Primero un Salto

1801 Words
— Señore ¿Do’ carro’ no son mucho? — Preguntó Zuleika, suponiendo el hecho de que el peaje podría costar mucho dinero. — No, mhija. Necesitamo’ má’ carro’, utede andan como si e’ de mudanza. — Interpuso Alfredo burlándose de su novia, ya que tanto ella como las demás niñas andaban con varias maletas. Eran las seis y treinta de la mañana. Era fácil encontrar en las afueras de la universidad estatal uno que otro coro que se armara con fines de viaje, ya que solía ser un punto de reunión para dichos fines. Todos quedaron de acuerdo en que se irían Vladimir, Coral, Alfredo y Zuleika con el mecánico como conductor principal, mientras que Sulermy se irían con Yossiel y Vanessa, lo que todavía estaba en discusión era la ruta por la que transitarían. — Señore, vámono pol donde dijo Yossiel, apalte de que él sí vive en Samaná, Villa Mella e’ un infielno en la hora pico, y ahora to’ el mundo va salí, utede saben cómo e’. — Decía Alfredo argumentando que la razón de Yossiel era la correcta. — Pero por La sAmérica e’ muy lejo. — Quiso contradecir Sulermy — Pero e’ má' rápido. — Contestó Yossiel. — Vámono, que mientra má’ peldamo el tiempo dicutiendo, peol se va poné el tapón que encontremo. — Impuso Vladimir. Discutieron durante quince minutos sólo para terminar dándole la razón a Yossiel. Era más que evidente que la tenía, pues iba a su pueblo a cada rato, si no, su abuela lo linchaba, ya que la doña no entendía de razones de no ver a sus nietos, y había que complacerla en lo que ella pidiera, sobre todo los que estaban en el país, y tanto el hombre de color oscuro que casi brillaba a la luz del sol era capaz de bajarle la luna a su “Viejita” si fuera necesario. Sin embargo, ellos llegaron hasta un punto antes de arribar a la casa de la abuela en Samaná, no sin antes pararse varias veces a las chicas desahogar sus vejigas, abastecerse de más chucherías, y tomarse varias selfies, vanidosas ellas, de haber sido por ellas, sobre todo por Coral, se morían de camino; ella se comportaba como quien nunca había hecho turismo interno, pues se volvía frenética con cada paisaje, era como si su nivel de asombro fuera el de una niña pequeña. En cosa de dos horas y cuarenta y cinco minutos, es decir, a las nueve de la mañana ya estaban en El Limón, Samaná. Pero la subida era otro cuento, ya que se debía hacer una travesía de cuarenta y cinco minutos más para llegar allá. Al enterarse, tanto Coral como Zuleika se comenzaron a quejar, no obstante para Sulermy era una experiencia que estaba dispuesta a experimentar, porque aunque nunca había ido a este lugar, investigó lo suficiente para saber a lo que venía, que aun habiéndolo hecho las otras dos, daban lo que fuera para no tener que caminar nada, ya que, aunque se podía en caballo, era más recomendable a pie, o al menos así lo creyó la mayoría, llenándose de lodo, haciendo que las dos muñecas de porcelanas blanca y pequeña, y la flaca canela quieran llorar. Mas, cuando llegaron al Salto, todo el mundo se olvidó del calor que habían sufrido, el barro y los sudores que tenían por todo el cuerpo, y la burla que habían recibido de los hermanos Morrison, que ya estaban acostumbrados a tales travesías. El Salto el Limón era un lugar espléndido, cuarenta metros de altura de la planicie, pero al llegar ahí era una vista rodeada de vegetación. Una cascada de unos cincuenta metros que terminaba en una piscina natural con un agua color aguamarina hermosa, cálida y dulce. Los primeros en lanzarse por las cataratas fueron los varones, quienes estaban ya preparados prácticamente antes de llegar al punto donde empiezan las aguas a caer. Había una exhibición de piernas peludas, en tres tonos, blanca, canela y moreno oscuro. Todas las chicas suspiraron, menos Vanessa, ya que, además de que un par de esas patas eran las de su hermano, las otras no les parecieron muy atractivas. — Prefiero un color máasss… — Vanessa se quedó como pensativa unos segundos. — ¡Jojoto! — ¡Ay! Pero eso ya e’ decolorío, linda. — Contradijo Sulermy. — Me gusta la diversidad colorística, querida. — Dijo Vanessa moviendo sus hombros en forma coqueta. — Creo que conozco un par de piernas con esas características. — Intervino Zuleika mirando a Coral. — ¿Tienes un hermano? — Preguntó Vanessa de repente dirigiéndose a Coral, asustándola por lo eufórica de su manera al hacerlo. — Sí, pero es un idiota. No vería a una buena mujer aunque se la pongan en frente. Tanto a Sulermy como a Zuleika les pareció extraño el comentario de Coral, ya que hacía poco más de una semana casi le sacaba los ojos a la curvy trigueña por ofender a su hermano, más lo dejaron así, por el momento. Los muchachos comenzaron a rogarles a las chicas que se lanzaran al agua, que estaba buenísima. Había más gente allí, pero era natural que cada grupo hiciera su alboroto característico, eran varios visitantes después de todo. Todas saltaron sin el más mínimo miedo, pero Coral fue la última en hacerlo, de