– Sabrina, despierta – era la tercera vez que Nolan me llamaba amablemente, estaba hecho una miniatura de ángel, parado sobre mi almohada y hablándome al oído casi en un susurro, pero seguí haciéndome la dormida, estaba muy cansada. – Vamos Sabrina, ya es hora de levantarse – repitió esta vez con más autoridad, sin embargo yo me volteé sobre la cama y me cubrí la cabeza con la sábana. Lo escuché suspirar y de pronto lo sentí sobre mí, empezó a tirar repetidamente de la sábana tratando de quitármela. Debía saber que no tenía oportunidad, yo era unas cinco veces más grande que él y por tanto mucho más fuerte, pero aún así se esforzaba bastante, y parecía poco dispuesto a rendirse. Entre ratos se detenía para recobrar el aliento y volvía a jalar, se escuchaban sus quejidos y con solo imagina