—¡Espera, Emma!— escuché la voz de Isabel que provenía del interior del Jardín, unos segundos más tarde salió presurosa con una caja en sus manos—¿Te vas a ir sin despedirte?
En realidad, no había pensado en despedirme porque hacerlo es deprimente y últimamente no me encontraba con el mejor ánimo para decir adiós a nadie, aún no me daba a la idea de que mis padres ya estaban dos metros bajo tierra y yo era una huérfana con un futuro incierto.
—No quería molestarte—mentí.—estabas durmiendo.
El rostro de Isabel mostró una expresión melancólica, prueba de que me había tomado cariño o al menos así lo deduje, me sentí mal por querer irme sin tener la oportunidad de hablar con ella una última vez.
—Tú no eres una molestia. Mira, entre las chicas del jardín, las cocineras y yo juntamos algo d
