En medio de la noche, Mia duerme, cuando la sensación de ser observada, la despierta. Medio somnolienta trata de incorporarse, levantándose un poco sobre los codos. Se esfuerza por adaptar la vista a la oscuridad de la habitación, parece tener un velo de bruma en sus ojos, se restriega el rostro y levanta la mirada. Pronto se da cuenta de que no está en su cuarto, está en un lugar completamente desconocido, “¿Dónde diablos estoy?”, pensó aturdida.
Ella se sienta sobre la cama, se nota vestida con una especie de bata blanca o por lo menos de un color claro, no lo podía distinguir debido a la oscuridad, era un camisón largo, con largas mangas y cuello alto con pliegues, la cubre por completo, aunque la tela parece ser ligera, la prenda le resulta incómoda a Mia, que está acostumbrada a dormir con diminutas pijamas.
Mia desliza su mirada por el paraje, alcanza ver solo las siluetas de los muebles que parecen antiguos, no encuentra nada remotamente conocido para ella. Inspecciona la cama, limpia, grande y cómoda, con sábanas claras, unicolor y de telas finas, por lo menos eso es lo que puede percibir; además, al igual que los otros muebles, por el diseño de esa cama, parece de otra época.
“¿Pero qué…? No recuerdo haber bebido tanto anoche… Recuerdo llegar a casa… Debe tratarse de un sueño” Mia intenta restarle importancia, no obstante, en realidad, está algo sobresaltada, porque en el fondo ella sabe de qué se trata. Desde que era una niña había pasado por algo parecido muchas veces, sin embargo, no podía acostumbrarse o resignarse, porque aunque cada experiencia era algo diferente, el fin era el mismo «atemorizar».
En ese momento, ella se empieza a inquietar, percibe algo allí, sabe, tiene la absoluta certeza de que no está sola en el cuarto, aún sin ver nada amenazante, ni un movimiento, ni un ruido, ni un soplo, nada. Revisa una vez más la habitación con la mirada y en un rincón del techo lo ve, una especie de mancha o sombra flotando. Se acurruca en la cama tapada casi por completo, dejando nada más parte de su rostro al descubierto, lo suficiente para poder ver alrededor.
Mia está sobresaltada, ha pasado por esto tantas veces y el temor ha sido siempre el mismo, si no es que más grande que la vez anterior. Su pulso empieza a acelerarse, su respiración se agita, comienza a temblar, el pánico empieza a dominarla. Ella es la clase de mujer que enfrenta todo lo que le asusta, así fue criada, así la enseño su padre “Si no te enfrentas a lo que te causa miedo, el miedo será el que se apodere de ti, para todo” solía decirle su padre; aunque ella lo viera así en la vida diaria, en este aspecto no, esto no, aun cuando muchas veces lo intentó, esto estaba más allá de sus límites, no podía controlarse, no podía enfrentarlo, era tan frustrante.
Desde muy niña Mia podía sentir una presencia a su alrededor, podía ver sombras, y en ocasiones estás sombras la paralizaban; esto era lo peor, lo que más temía, sentirse ahogada, asfixiada, sin poder moverse o hablar, pidiendo y rogando en su mente a Dios para que la ayude, hasta que por fin, en algún momento de su desesperación, todo pasaba.
Mia fija atentamente su mirada a aquel rincón, acurrucándose cada vez más en la cama, entre las sábanas, cómo si estás, fueran un escudo que alejaría cualquier peligro, “que estupidez” pensó. Luego de unos minutos, que le parecieron horas, noto que aquella sombra comenzaba a moverse, se deslizaba muy lentamente, como si lo hiciera con la clara intención de torturarla con la espera. Aquella presencia se acerca y Mia siente que el corazón se le sale de su pecho, junto con un nudo en la garganta y un cosquilleo en el estómago, todo su cuerpo tiembla “Que horrible, horrible sensación” no para de decirse “¿Por qué? ¿Por qué no puedo despertar?”.
Completamente estupefacta, Mia ve como aquella cosa se acerca hasta la cama, ya está tan cerca de ella que, puede decirse, le acaricia los pies. Presa del temor, casi sin poder moverse, ella solo se arrastra en la cama, quedando arrinconada cada vez más contra el copete. Aturdida por el miedo, Mia no ha notado cuanto se ha acercado la sombra, cuando, ya casi estaba sobre ella. No puede permitirlo, si se posa sobre ella, si eso ocurre, con completo terror, sentiría una vez más como era tomada por aquello para ser paralizada y asfixiada; en el instante en qué aquella imagen llegó a su mente, por un momento, reaccionó. Cómo si de pronto fuera despertado, como si tuviera un resorte en el cuerpo, Mia tiro la sábana con la que se cubría a un lado y de un salto, sin que ella misma se fijara de cómo, ya está de pie en un rincón de la habitación pensando “Tengo que salir de aquí”.
Entre ruegos mentales, reflexiona en crear un plan, luego le pasan por la mente más ruegos y súplicas, alguien tiene que ayudarla, alguien tiene que aparecer en algún momento. Mia no deja de mirar en la dirección en donde se encuentra aquel espectro, que aparentemente ya ha notado el cambio de posición de ella.
Mientras ella siente como le empiezan a desmayar las piernas, cuando estuvo a punto de caer, una pequeña luz se abrió paso en la oscuridad. Una puerta apenas se abrió, dejando una hendidura de iluminación suficiente para que Mia creyera en su salvación.
Parece que alguien si la escucha, que por fin su subconsciente está de su parte, después de todo, para ella, solo se trata de una pesadilla más, ¡Y de la nada encontró una salida!. Suelta un suspiro, “Gracias a Dios”, aunque tuvo dudas por un segundo sobre lo que podría encontrar al otro lado, quizás algo peor, nunca se sabe; pero al ver como aquella sombra que ya había cambiado de dirección se acerca nuevamente a ella, no lo pensó más, porque quizás, había una oportunidad, quizás podría encontrarlo a él, quizás él estaba allí y la esperaba. Finalmente, corrió con todas sus fuerzas, observando solamente un lugar, la luz, hasta que atravesó la puerta.