Samuel No podía evitar sentir una sensación de triunfo al haber capturado a Orión. Todo había sido gracias a Adriana; ella me había liberado de la mazmorra donde mi hermano me había encerrado y, durante nuestra huida, lo encontramos vulnerable y solo. Una oportunidad demasiado buena para dejarla pasar. Él había sido tan tonto, tan descuidado. Me encontraba en mi habitación, sumergido en el placer que proporcionaban dos lobas que compartían mi cama, cuando Adriana irrumpió en la habitación. Su expresión estaba cargada de furia, sus ojos brillaban con una intensidad fría y peligrosa. —¿Qué sucede? —pregunté con calma, tratando de mantener la compostura a pesar de su entrada abrupta. Las lobas a mi lado se tensaron, claramente intimidadas por la presencia de la vampira. —¡Los Alfas están