Sentir la cabeza de Inda Flores reposar sobre su espalda mientras él conducía hacia la ciudad, y enseguida hacia la universidad a la que pretendía entrar, era uno de los regalos que nunca imaginó volvió a vivir. Ella sonrió apenas reconoció la vieja confidente de Aster, aquella oxidada y ruidosa motocicleta. El clima tropical había provocado que las mejillas de la joven brillaran, por lo que cuando ambos bajaron del vehículo de Aster, este sonrió con ternura y tocó suavemente con su mano el rostro de Inda. —Eres bellísima. —Suspiró, su corazón latía de manera débil, ella lo ponía débil y ni siquiera lo sabía. —Tú te ves bien, seguramente vas a impresionar al director o rector, yo qué sé. —Sonrió imitando el acto de Aster. Para él, sentir las suaves manos de Inda sobre su rostro era rid