasos mientras continuaba hacia la sala de computadoras. Lucas había estado allí inmerso en su tarea desde que volvimos, su concentración fija en el desafío de conectar las radios para la comunicación con los demás búnkeres. Era un trabajo crucial, y sabía que no podíamos permitirnos más retrasos en ese frente. —Voy de salida, estamos escasos de suministros, —le informé rápidamente, saliendo casi corriendo para evitar que él o Samantha, decidieran unirse a la misión. Sabía que Lucas querría ayudar, pero su labor aquí era demasiado importante, y llevar a Samantha sería un riesgo innecesario. —Orión, —llamó Lucas detrás de mí, su voz atravesando el espacio entre nosotros. Me detuve, girándome para enfrentarlo antes de que pudiera ofrecerse a acompañarnos. —Tú no puedes salir, tienes que terminar con eso. Y no llevaré a mi hermana, tu compañera embarazada a esta misión, —dije, anticipándome a sus palabras. Lucas sonrió a pesar de la situación, su humor siempre presente incluso en los momentos más tensos. —Vaya, parece que ya lo tienes ensayado y todo, —se burló. Luego, su expresión se volvió más seria. —Si consigues baterías, te lo agradecería. —Bien, —asentí, comprendiendo la importancia de su solicitud. Las baterías eran vitales para mantener nuestra comunicación y operatividad. Con un último vistazo hacia Lucas, me dirigí a la puerta del búnker, dónde pude ver a Jake, Robert y Hanna ya listos para partir. La decisión era clara en mi mente, y mi mirada hacia Hanna reflejaba toda la desaprobación que sentía. —Tú no vas, —le gruñí con firmeza, haciendo hincapié en mi decisión. No podía permitir que la línea entre la disciplina y los deseos personales se difuminara, especialmente en momentos críticos como este. Hanna, con una voz apenas audible, intentó protestar. —Pero yo puedo ayudar... —murmuró, bajando la mirada, un gesto que revelaba tanto su decepción como su respeto hacia mi autoridad. —Sé lo que pretendes, niña, no pasará nada conmigo, —le dije con una severidad que esperaba disuadirla de cualquier pensamiento ilusorio que pudiera tener sobre mí. Recordaba la reacción que tuvo al enterarse de la muerte de Octavia; el brillo en sus ojos no había pasado desapercibido para mí. Era una mezcla de emoción y algo más que no podía, o no quería, entender. La única razón por la que toleraba su actitud era porque era la prima menor de Jake. Intentando apelar a mi compasión o quizás buscando una conexión, Hanna extendió su mano hacia mi brazo. —Alfa yo no... —empezó a decir, pero no pude permitir ese tipo de familiaridad. Al ver su mano acercándose, Jake a su lado se tensó, consciente de la inminente reacción. Con un movimiento rápido, retiré su mano de mi brazo y la advertí en un tono que no admitía réplica. —Si vuelves a tocarme, —dije, mirándola directamente a los ojos para que entendiera la seriedad de mis palabras, —perderás la mano. Mi voz era fría y decidida, un recordatorio de que yo era el Alfa y que ciertas líneas no debían cruzarse. Con esa advertencia hecha, me di la vuelta y me dirigí hacia la salida del búnker, con Jake y Robert siguiéndome, listos para enfrentar lo que nos esperaba en el mundo exterior. Con las mochilas cargadas y firmemente aseguradas a nuestras espaldas, salimos del búnker hacia lo que una vez fue nuestra ciudad, un lugar ahora irreconocible, transformado por el caos y la destrucción. La misión era clara y peligrosa: recolectar tantos suministros como fuera posible antes de que los Elegidos de la Diosa comenzaran su patrulla. Además, teníamos que estar constantemente alerta para evitar las bestias y demonios que ahora pululaban por las calles, criaturas que se habían convertido en una amenaza constante en nuestro día a día. El aire en la superficie era frío y pesado, cargado con el olor a humo y a ruinas. Los edificios a nuestro alrededor, algunos aún humeantes y otros ya reducidos a escombros, eran un testimonio silencioso del conflicto y el terror que habían azotado la ciudad. Caminábamos con cautela, cada paso medido y silencioso, nuestros sentidos afinados al máximo para detectar cualquier signo de peligro. El ambiente era tenso, cada uno de nosotros consciente de los riesgos que corríamos. Los Elegidos de