La noche se empezó a colocar más fría de lo que tenía previsto, entonces subimos a la moto y tomamos rumbo nuevamente a la carretera, a pocos kilómetros se encontraba el lugar con las pequeñas cabañas donde yo solía hospedarme cada vez que necesitaba alejarme de la ciudad. Un conglomerado de pequeñas cabañas con una sola habitación, un pequeño baño, una pequeña cocineta, pero lo verdaderamente importante del lugar era que cada cabaña tiene un balcón que te permite mirar la naturaleza en su plenitud. Cuando llegamos la Señora Marianita me saluda con un abrazo y me recuerda lo abandonada que la tenía. Cosa muy cierta, pues solía pasar una o dos noches en este lugar, una vez al mes. Me entrega las llaves de una cabaña que es mi preferida, pues tiene vista directa a unas montañas que en la ma