Mia despierta en una limpia y blanca habitación de hospital, por primera vez en mucho tiempo se siente descansada, no tuvo sueños románticos y tampoco pesadillas, durmió como un tronco.
Mueve la vista por la habitación, la luz del sol algo apagada entra por una ventana; al fondo de la habitación, en un pequeño sofá, ve a Daniele sentada hablando por teléfono.
Mia trata de moverse, pero siente los músculos algo adoloridos, nada grave, solo un poco agarrotados, cómo si fuera pasado por una intensa rutina de ejercicios. Siente un ligero pinchazo en su mano, recuerda que le pusieron una intravenosa, le pasan una especie de suero. Suspira.
— Hola. – Daniele se percata de que Mia ha despertado, cuelga el teléfono y se acerca a la camilla. Sonríe como de costumbre, pero en sus ojos se denota l
