"Capítulo 1: Preludio"

2180 Words
Las olas del mar mantenían a Inda Flores en un constante estado de ensoñación, siempre había sido así. Desde que era una adolescente el suave golpeteo de las olas resultaba ser una pacifica balada que la adormecía y apaciguaba en sus momentos felices, también en los tristes. Era la tristeza, eran los recuerdos, era lo que ya no era y seguía anhelando. ¿Estaba cansada al fin? Sus débiles rodillas clamaban por su retirada, como si de una guerra no ganada se tratara. Sonrió sin dientes al escuchar la puerta abrirse, su corazón le latía salvajemente sobre el pecho, pero esta vez no se encontraba sometida a sus sentimientos. Los pasos desde la entrada no sonaban tan seguros como habitualmente hacían, esta vez resultaban entorpecidos, erráticos. Inda Flores se levantó, su admirable figura caminó desde la habitación hasta el largo pasillo, de todos modos, esconderse ya no servía de nada si él siempre conseguía encontrarla al final de cuentas. — ¡Inda! —Escuchó aquella voz, estaba desesperado. — ¡Por fin! ¿en qué diablos estás pensando? —Cuestionó agitado. —Perdón por asustarlos. —Su tono era tan cordial como siempre. — ¿Qué haces tú aquí? —Cuestionó, se trataba de Aurelio Marín, el asistente personal de Aster Lennox, el acaudalado empresario cuya reputación se había convertido en una de las más influyentes a nivel nacional. Un hombre joven que apenas superaba los treinta y cinco años, su historia de vida había conseguido inspirar a muchos. —Es el señor Lennox. —Suspiró con la respiración agitada. —No te encuentra, Inda, desde dos días ya. —Lo dicho había sonado con tanta obviedad, como si ella hubiera cometido el mayor de los errores al desaparecer del radar de Aster, que provocó enseguida que las mejillas de la mujer enrojecieran por el coraje. —Supongo que le gusta tener a sus activos bien controlados. ¿No? —Cuestionó con amarga burla caminando hacia el exterior del departamento. —Me voy, Aurelio. —Se dirigió al hombre con firmeza. —Y no quiero meterte más de lo que él ya te ha metido en esto, así que hazme un favor y no se lo digas. — ¿Te vas? ¿Del hotel? ¿Estás terminando con él? —Cuestionó enrojeciendo por el nerviosismo. Aunque Aster Lennox era un hombre de buena reputación, también era conocido su mal carácter ante el menor cambio de planes. —No lo hagas, Inda, por favor, al menos escúchalo. —Aurelio había palidecido debido al miedo que sentía hacia su jefe. Aquel hombre podía ser un despiadado por completo, además, desde la llegada de Inda su fuerte carácter había mejorado, aunque fuera un poco. Tal vez sus motivos para no querer que ella se fuera eran egoístas, pero el miedo que le tenía a su jefe era superior. —Oh, ya lo escuché. —Sonrió. —Mucho. —Agregó presionando los puños. —Ahora hazte a un lado. —Inda… —Los enormes ojos marrones de la joven se fijaron con fiereza sobre los del hombre, sentía ira y ahora nadie podría contenerla. Ya no se sentía cegada por los recuerdos, o el “hubiera”, ahora sólo quería salir corriendo, todo había sido suficiente y ella merecía su vida de regreso. Estaba cansada de ser una especie de “pertenencia” de Aster. La obsesión que él había desarrollado con ella, aunado a sus cambiantes actitudes, la habían saturado al fin. No podía soportar ninguna humillación más o alguno de sus estúpidos juegos. — ¡Sé razonable, Inda! ¡Se va a volver loco! —Gritó Aurelio a la distancia “Se va a volver loco” aquella amenaza la había escuchado a lo largo de tantos años, y es que por mucho tiempo Inda había aceptado ser el talismán de Aster, aquello que lo mantenía cuerdo de algún modo, sano y feliz. Ahora a sus treinta y dos años por fin se daba cuenta de que aquella situación en la que él la había puesto jamás fue justa. En la enorme oficina de apariencia elegante y minimalista, cuya vista se encontraba dirigida al océano, tan pacífica como lucía, Aster Lennox vivía en carne propia lo que era el infierno. No había sabido nada de Inda Flores en dos días. Dos putos días. Al principio se había