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El viento sopló con fuerza, excusa suficiente para volver adentro, para constatar que lo que había visto no era una simple fantasía y que el hombre que había entrado, era aquel a quien yo buscaba. —Deberíamos saludar al señor Dashwood. ¿No lo cree conveniente?—sugerí tomando del brazo a la señora Martha, sonrió ligeramente, tal vez había pensado lo mismo que yo. —Por supuesto, es una buena idea. Caminamos lo que para la señora Martha podría considerarse veloz, pero en realidad no lo era, tenía sesenta y cinco años de edad y una enfermedad en los huesos que ya no le permitían tener una movilidad ágil, así que mientras caminábamos devuelta al interior de la mansión a paso lento trate de controlar mis propios nervios, estaba nerviosa, emocionada y asustada, todo al mismo tiempo y en un mis