Cama para uno

1797 Words
Narra Cristian Me desperté en el sofá, sintiéndome casi tan mal como cuando volví en sí la noche anterior. Joder, ¿cuánto tiempo había pasado desde que dormí en cualquier lugar que no fuera una cama? Mientras me levantaba, me frotaba los ojos y estiraba mis músculos contraídos, recordé por qué. Porque los sofás no estaban hechos para dormir, y yo era demasiado mayor para fingir que aún podía lograrlo. Cuando llegamos a mi casa la noche anterior, era tan tarde que los dos no queríamos nada más que dormir un poco. —Deberíamos irnos a la cama— bostecé tan pronto como sacamos sus cosas del auto y las tiramos en la sala de estar. Se tambaleaba ligeramente sobre sus pies, claramente tan exhausta que apenas podía pensar. —¿Te importa…— ella se quedó en silencio por un momento, claramente tratando de pensar en la mejor manera de expresar lo que fuera que estaba a punto de salir de su boca? —¿Importar qué? — la impulsé. Estaba demasiado cansado para jugar juegos, perder el tiempo y bromear con ella. —¿Podría dormir sola en la cama? — soltó ella al fin—.Simplemente no me siento lista para que durmamos juntos todavía. —Bien—suspiré, mirando hacia la jaula en la que su pequeño hurón estaba hurgando diligentemente. Sabía que esa cosa me mantendría despierta toda la noche de todos modos, y no quería particularmente compartir una habitación con un roedor, sin importar lo enamorada que estaba claramente de él. —Vamos, es por aquí— la había llevado al dormitorio principal. Podría haberla puesto en la habitación de invitados, pero hacía tanto tiempo que no la usaba, la cama estaba cubierta con cosas que había comprado con toda la intención de ponerlas en el apartamento y nunca había tenido tiempo de hacerlo, y no pude No te molestes en aclararlo todo para ella. Tal vez lo haría ahora que tenía a alguien más viviendo aquí conmigo. —Gracias—se sentó en el borde de la cama y se quitó los zapatos, suspirando tan pronto como los hubo pateado—¿Supongo que te veré mañana? —Supongo— respondí, y me quedé en la puerta por un momento. Estuve tentado de hacer un movimiento, de tratar de convencerla de que no habría nada malo en que los dos compartiéramos una cama y tal vez más esa noche. Joder, saber que me había mudado con un hurón en contra de mi voluntad fue suficiente para que lo hiciera por despecho, pero ya habría mucho tiempo para eso más tarde. Por ahora, ambos necesitábamos dormir un poco, así que salí de la habitación, cerré la puerta detrás de mí y me acomodé en el sofá. Me levanté a la mañana siguiente y miré a mi alrededor. Todavía no se había levantado, o si lo estaba, no había salido del dormitorio, la puerta seguía cerrada donde la había dejado la noche anterior. Me dirigí a la cocina para prepararme un café. Todavía estaba cansado después de una mala noche de sueño, pero había algo en mi estómago, emoción, tal vez. Había pasado mucho tiempo desde que realmente tuve que buscar algo con alguien, la mayoría de las mujeres que quería prácticamente cayeron a mis pies tan pronto como mostré interés. Sería divertido tener que refinar un poco mis habilidades para convencerla de volver a la cama conmigo, pero estaba más que seguro de poder hacerlo. Caminé por la cocina, contento de estar en casa, y me pregunté qué aspecto tendría este lugar para ella. Su condominio había sido pequeño, tan pequeño que no sabía cómo una persona podía vivir allí y no volverse loca en media hora. Pero bueno, mi casa apenas estaba habitada. Siempre estaba de viaje o en la oficina, y eso significaba que nunca me había molestado mucho en convertir este lugar en un verdadero hogar. Todo ese arte y esa basura apilados en mi cama de invitados, pero las paredes aún estaban desnudas. A veces, este lugar se parecía más a un hotel que a una casa. Tal vez tener una mujer cerca cambiaría eso. Era domingo, y toda la ciudad probablemente sufría de resaca esa mañana, pero mi cerebro bullía de energía mientras preparaba el briki para hacerme algo fuerte, caliente y n***o para beber. Mi abuela me estaría esperando para visitarla más tarde ese día, y ella estaba bastante lejos, así que al menos eso me daría tiempo para preparar a Monserrat sobre qué decir y hacer en su presencia. Se quedó cerca después de la boda de papá después de ayudar a preparar todo para que fuera lo suficientemente tradicional para ella y lo suficientemente moderno para su nueva novia. Me había obligado a venir todos los domingos a cenar, y no tuve el corazón para rechazarla. Esta vez, ella no iba a poder arrinconarme sobre el matrimonio porque yo vendría con una esposa del brazo. Claro, iba a enloquecer porque me había casado sin decírselo a ella ni a nadie más en la familia, pero yo podía alegar romance y todos lo aceptarían. Ojalá. Luego, podría volver a casa y redactar los contratos y hacer esto oficial, bueno, más oficial de lo que ya era, dado que estábamos