Peleas y fetiches
Janet siguió obedientemente a su guardaespaldas mientras la llevaba al comedor, que consistía en una gran mesa lo suficientemente grande como para albergar a 20 personas. De reojo, Janet vio la puerta abrirse hacia un pasillo contiguo que parecía ser el doble de grande que el que estaba ahora.
— ¿En el nombre de las diosas, qué estás usando? —gritó Una, derramando un vaso de agua con gas sobre su vestido rojo brillante.
El ojo izquierdo de Una se contrajo mientras miraba a Janet incrédula. Janet pensó que podría tener un ataque apopléjico por algo tan trivial como la ropa.
—Tienes la ropa rasgada —susurró la princesa Hana, recatadamente, con las manos dobladas sobre su regazo y una sonrisa divertida al mirar a Janet.
No estaba intentando ser vengativa, se dio cuenta
