8. Capítulo

950 Words

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle? —Hola, trabajo haciendo entregas y vine a traerle esto, es un regalo de parte del señor Ansarifard, su prometido. Se contuvo de poner los ojos en blanco. Aún no aclaraba ese asunto con Rashid. No podía pretender llevar las cosas bajo perfil cuando ahora pronunciaba ser su prometido y ella su prometida. La verdad que no comprendía su forma de actuar. —Vale. ¿Qué es esto? —Son chocolates suizos, tenga. Que pase feliz día. —Lo dudo, gracias. Volvió al interior de la vivienda y cerró la puerta. ¿Es que habían cámaras y ella no se había dado cuenta? No, peor aún, ¿Alguien rastreaba sus mensajes? ¿Lo hacía? Tomó su teléfono y averiguó sobre el texto. Entonces se llevó una mano a la boca al descubrir que le había enviado el mensaje al Árabe

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