Capítulo 15: Disipando Sospechas

2193 Words
—Puedes pedirle las llaves de la camioneta a mi hermano —le dije a Lachlan que enseguida estalló en una carcajada. —No te preocupes —dijo—. Tengo en qué moverme, pero no me apetece sacar el auto. Creo que a Sammy no le molestará hacernos un pequeño favor —dijo llevándome al garaje de la casa y mostrándome una motocicleta negra y plateada. Si era de Sam, no creía que el chico o su novia estuvieran muy contentos con el momentáneo préstamo—. Toma. Necesitarás protegerte —dijo lanzándome el casco del acompañante. —No quiero causar problemas, Lach —dije mirándome en el reflejo del casco. —¿Qué fue eso? —notó él caminando frente a mí y colocándose a una peligrosamente cerca de mí—. ¿Nos decimos apodos ahora, Lizzy? Sonreí y lo empujé lejos de mí ante su ocurrencia. —Si Helena amenaza con comenzar una pelea conmigo, le diré a todos que me obligaste a hacer esto —hablé intentando el vano colocarme el casco en la cabeza. —Si le dices a Sam que te obligué a hacer algo, posiblemente puede llegar a matarme —dijo el de tez morena ayudándome en mi tarea con una notable facilidad y ajustando el cinturón de seguridad con precisión bajo mi barbilla. —A él no debería importarle… —musité. La compra no tardó más de quince minutos que se escurrieron entre bromas y payasadas de Lachlan. Hacía demasiado tiempo que no me reía tanto. Me había olvidado por completo de mi objetivo aquella tarde. —¿Dónde está Anna? —pregunté cuando regresé a la cocina con el caldo, pues no la había visto en toda la tarde y mientras mi hermano conversaba con Helena o se daba pequeñas vueltas por la cocina, la chica Amell estaba completamente desaparecida. —La vi afuera hace unos minutos, estaba hablando por teléfono con Katherine, creo... —respondió Sam quién ahora se dirigía a mí con un tono más áspero de lo normal. Quizás no le había hecho mucha gracia que hubiera ido con Lachlan al supermercado en vez de con él, pero no había razón en su molestia. De la forma en la que yo lo veía, Sam cada día se apartaba más de mí y Lachlan empezaba a arrastrarse debajo de mi piel, haciéndome ver el indudable atractivo que tenía. —Es totalmente de locos que Anna esté hablando con Kat —me encogí de hombros mientras continuaba con mi faena. Me sorprendió un poco que la pelinegra estuviese llamando a la hablantina chica, especialmente porque ellas dos no combinaban mucho. Fueron varias las veces que tuve que separarlas antes de que se asesinaran mutuamente con esas miradas. Desde el día que se me ocurrió comentar que Katherine y mi hermano mantuvieron una pequeña relación hacía unos tres años atrás, aquellas dos se habían hecho enemigas a muerte. —¿Por qué lo dices? —se apresuró a hablar Sam con aquella posesividad que no le correspondía—. Relaciones más extrañas se han hecho en mucho menos tiempo. Sin duda alguna, él estaba celoso. Y se sentía bien que estuviera celoso de Lachlan si aquello despertaba algo en Sam. Después de todo, era una realidad gritada a voces mi palpable interés por él desde que había empezado a conocerlo, y parte de mí sabía que yo también le causaba algo de atracción. Pero Helena era una barrera que yo no quería atravesar, por lo que simplemente decidí sacar a Sam de mi cabeza. El problema, sin embargo, era que Lachlan y su rudo encanto parecían molestar al chico Fennigan hasta la médula. Jensen estaba preparando el pavo para asarlo y necesitaba algunas especies para condimentarlo, así que rápidamente me lancé a buscar los ajos que tenía en mi bolso. Esa era mi oportunidad para probarlo, pensé. —Creo que necesitarás unos pocos ajos para darle sabor —comenté y le estreché el frasco muy atenta a su reacción. Primeramente lo observó con algo de duda y luego volteó hacia el pavo. Sam lo miraba todo de brazos cruzados desde la distancia y parecía que cada vez que iba a comenzar a reír, se pasaba la lengua por los labios y los mordía para controlarse. —Sí, creo que tienes razón —me dijo y tomó los ajos. Sin el más mínimo temor, los sacó y se dispuso a hacer el sofrito para adobar