enfocado en su ira y la reprimenda a la que la sometería una vez la tuviera en frente, cuando pasaron cinco, diez, doce horas, la ira se convirtió en pánico puro. En primera instancia creyó que algo le había sucedido, sin embargo, tras recibir información de una de sus amigas, se dio cuenta de que ella le huía deliberadamente. ¿Huir de mí? Pensó Aster anonadado, después de todo se encontraba perfectamente habituado a la insistente mirada de Inda buscando por él, a los abrazos no solicitados y su cálida y positiva actitud hacia él y la vida. Sí, ahora era terror puro. La encarnación de su pesadilla le estaba debilitando los huesos, la carne, la piel. De pronto todo dolía. Cuando su celular comenzó a sonar su corazón se aceleró, aunque no era Inda, sabía que si su asistente Aurelio lo llamaba era porque había conseguido dar con el paradero de su Inda, después de todo le demandó no llamarlo hasta que fuera de ese modo. — ¿Dónde? —Chasqueó inmediatamente presionando el celular con dureza. Sus ojos pardos se encontraban enrojecidos y alrededor de ellos la piel era oscura por no haber dormido. —En el departamento de su amiga…mi hermana. —Sonaba avergonzado. —Veo la clase de hermana que tienes, Aurelio. —Siseó con veneno. —Voy inmediatamente. —No será posible. —La voz de Aurelio temblaba y aquello sólo era señal de que algo iba mal. ¡Maldita sea! Ahora que sabía con certeza la manera en la que anhelaba a Inda en su vida, ahora que por fin entendía que su ira hacia ella sólo era reflejo de años de dolor retenido…Ella estaba actuando tan, pero tan extraño. — ¡Habla, mierda! —Gritó al teléfono. — ¡Lo va a dejar! —Respondió apresurado. —Me lo ha dicho hace un rato, pero…No había encontrado el valor para decírselo. —Terminó por decir. Aster cerró los ojos con fuerza, tenía la quijada tan tensa que parecía como si estuviera por explotar. — ¿Qué más te dijo? —Su tono que denotaba falsa calma tan sólo era más escalofriante que sus habituales gritos. —Que ya no le impedirá irse…y estaba molesta porque usted la buscaba. —Aster sonrió sin humor sintiendo que el aire se le iba de los pulmones. —Irá por sus cosas ahora mismo al hotel y me ha pedido que no le diga nada, pues…Parece que no hay marcha atrás. —No. —Susurró. —No, no… —Agregó, su timbre de voz había comenzado a temblar. Normalmente sabía mantener su cara de póker, mostrar emociones al resto era algo que se había prohibido a sí mismo hacía mucho tiempo, sin embargo, en aquel momento finalmente había colapsado. Por ella, siempre por Inda. —Si quiere detenerla más vale que se apresure. —Demandó Aurelio al notar que, por primera vez, Aster Lennox se encontraba completamente perdido, aturdido. Condujo como un demente por la ciudad, pasar altos era algo que nunca había hecho, incluso cuando iba tarde a un lugar, sonar el claxon tampoco, sin embargo, en ese momento no le importó, hizo todo lo que juró nunca ahora desde el momento en el que decidió ir a buscarla para suplicarle ¿Suplicar él? No se reconocía a sí mismo, pero tampoco sabía como detenerse. Lo que era más, llevaba por lo menos cinco años sin conducir por sí mismo alguno de sus automóviles, siempre era un chofer. Los recuerdos comenzaban a abrumarlo... Inda y él sobre aquella oxidada motocicleta tiempo atrás, riendo, siendo felices…Eran tan inocentes. —Espera sólo un poco, mi vida. —Suplicó al aire, pisando con fuerza el acelerador. Llegar al hotel nunca fue más abrumador, ahí estaba, el mismo escenario de sus pesadillas y sueños. En ese lugar la había conocido y ahora buscaría las palabras para conseguir que se quedara, para hacerla entrar en razón. No podía ser demasiado tarde, quedaría desarmado si ella se iba. — ¡Está bajando sus cosas! —Aster dirigió sus enrojecidos ojos hacia su asistente, quien pacientemente había esperado a que llegara por si hacía falta retenerla. —Gracias, Aurelio. —Su timbre era tembloroso, aunque ya no sabía si se debía a lo acelerado que estaba o si era por el miedo, el intenso deseo de llorar. No vas a llorar, pensó, caso