Al llegar a casa, Seda lo recibe con una agradable sonrisa, se traga el orgullo y no le reclama. —Bienvenido Mustafá—lo recibe Seda. —Gracias cariño—la besa en los labios—¿Qué te parece si vamos algún sitio nocturno? —Me encantaría, hasta ahora no he ido a ninguno. —Deja que vayamos a Norteamérica, en las vegas hay lugares maravillosos. Es la ciudad del pecado—le musita al oído con picardía. —No allí no quiero ir—indica Seda y Mustafá la mira con extrañeza. —¿Y eso por qué? —Tu padre dice, que en ese país la gente es muy liberal. —No le hagas caso a mi padre. Y tú para ser musulmana, no te comportas como una blanca paloma—la rodea por la cintura. —Soy tu esposa, debo de ser atrevida contigo. —Vaya que lo eres. Esta vez Mustafá toma la iniciativa y Seda se asombra, acaricia su vi