hecho, se había ofrecido en cuidar los ajuares de cada quien mientras disfrutaban del agua, que ella después lo haría. La verdad era que a ella le aterraba la idea de lanzarse de tan alto, odiaba las alturas. Vladimir estaba dispuesto a ayudar con eso, ya los demás se habían cansado de rogarle a la diminuta del grupo, pero él estaba dispuesto a ir con todo, ya estaba tardando mucho acercarse a Coral. — ¿Tú no te piensa bañá? A eso venimo. — E’ que me da miedo tirame, Vladi. — Si tú quiere lo hacemo junto’. — ¿No será peligroso hacé eso? — Vamo a probá a ve. Vladimir envolvió entre palabras a Coral mientras la llevaba rumbo a la orilla de la cascada, de forma de que cuando ella se dio cuenta, la tomó y la abrazó tan fuertemente que ella gritó durante toda la caída, haciendo que los demás se asustaran. Una vez salida de las profundidades del agua, ella quiso entrarle a golpes a aquel muchacho. Suerte que ella dejó de dar alaridos justo antes de tocar el agua, pues escuchó cuando él le dijo: — Respira. Si no, tuvieran que salir de emergencia a buscar socorro. Muchos de los que estaban allí, comenzaron a murmurar sobre el temerario salto de Vladimir con Coral, luego le llamaron la atención para que no volvieran a hacer algo así, ganándose el grupo unas que otras miradas reprobatorias, pero ellos, lejos de sentirse mal por ello, les dio con reírse. Tal acto le sirvió a la chica para esta vez lanzarse sola, pero prefería estar titiritando de frío cuando le daba el viento luego de bañarse, abrazada al cuerpo de aquel hombre que tanto le gustaba, se sentía acurrucada entre sus fuertes brazos y ese pecho tan espacioso, al descubierto para ella solita. Lo mismo pasaba con Alfredo y Zuleika, que más bien parecían dos anguilitas entrelazadas, pero de colores contrastantes. En el caso de Yossiel, para él no hubo suerte con Sulermy. Era hora de subir las doscientas escalinatas que daban al balneario, para las chicas la peor parte, por lo que los hombres tomaron sus pertenencias para ayudares a cargar, pero una vez habían salido de esa parte, debían tomar cada quien lo suyo. Sulermy comenzó a quejarse por el poco tiempo que estuvieron en aquel lugar. — Na má’ hicieron caminá a uno pa coge guto. Cuando el’agua se ‘taba poniendo buena, sacan a uno. — Puso los labios juntos a modo de trompa, mientras fruncía el ceño y miraba de mala gana a Yossiel. — ¡Ah, no, linda! No ponga esa cara que te ve’ fea… Tenemo que bajá pa mi casa, si no, la abuela me deshereda. — Explicaba el morenazo. — Eso e’ veldá… — Intervino Vanessa en favor de su hermano. A eso de las dos de la tarde arrancaron para la zona del malecón de Samaná, cerca de allí vivía la familia de Yossiel y Vanessa, llegando luego de treinta y tantos minutos. Mientras llegaban, Zuleika interrogó a Coral de por qué le había dado esa respuesta tan rara a Vanessa. — La veldá, flaca, e’ que mi helmanito e’ medio clasita, y no me quiero imaginá si conoce a Vanessa. Ella e’ muy linda pelsona y no quiero me quiero imaginá que salga con una de la del. Ya él y Yossiel casi se acualtelan pol Sulermy, peor sería que ese hombrote viera al fatal de Gil faltándole al repeto a su helmana… — Terminó Coral de explicarle a Zuleika, la que hizo una mueca extendiendo su boca y abriendo los ojos en aparente sorpresa e imaginándose tal escena. Los Morrison llegaron hasta su casa en Samaná. Yossiel quiso abrazar y besar a su abuela para tratar de enfriarse, ya que la doña estuvo esperando desde muy temprano a su nieto querido con su hermana y visitas, hasta pescado frito con coco, y unos tostones de plátanos verdes, aguacate y moro de guandules con coco también aguardaban a los visitantes. — Muchacho mal agradecío. ‘Toy eperándote dende temprano y tú coge pal Salto ese, ¿Quién tú te cree que yo soy? Tú a mí me cumple. Ahora vayan a comese to’ esa comida, no se va peldé, no. Tal recibimiento arrancó carcajadas diversas de todos los que acababan de llegar, pero todo se tornó más irrisible cuando la enamorada del anfitrión soltó una carcajada con un sonido algo peculiar: — ¡Ñyajaja! — ¿Esa e’ la muchachita de la que tú ‘ta enamorao? Se ríe con guto… Me guta pa ti… Ven muchachita, déjame conocete mejol, ven. Yossiel se puso blanquito de los nervios al ver como su abuela lo había metido al medio al hacerle saber a todos delante de la misma Sulermy que ella le gustaba, ella por su parte se puso rojita de la vergüenza de ver como la doña le estaba dando su posible aprobación. Vladimir esperó que todos entraran a la casa y siguieran a la abuela de Yossiel, para tomar a Coral por su brazo izquierdo. — Oye, tú si ere… Decía Coral, pero no pudo terminar la frase, ya que Vladimir tenía rato desesperado, desde que se abrazó a ella para lanzarse de la cascada del Salto del Limón por darle un beso. Y se lo dio, uno profundo, que sólo cortaron por buscar aire para respirar y porque los llamaron no pudieron continuarlo, por ahora.
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