se pidió a sí mismo desesperadamente no hacerlo. Subió a toda prisa ignorando a todo quien intentó hablar con él. La espera en el elevador le pareció eterna, y es que tomar las escaleras no era una opción debido a que Inda se encontraba en el último piso de aquel cuantioso hotel. Cuando escuchó el “Ding”, indicando que había llegado a su destino, abrió los ojos. Sentía que perdería el aliento si no la veía, si no la alcanzaba. Se dirigió a la puerta de su habitación y con su tembloroso puño tocó incesantemente. — ¡Inda! —Gritó apoyando la frente sobre la puerta. — ¡Por favor, Inda! —Sonaba destrozado. Había retenido por tanto tiempo las lágrimas que no se atrevía a liberarlas, era, en su cabeza, el único gramo de orgullo que le quedaba para ese momento. Continuó tocando sin cesar hasta que finalmente, después de unos segundos, la puerta se abrió. —Vas a asustar al piso entero. —Ahí estaba, hecha un hermoso sueño, con sus ojos de venado dirigidos hacia él, la mirada más pura que alguna vez vio. ¿Cómo pudo aprovecharse tanto del amor que ella sentía por él? ¿Por qué no abrió los ojos antes? Aster respiró profundo sintiendo alivio, no parecía molesta con él. Estaba de hecho demasiado tranquila. — ¿A qué estás jugando? —Preguntó en voz baja, su respiración estaba acelerada. No tiene ninguna maleta, ¡Qué alivio! Pensó Aster al notar que no llevaba nada en manos. — ¿Qué tienes, Aster? —Preguntó la joven retrocediendo hacia el interior del cuarto de hotel. Él dio dos pasos entorpecidos hacia ella, ambos entraron en la habitación. La joven no podía dejar de verlo debido a la impresión, se veía desaliñado, de apariencia casi salvaje. —Mírate, estás… —Loco por ti. —Susurró temblorosamente mirándola de arriba abajo como si se tratara de un sueño, la joven suspiró y cruzó los brazos sobre su pecho. Quería ser honesto al fin, darle la seguridad que siempre quiso, hacerla sentir valiosa como debió hacerlo antes. —No…Aster, ya no. —Susurró la joven desviando la mirada. Aster miró hacia el lado de la joven, un par de maletas estaban cubiertas a medias por una manta, casi como si Inda hubiera tenido miedo a que él las viera. ¿por eso había tardado en abrir? ¿Para ocultarle su intención de abandonarlo? La idea de que ella le tuviera tal miedo sólo lo abrumaba más. —Inda, por favor, no te vayas. —Susurró. Era imposible retenerlo más. —No, tú no te vas. —Aunque las palabras eran una demanda, su voz más bien era una súplica aterrorizada. Inda lo miró de pies a cabeza, no lo reconocía más. Después de soltar un pesado suspiro la joven tomó ambas maletas en manos, ya que él se encontraba paralizada, ella tomó la oportunidad para dirigirse a la puerta, dandole la espalda al fin. Los ojos amarillos de Aster se llenaron de espesas lágrimas, verla irse era una pesadilla. —No te vayas ¡No! —Suplicó corriendo hacia ella, sus largas manos rodearon la cintura de la joven. Cuando Inda sintió la cabeza de aquel hombre destrozado reposada sobre su espalda, cayó en cuenta de que Aster Lennox, el imperturbable, flemático y duro hombre al que por mucho tiempo rogó por un poco de amor, ahora se encontraba de rodillas, impidiéndole irse, llorando como un niño pequeño haría. Se sentía ahogada. —Te recuerdo, recuerdo todo, Inda. —Susurró temblorosamente. —Por favor, perdóname, te lo daré todo, haré las cosas bien…—Sollozó. —Dame una oportunidad, te lo pido. —Suplicó. Inda cerró los ojos. ¿Lo recordaba? ¿Entonces era cierto? La maraña de recuerdos llegó a ella como un doloroso torbellino, Aster no había olvidado nada y aún así la había tratado de aquel modo ante su reencuentro. Su determinación de huir sólo seguía creciendo y a pesar de que por mucho tiempo sólo en sueños hubiera pensado que vería Aster, su amado Aster, de aquel modo por ella otra vez, ahora que era una realidad, ella sabía que era demasiado tarde. Si tan sólo pudiera volver al inicio, pensó Aster con los ojos cerrados, librarla no era una opción. No podía.
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