la carne. Al menos ya sabía que eso no le hacía daño, pero no fue suficiente para disipar mis dudas acerca de su verdadera condición. Pocos minutos después mi hermano regresó a la cocina. Anna aún estaba desaparecida por lo visto, pues él tampoco la había podido contactar. —Escuché decir que iría un momento a casa de Kat a invitarla a la cena —dijo Sam mientras preparaba los entrantes. Erick enseguida se ofreció para ir a buscarla. La cena estaría lista en unos pocos minutos y su disposición fue graciosa para los que estábamos en la cocina. —Si esos dos piensan que van a poder negar lo que sienten por mucho más tiempo, están demasiado equivocados. Es tan obvio que sienten una atracción el uno por el otro que se les ve por encima de todas sus intenciones —comentó Jensen. El verdadero objetivo de su conversación no era la relación existente entre nuestros hermanos sino la innegable atracción entre Sam y yo. De cualquier modo, no era el momento ni el lugar adecuado para aceptar parte de mis intereses, así que simplemente traté de evitar sonrojarme como casi siempre lo hacía y me centré en poner la mesa. Llevé el bolso conmigo, pero por el nerviosismo dejé caer las flores al suelo. Me llevé las manos a la boca para intentar no sobresaltarme. Pensé que Jensen iba a reaccionar precipitadamente y debo admitir que el terror se apoderó de mí cuando vi que se acercaba a recoger las flores lentamente. —Verbena —comentó agachado a horcajadas frente a la flor sin tocarla—. Es una flor muy sencilla, pero preciosa. ¿Sabías que la verbena es la única fragancia que pueden oler los caballos sin perder un rastro? —me preguntó el rubio. —No tenía ni idea. Solo me pareció una flor delicada —mentí un poco nerviosa—. Olvidé que Veronica me dijo que en Valley City siempre se les lleva flores a los anfitriones de una cena. —Rosas, Lizzy —corrigió Sam. Él nunca me había llamado así antes—. La tradición es regalar rosas rojas. La otra flor es acónito —continuó señalándola, pues aún continuaba en el suelo y dirigiéndole una curiosa mirada a Jensen. —¿Eres botánico ahora? —arremetí encubriendo el nerviosismo con irritación. —No. Simplemente es un hobby que practico en mi tiempo libre; por cierto, el acónito… —Es venenoso. Lo sé. Y si se aplica por vía externa actúa sobre las terminaciones nerviosas, en un principio genera excitación y rubor, y luego parálisis, parestesias y anestesia —le interrumpí envolviendo la flor en un papel de cocina para no tocarla. —Sí, pero se te olvidó mencionar que es considerada por las culturas americanas y algunas europeas como “matalobos”, por la supuesta habilidad de debilitar a los hombres lobo. Además, te olvidaste del muérdago, dicen que causa más estragos a esta presunta especie sobrenatural y también es venenoso para los humanos —continuó Sam. Su tono de voz era bromista pero me hizo sentirme un poco incómoda, como si ellos ya supieran mis verdaderas intenciones. La llegada de Erick, Anna y Katherine fue justo a tiempo para salvarme del mal rato por el que estaba pasando. Kat me ayudó a preparar la mesa y yo la serví. Mi último recurso era el agua bendita que puse en el vaso de Jensen, pero eso tampoco sirvió. Bebió el agua y el vino como si nada. Cada vez se me hacía más inciertas mis suposiciones. No sabía si era un error que mis ojos habían cometido y la paranoia me estaba matando, o si realmente era un ser sobrenatural del que nunca había escuchado hablar. La cena fue, a pesar de todos mis temores, tremendamente entretenida. El pavo quedó delicioso y la ensalada estaba muy bien aderezada. Sin duda éramos unos cocineros excelentes, nosotros tres. Durante el postre, un delicioso pastel de manzana que Anna preparó en la tarde, Sam recibió una llamada y le pidió a Lachlan que lo acompañara a la comisaría. Al parecer habían detenido a su hermano menor por participar en una carrera ilegal de autos a pocos kilómetros de Bismarck. —Asuntos de familia —dijo el de tez morena haciendo una mueca hastiada, pero Sam lo agarró por la chaqueta de cuero y prácticamente lo arrastró