Capítulo 5

1048 Words
Con un poco de molestia me levante de la cama, no porque me lo ordenará los médicos, sino porque quería ver a mi otro bebé, mi pequeña. Camine llevándome mi suero, cosa que preocupo a la señora Martha porque no podía acompañarme porque la había dejado encargada de mi pequeño Arty, así que me fui sola al área siguiendo los letreros de aquel lujoso hospital. Subí al ascensor dos pisos arriba hasta llegar al área de cuidados intensivos neonatales, aunque antes de llegar no pude evitar pasar por el área de cuneros, el cual era una habitación donde supuse mantenian a los bebés recién nacidos mientras le asignaban una habitación a la madre. Ahí se encontraban algunas personas, quizás familiares de aquellos pequeños qué les tomaban fotografías y comentaban lo hermosos qué eran. Esas personas eran familias felices, solo que mientras caminaba por ahí sin qué nadie notará mi presencia, sentí cierta nostalgia por no tener exactamente lo mismo que aquellas, por no tener a nadie a mi lado a excepcion de la señora Martha, de no tener una madre que me diera consejos sobre maternidad o un esposo que estuviera extaciado de felicidad. Con mi suero a mi lado camine hasta la puerta que tenia el nombre de la especialidad que ahi se llevaba acabo. En el interior se escuchaban los llantos fuertes y tambien debiles de varios niños, asi que con el corazon hecho un nudo, me anime a llamar a la puerta. Una enfermera abrió la puerta, llevaba puesto un uniforme blanco con pequeños conejitos sobre toda la tela, ademas tenia puesto un cubrebocas y tambien llevaba un gorro quirúrgico qué apenas me permitía ver su rostro. —¿Necesita algo?—me pregunto con cierta seriedad mientras me miraba de abajo hacia arriba. —Disculpe la molestia, vengo a ver a mi pequeña—expresé, pero supuse que me había mirado de esa forma debido a mi apariencia. Llevaba la bata del hospital puesta, además llevaba conmigo mi suero y seguramente el aspecto de mi rostro daba mucho qué desear. —¿Su pequeña?—cuestiono un tanto extrañada. Volvio la mirada al interior, como si estuviera buscando la confirmación de otra persona. —Tenemos un nuevo ingreso ¿Verdad?—cuestiono la mujer y enseguida tomo una especie de placa de madera con varias hojas encima. —Si, es el bebé Sallow—respondió otra voz, una femenina, aparentemente ocupada, aunque escuchar el apellido de mi esposo fallecido me golpeó en la debilidad emocional qué tenía en ese momento. —Muy bien señora—se volvió de nuevo hacia mi, aunque con cierto aire de hartasgo o quizás molestia—puede pasar, pero solo por esta ocasión, acaba de tener una cirugía, no venga hasta que este recuperada. Asentí, aunque sus palabras no ayudaron mucho al como me estaba sintiendo en ese momento, me sentí, quizás, la peor madre del mundo, pero me trague aquella sensación y me adentre siguiendo el protocolo qué aquella enfermera me indico. Además de la bata qué cubría mi cuerpo desnudo, fui obligada a ponerme otra encima, una de color azul y que a diferencia de la bata qué llevaba, esta era más larga. Me cubrí el cabello con un gorro quirúrgico y un cubrebocas, tal cual lo llevaba la enfermera. Me lave las manos usando un método un poco más tardado, pero aparentemente funcional al momento de retirar ciertas impurezas, sobre todo virus o bacterias qué pudiera dañar la salud de algún pequeño, así que una vez lista, entre a la siguiente habitación. Todo estaban pintado de blanco, pero no había exactamente mucha iluminación, ya qué aparentemente los pequeños en los cuneros y encubadoras estaban descansando a excepción de uno a quien estaban alimentando con una sonda gástrica. Un pequeño tubo apenas visible desde donde yo me encontraba, pero por el cual, estaban pasándole fórmula láctea para alimentarlo con una jeringa. Aquel bebé estaba desnudo, únicamente con su pañalito, pero su tamaño era grande en comparación con otro pequeño qué logre ver y quien de hecho era una niña, una qué tenía el apellido Sallow en su cunero. Habría querido qué ese apellido no estuviera colocado ahí, no porque tuviera algo en contra de su padre, sino porque era aquella odiosa familia a quien deseaba mantener alejada de mis hijos. Suspire con dolor, no por mi herida, sino por todos los sentimientos encontrados de mi corazón, apenas podía cree lo que estaba viendo. Era una bebecita tan pequeña, la palma de mi mano era más grande que su cabecita y por supuesto, sus manos y pies estaban tan delgados, me dolió ver que podía contar sus pequeñas costilla qué sobresalían de su delgada piel. Mi pequeña tenia una sonda gástrica qué entraba por su boca y seguramente llegaba hasta su estómago. Su bracito derecho estaba técnicamente paralizado con una venda gruesa ya qué, tenia puesto una aguja pequeñita por la qué entraba suero a su torrente sanguíneo, además tenia un pequeño aparatito que estaba sujeto a su piecito como si fuera una pulsera para medir sus latidos cardíacos y la saturación de su oxígeno, así como un pequeño casquito, algo así como una pecerita qué tenía encima de su cabecita para pasarle oxígeno. Verla de esa forma me destrozó, no sabia que mi niña había estado sufriendo de esa forma dentro de mi, pero aunque contemplarla así, tan débil y tan quieta, daba la impresión que en realidad no tendría esperanza de vida, algo me paso, quizás fue mi instinto de supervivencia lo que se activo, quizás una forma de protegerme del dolor para poder afrontar esa situación, porque enseguida aquella sensación de tener un nudo en la garganta desapareció. Me dije a mi misma qué podría con esto, que podria verla así, porque nadie más lo haría, nadie más podría levantar a mi hija más que yo. Mi chiquita estaba dormida y entre sueños hacia pequeños pucheritos, lo que me indico qué tal vez desde que había llegado a ese lugar había estado llorando y por supuesto yo también lo hubiese estado después de haber sido separada de lo único que conocía y después ser llevado a ese lugar frio donde no tenia más que un pañalito puesto y un calefactor qué trataba de brindarle calor.
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