Miranda espera con toda la paciencia que puede, simula leer un libro que jamás hubiera estado en sus manos de no ser por lo nerviosa que esta (Lo tomo tan rápido de una repisa que no se fijó que se trataba de un libro de contabilidad). Está entada en una salita por la que casi nunca pasa aunque está ubicada justo frente a la oficina de su padre. Lleva ya más de media hora esperando, trata de imaginar lo que dirá, en su mente, crea una estrategia, diferentes diálogos y escenas, ya ha imaginado todos los escenarios posibles y no encuentra en qué más ocupar sus pensamientos. La demora empieza a hacerse desesperante. Para su suerte, había bajado a la cocina por algún dulce y escucho a las chicas de servicio que hablaban en voz baja sobre una visita a esa alta hora de la noche, chismorreaban