casados. Mientras preparaba el café, escuché un movimiento en el dormitorio. Podría haber sido su hurón, pero sonaba demasiado grande para eso. Unos momentos después, salió del dormitorio y prácticamente se tambaleó hasta la cocina para unirse a mí. Su cabello era un desastre y vestía una camiseta grande y holgada y un par de bragas. Era lo máximo que había visto de ella desde la mañana anterior, y dejé que mis ojos se detuvieran en sus piernas por un momento, preguntándome cómo se habrían sentido envueltas a mi alrededor otra vez. —Café— graznó, apoyándose contra la isla en el medio de la cocina—.Necesito café. —Preparándolo— respondí, estirando una torcedura en mi cuello que me había dado el sofá. Agregué un poco de azúcar para endulzarla, revolviendo rápidamente. Tomé el mío n***o, pero lo había estado bebiendo durante años y ahora lo prefería así. Tomé el mango largo del briki y con cuidado le serví una pequeña taza y se la entregué—. Cuidado —le advertí—. Probablemente sea diferente a lo que estás acostumbrada. Más amargo. —Cuanto más fuerte, mejor— dijo, y tomó un sorbo. Ella suspiró con placer cuando el sabor golpeó su lengua. —Mmm, eso es bueno. Hizo un gesto hacia el briki mientras me servía una taza y tomaba un sorbo. —¿Qué es esa cosa? Nunca he visto uno antes. —Es un briki— respondí—. Me acostumbré a hacer café con ellos cuando visitaba a mi familia en Grecia, así que traje uno aquí para usarlo. —¿Eres griego? —ella ladeó la cabeza hacia mí. Asentí—. Supongo que ayer hubo tanta prisa que no lo pensé—ella negó con la cabeza y levantó las cejas, tomando otro sorbo de café—. ¿Vas mucho allí? —Sí, probablemente tendré que llevarte allí conmigo en algún momento—comenté casualmente. Todavía no había hablado con ella acerca de sacarla del país, pero sabía que tan pronto como mi abuela supiera que estaba casado, el resto de la familia estaría en alerta roja esperando una visita mía lo antes posible. —Nunca he estado fuera del país antes— suspiró, recostándose en el mostrador mientras sorbía su café y se pasaba los dedos por el cabello—¿Crees que me gustará estar en Grecia? —Mientras estés preparada para que cada persona de mi familia esté un poco obsesionada contigo, estarás bien— respondí, sonriendo. Me gustaba tenerla cerca. Fue agradable despertar y tener a alguien más en el apartamento a quien no quería echar a la calle de inmediato. —¿Qué pasa ahora? —preguntó tímidamente—. Siento que he estado preguntando eso mucho las últimas veinticuatro horas. —Bueno, primero, tienes que venir a cenar conmigo y mi abuela— le respondí—. Ella está cocinando para mí esta noche, y me imagino que es la mejor marca de marea de si vas a encajar o no. —¿Y si no lo hago? — ella ladeó la cabeza hacia mí, una pequeña ráfaga de preocupación pasó por su rostro. —Si no lo hace, entonces tendrán que acostumbrarse— me encogí de hombros, terminando mi café con un último sorbo—. Ahora estamos casados. Vendrán. Pero haría la vida más fácil si les gustaras. —Bueno, no parecía tener problemas para gustarte— señaló en broma—. Te casaste conmigo un par de horas después de conocerme. —No puedes casarte con todo el mundo para ponerlos de tu lado bueno, ¿sabes? — bromeé, poniendo la taza en el fregadero y mirando por la ventana. Tenía todo el día para prepararla para esta reunión, pero todavía no sentía que eso fuera suficiente. Podría haber pasado diez años tratando de cubrir todo lo que pensé que alguien necesitaba saber antes de conocer a mi familia por primera vez, y probablemente no me hubiera acercado a contarles todo. La observé mientras terminaba su café. Tomé la taza de ella, la llené de nuevo y se la devolví. Cuando se despertó, sus ojos brillaban y pude ver algo en ella que tenía la primera noche. A la luz tenue y acuosa del sol de la mañana que entraba por la ventana, había algo casi angelical en ella. Bueno, en lo que a mí respecta, ella fue un regalo de Dios, salvándome de las docenas de discusiones que había tenido con mi familia acerca de sentar cabeza. —Entonces, ¿qué necesito saber sobre tu abuela? — ella ladeó la cabeza hacia mí—¿Hay tiempo antes de la cena? —Te daré la edición abreviada— respondí, bostezando mientras me dirigía al baño—. Pero primero necesito una ducha. Saldré en un minuto. —Claro— respondió, y volvió a centrar su atención en su café mientras salía de la habitación, no sin antes mirar alrededor y echar un último vistazo a sus largas piernas, a la forma de ella a través de su camisa. No podía esperar para convencerla de que compartir esa cama conmigo sería muchísimo menos solitario para los dos. Pero tenía mucho tiempo para eso en el futuro, un año entero juntos si las cosas salían según lo planeado. Por ahora, tenía que concentrarme en la tarea que tenía entre manos, y era conseguir que mi abuela aprobara a la mujer con la que me había casado.
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