fuera de la casa. —Lucas puede ser un poco difícil de tratar —explicó Jensen refiriéndose al hermano menor de Sam—. Y Lachlan no es muy conocido por su sutileza en determinadas situaciones. —¿Y acaso Lachlan y Sam son familia? Sam es adoptado, ¿no es cierto? —pregunté extrañada ante las palabras del moreno. —Son como hermanos, Elizabeth —explicó Helena—. Aunque no lo parezca, porque Lach se sigue comportando como un jodido adolescentes, él es como si fuera el hermano mayor de Sammy, aunque claramente sabemos cuál de los dos es responsable de sus actos. —Creí que Sam era mayor en edad que Lachlan... —me extrañé, pues según me habían dicho, Lach tenía unos 18 y Sam casi 20 años. —¡Oh, sí! —rió la pelirroja—. A veces lo olvido. Los años se me pasan sin más... La aclaración me hizo tragar en seco. Si aquellos dos tenían realmente un lazo de hermanos, había una gran bandera roja que no me podía permitir tocar por ningún motivo. No pretendía ser motivo de una disputa entre Sam y Helena; mucho menos, entre el chico y al que consideraba su hermano mayor. Me dispuse a ayudar a lavar la loza luego de la cena mientras Jensen guardaba en las repisas los platos que iba fregando y Helena y Anna le daban el prometido paseo a Erick por la vasta propiedad de los Amell, que llegaba hasta una quieta laguna a unos metros de la casa. Mil y una duda me atacaban a cada segundo. Estaba absolutamente segura que Jensen no era humano, como también estaba consciente que él ya sabía el porqué de mi visita esa tarde. Tenía que arriesgarme y por eso mismo no me importó mucho cortarme “accidentalmente” la mano izquierda mientras lavaba el cuchillo. Rápidamente observé en el cristal de la ventana frente a mí el rostro de Jensen, pero seguía igual, mirando a los platos que tenía en su mano. Con cautela, como para que no me asombrara, levantó su mirada y conectó con mis ojos. Sabía lo que había hecho y que estaba observando cada uno de sus movimientos. —Si lo sabías ¿por qué tratas de comprobarlo? —me preguntó mirando hacia el cristal. —Porque no lo creía —respondí aún sin voltearme por miedo a la reacción que este pudiera tener para conmigo. Estaba enfrente de un verdadero ser sobrenatural. Su existencia de escapaba de este mundo. —¿Qué eres, James? —pregunté cubriendo la herida con el extremo inferior de mi abrigo, pero el flujo de sangre aún continuaba sin disminuir y las primeras gotas ya empezaban a caer en el suelo. —Soy un vampiro, Lizzy... ?????????????????? Nota de Selene M. Roth: Hola, mis Moonwalkers!!! Hago este paréntesis porque porque a partir de hoy, voy a comenzar a explicar las características principales de cada uno de los seres sobrenaturales que ustedes y Lizzy vayan descubriendo en Valley City en una serie de post llamados Bestiarios, en mi cuenta de **, @selene_marie_writer y mi página de f******k, Selene's Third Moon, dedicadas expresamente a El Valle de los Lobos. Hago esto para no abarrotar el libro de información y para que ustedes puedan acceder a las listas y los continuos descubrimientos sin necesidad de perderse en la trama. Allí, podrán encontrar una breve explicación de las habilidades e historia de estas criaturas, que, cómo ustedes saben, no solo se van a limitar a vampiros y brujas. A medida que vayan descubriendo más junto a nuestra protagonista, también ampliaré la información disponible y les servirá para mantener organizado todo lo relacionado con nuestro universo de Valley City sin necesidad de tener que releer los capítulos anteriores. Hoy ya pueden encontrar el post dedicado a los vampiros ya que, cómo ustedes saben, los hermanos Amell son dos chupasangres!!! Además, a partir de mañana y a petición de ustedes, voy a publicar fotos de como yo me imagino a cada uno de los personajes de mi historia, basados en celebridades, cantantes y modelos. Los estaré esperando!!! Y si están disfrutando leer esta historia tanto como yo he amado escribirla, no duden en recomendarla para ampliar la familia de Moonwalkers en Valley City!
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD