Capítulo 26

1684 Words
Orión El aire estaba cargado con el peso de la tragedia mientras nos movíamos por el territorio de Adrián, haciendo todo lo posible para acomodar a los sobrevivientes. Su Búnker principal, una vez un refugio seguro y organizado, ahora era un hervidero de actividad frenética. Las caras cansadas y preocupadas de la gente iban y venían ayudando a quien lo necesitara. Con cada nuevo escondite que encontrábamos y preparábamos, se sentía un alivio temporal, sabiendo que estábamos haciendo algo para mejorar las circunstancias de aquellos que habían perdido tanto. Pero la realidad era dura; cada rincón del búnker estaba lleno, cada espacio habitable, ocupado. El aire se sentía más pesado, más cerrado, con cada nuevo habitante que llegaba, buscando seguridad. Finalmente, con la situación en el búnker de Adrián tan estable como podía estar y dejando allí a Yulia y An para que ayudaran, nos dirigimos hacia el territorio de Alfa Seth, con la promesa de reencontrarnos con los miembros de mi grupo que dejábamos atrás. El aire estaba impregnado de un pesado sentimiento de desolación a medida que nos acercábamos al siguiente territorio. La tierra, alguna vez fértil y llena de vida, ahora estaba yerma y desgarrada, un testimonio mudo del poder destructivo de los Elegidos de la Diosa Luna. Los árboles estaban quemados y retorcidos, sus ramas desnudas se extendían como dedos acusadores hacia un cielo gris y opresivo. Las estructuras que alguna vez fueron hogares y lugares de encuentro ahora eran ruinas humeantes. El silencio era ensordecedor, un recordatorio cruel de las vidas que se habían perdido. Alfa Seth nos recibió con un rostro marcado por el dolor y la fatiga. Sus ojos, una vez llenos de vida, ahora reflejaban una profunda tristeza y cansancio. —Alfa Orión, —me saludó con una voz ronca, —este es lo que queda de mi territorio. Nuestro territorio fue el más afectado porque estamos más cerca de la acción, —dijo intentando hacer una broma, pero la falta de humor en su tono era evidente. —Podríamos pensar en movernos más al sur... —comencé a sugerir, buscando alguna solución que pudiera ofrecer un respiro en medio del caos. Pero Seth me interrumpió, su voz cargada de pesar. —Movimos hace dos semanas a ancianos y niños al sur, en un búnker alejado de todo esto, solo quedamos guerreros aquí, quienes voluntariamente quisieron quedar. —Las palabras salían con dificultad, como si cada una fuera una carga que tenía que soltar. Miré a mi alrededor, viendo los restos chamuscados de lo que alguna vez fue un lugar lleno de vida y alegría. Ahora, solo quedaban cenizas y recuerdos dolorosos. El viento soplaba suavemente, moviendo las cenizas en remolinos fantasmales, como si fueran los últimos suspiros de un mundo que una vez conocimos. —Lo siento, Seth, —dije finalmente, mi voz llena de empatía por su dolor. —Esto no es lo que ninguno de nosotros esperaba. Pero tu decisión de proteger a los más vulnerables es algo que todos debemos admirar. Seth asintió, su mirada perdida por un momento en algún recuerdo distante. —Hicimos lo que pudimos, —dijo con un tono de resignación. —Ahora, lo único que nos queda es luchar y esperar que algún día, todo esto tenga sentido. El búnker de Seth tenía un aire de melancolía que se sentía en cada esquina. Los pasillos, amplios y ahora excesivamente espaciosos, resonaban con el eco de nuestros pasos. Las habitaciones, preparadas para acoger a muchos más, eran ahora un testamento silencioso de la pérdida sufrida. A medida que caminábamos, Seth continuaba hablando, su voz cargada de una tristeza profunda. —Cada ataque nos ha costado. Hemos luchado con todo lo que teníamos, pero... simplemente no fue suficiente. Mirando los rostros de los pocos que quedaban, vi una mezcla de determinación y fatiga. Eran guerreros, sí, pero también eran personas que habían soportado más de lo imaginable. —Lo lamento, Seth, —repetí, sintiendo que mis palabras eran insuficientes ante la magnitud de su pérdida. Llegamos a las habitaciones asignadas, y Seth me dejó con un gesto de despedida. —Descansa mientras puedas, Orión. Mañana será otro día, y necesitaremos toda nuestra fuerza. Asentí, sabiendo que tenía razón. Al cerrar la puerta de mi habitación, me dejé caer en la cama, sintiendo el peso de todo lo que había sucedido, era hora de contraatacar. *** Salí disparado de la cama con un plan en mente. Me dirigí al comedor del búnker buscando a Alfa Seth, cuando lo encontré, me acerqué a él y los hombres que lo acompañaban. —En una hora, nos reuniremos con los otros Alfas, —anuncié, manteniendo la mirada firme y segura. —Discutiremos nuestro próximo movimiento y cómo podemos utilizar nuestras fuerzas de manera más efectiva. Seth asintió, moviéndose con eficiencia para coordinar la llamada. Mientras tanto, los ojos de los guerreros a mi alrededor brillaban con una nueva chispa. Era la chispa de aquellos que habían perdido mucho, pero que aún no estaban dispuestos a rendirse. En ese momento, supe que cada uno de nosotros compartíamos la misma resolución. No nos dejaríamos vencer por el miedo ni la desesperación. Era el momento de reunir nuestras fuerzas, de planificar y actuar. La idea de contraatacar, de tomar la iniciativa en esta guerra despiadada, parecía encender un fuego en cada uno de los presentes. Los guerreros comenzaron a hablar entre ellos, sus voces llenas de una energía renovada. Se podía sentir un aire de camaradería y unidad, una sensación de que, a pesar de todo, aún éramos fuertes. La atmósfera del lugar cambió de una de agotamiento a una de preparación activa para lo que vendría. Mientras esperaba, observaba a los guerreros en el comedor. A pesar de su cansancio y las cicatrices de la batalla, había una resiliencia en ellos que me inspiraba. Eran el corazón y el alma de nuestra lucha, la verdadera razón por la que no podíamos permitirnos fallar. Finalmente, llegó la hora de la llamada. Seth me señaló que todo estaba listo y nos dirigimos a la sala de control, donde la comunicación con los otros Alfas se establecería. Me senté frente a la pantalla, preparándome para ver los rostros de mis compañeros Alfas, sabiendo que cada uno de ellos había pasado por pruebas similares. Uno tras otro, los rostros de los Alfas aparecieron en la pantalla, cada uno mostrando la misma mezcla de determinación y fatiga que veía en los míos. Intercambiamos saludos breves antes de entrar en materia. —Compañeros, —comencé, —es hora de cambiar nuestra estrategia. No podemos seguir defendiéndonos pasivamente. Ha llegado el momento de planear un contraataque. Las reacciones fueron mixtas, algunos mostraban entusiasmo ante la idea, mientras que otros expresaban preocupación por los riesgos involucrados. Discutimos posibles tácticas, compartimos información sobre las fuerzas y debilidades del enemigo, y consideramos cómo podríamos unir nuestras manadas para un impacto más significativo. La reunión fue larga y por momentos tensa, pero al final, logramos llegar a un consenso. Formularíamos un plan de ataque, uno que nos permitiría tomar la iniciativa y posiblemente cambiar el rumbo de la guerra. La sala de control, con sus luces parpadeantes y pantallas iluminadas, se llenó de una tensión palpable mientras delineábamos nuestro plan. —Nos comenzaremos a movilizar hacia el territorio de Alfa Seth, desde mi territorio, Lucas liderará a los guerreros que vendrán a combatir aquí, —dije, sintiendo el peso de cada palabra. Era una jugada audaz, pero necesaria. Sentía mi corazón latir fuertemente, consciente de que estábamos apostando mucho en este movimiento. Alfa Einar, con su expresión siempre calculadora y su mirada intensa, asintió con firmeza. —Estoy de acuerdo, —dijo, su voz resonando con fuerza y convicción. —Detrás podríamos organizar un grupo que auxilie a los sobrevivientes. —Su propuesta era estratégica, y su enfoque siempre en la vanguardia de la batalla se hacía evidente. Alfa Adrián, con un semblante marcado por recientes pérdidas, habló. —Bien, nuestras Lunas se harán cargo de los búnkeres mientras movemos a los guerreros a ese punto. —Su voz estaba teñida de una mezcla de determinación y tristeza, recordando la valentía y sacrificio de aquellos que había perdido. Con un suspiro, cerré la reunión con palabras que sabía eran una orden, pero también una esperanza. —Tienen unos días para llegar. —Estas palabras resonaron en la sala, marcando el inicio de una cuenta regresiva crítica para nuestra supervivencia y victoria. Con una sensación de logro, finalizamos la llamada, cada uno de nosotros sabiendo que los próximos días serían cruciales para nuestra causa. —Alfa, ¿tienes un minuto? —La preocupación se reflejaba en los ojos de Seth. El pasillo del búnker, iluminado por luces tenues que proyectaban sombras largas, amplificaba la gravedad del momento. —Hemos recibido noticias de grupos humanos escondidos en la montaña, estamos haciendo una expedición para rescatar a la mayoría, —explicó Seth con un tono serio. —En media hora nos moveremos, —respondí con firmeza. Aunque respetaba su liderazgo en su territorio, la seguridad de todos estaba en juego. Seth asintió, pero había una determinación inquebrantable en su voz cuando añadió: —Bien, pero yo saldré con mis hombres... tú te quedarás a recibir a los sobrevivientes. —Su tono era bajo, pero sus palabras resonaron con autoridad y decisión. —Yo debería salir contigo... —empecé a protestar, sintiendo la necesidad de estar en primera línea, de hacer más. —No, tú tienes que quedarte, —interrumpió Seth, mirándome directamente. Había una mezcla de respeto y firmeza en su mirada. —Tú eres el Alfa principal, y tu lugar es aquí, asegurándote de que todos estén preparados para lo que viene. Sabía que Seth tenía razón, pero cada fibra de mi ser quería estar allí afuera, luchando y protegiendo. Con un suspiro pesado, me di la vuelta y regresé a a la sala de control. Aunque parte de mí deseaba estar en el campo de batalla, otra parte sabía que mi rol como líder significaba tomar decisiones difíciles y, a veces, quedarme atrás para coordinar y planificar.

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