Intente guardar la calma cuando termine de hablar con el pediatra sobre la condición de mi hija, pero en ese intento, olvide que Michael seguía ahí parado como un idiota, hablando por teléfono, seguramente fingiendo que no había escuchado nada. Tome una bocanada de aire como si en realidad fuera a dar un clavado a un océano profundo del que no podría salir y me levante de mi lugar para caminar hacia al ascensor. Cuando lo hice Michael no tardo en seguirme, tal y como crei que lo haría, pero en vez de sacra algún comentario sarcástico de la situación, simplemente se quedó callado hasta quelas puertas del ascensor se cerraron luego de que entramos. —Es verdad lo que le dije al doctor—menciono de pronto, sacándome de los miles de pensamientos que habían empezado a atormentarme. —¿Qué?—men