CAPÍTULO TRECE Genevieve estaba junto a una ventana en la habitación iluminada por una antorcha y miraba hacia el patio del castillo, ya sin tratar de detener las lágrimas que bajaban por sus mejillas. Detrás de ella escuchaba movimiento, y sintió crecer su nerviosismo al saber que se trataba de Altfor desvistiéndose lentamente, quitándose su traje de boda una pieza a la vez. Había llegado el momento de consumar el matrimonio. Genevieve había sido traída a esta habitación y, al entrar, se quedó impresionada por la enorme cama con dosel en el centro de la habitación cubierta con sedas y pieles que iban más allá de sus sueños. En las paredes colgaban lujosos tapices, alfombras de seda adornaban la piedra y en la esquina ardía una chimenea. Pero nada de eso atrajo a Genevieve. Por el contr