la Diosa eran implacables en su patrulla, y el más mínimo error podría llevarnos a un enfrentamiento del que quizás no saldríamos victoriosos. Además, las criaturas que habían invadido la ciudad eran impredecibles y mortales. La tienda que habíamos encontrado, que en mejores tiempos había sido un supermercado, era ahora poco más que una cáscara de lo que fue, con sus estantes derribados y productos esparcidos entre los escombros. A pesar de la destrucción, había una promesa de recursos valiosos que no podíamos ignorar. —Ustedes junten todos los alimentos que puedan, yo iré por medicamentos. Si encuentran otras mochilas o algo que podamos cargar, lo hacen, —les ordené a Jake y Robert, consciente de que cada minuto en este lugar incrementaba el riesgo de ser descubiertos. Nos movimos con rapidez y eficiencia, recolectando todo lo que podíamos. La sensación de urgencia se instaló en mí; cada lata de comida, cada paquete de alimentos no perecederos que encontrábamos era un pequeño triunfo en nuestra lucha por la supervivencia. Me dirigí a la sección de la farmacia, donde, para mi alivio, encontré una buena cantidad de medicamentos aún intactos. Recordando la solicitud de Lucas, busqué y recogí todas las baterías que pude encontrar. También me aseguré de tomar vitaminas prenatales para Sam, sabiendo lo importante que era mantener su salud durante su embarazo, especialmente en estas condiciones. Una vez que nuestras mochilas estuvieron llenas y aseguradas, nos preparamos para el camino de regreso al búnker. A pesar del éxito de la misión, la tensión no disminuyó; el viaje de regreso estaba lleno de peligros, y no sería hasta que estuviéramos de nuevo en la seguridad de nuestro refugio, que podríamos respirar con un poco más de tranquilidad. "Al fin puedo volver a hablarte," murmuró, su voz sonando adormecida y lejana, como si estuviera despertando de un largo sueño. "Lamento que estés pasando por eso, Ciro," respondí, lleno de una nostalgia que pesaba en mi pecho. "Pronto volveremos a la superficie y podrás correr libre." Mis palabras eran tanto una promesa para él como para mí mismo. La idea de volver a dejar a Ciro correr libremente, sin las restricciones de los muros del búnker, era una imagen que me aferraba en los momentos más oscuros. La esperanza de restablecer la comunicación con los otros Alfas era lo que nos mantenía enfocados. Estábamos en el umbral de una revolución, una batalla por recuperar nuestras vidas y nuestra libertad. Mientras nos dirigíamos de regreso, con la oscuridad de la ciudad en ruinas a nuestro alrededor, sentía un renovado sentido de propósito. Cada paso que dábamos nos acercaba a nuestro objetivo final, y aunque el camino era incierto y peligroso, estábamos decididos a enfrentar lo que fuera necesario para restaurar el mundo que una vez conocimos. El sonido grave y repentino en el bosque nos hizo detenernos en seco, nuestros cuerpos tensos y nuestros sentidos en alerta máxima. Un ciervo emergió de detrás de un árbol. Era un animal grande, robusto, su presencia inesperada pero bienvenida en medio de la tensión. Su aparición significaba una valiosa oportunidad para obtener alimento adicional para la manada. Miré a Jake y Robert, evaluando rápidamente la situación. Asentí en dirección al ciervo, indicando sin palabras que deberíamos aprovechar esta oportunidad. Jake, comprendiendo el plan, se ofreció voluntario. —Yo iré, —dijo, con una determinación que conocía bien. Con movimientos lentos y cuidadosos, evitando hacer el más mínimo ruido que pudiera alertar al animal, Jake me pasó su mochila. Sus ojos estaban fijos en el ciervo, calculando el momento y la distancia. Entonces, en un instante de pura habilidad y gracia, se lanzó hacia el ciervo, transformándose en su forma de lobo justo antes de cerrar sus fauces sobre el cuello del animal. Mientras observaba, sentí una mezcla de alivio y orgullo. Con el ciervo asegurado, nos preparamos para regresar al búnker. Este éxito no solo significaba comida adicional, sino también un impulso moral para todos, una muestra de que aún en las circunstancias más difíciles, podíamos encontrar maneras de sobrevivir y prosperar.
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