Víctor estaba buscando la manera en que podría ayudar a Anna, pensaba que, si pudiera encontrar a alguien cercano a ella que, al igual como él, quisiera ayudarla a cambiar. La primera persona que se le vino a la mente fue Ower, así que decidió llamarlo y citarse en la cafetería que quedaba en el parque cerca de su casa, allí siempre se reunían para hablar un rato y salir de la rutina.
Vio a Ower entrar en la cafetería con un rostro cansado, el pobre debía estar pasando noches en vela estudiando para los parciales en la universidad.
Ower lo encontró con la mirada y se acercó a él. Víctor ya había pedido dos limonadas que reposaban en la mesa. Ower se sentó frente a Víctor y lo observó con detención.
—Es raro que el señor falta de tiempo me haya llamado —chistó Ower a modo de saludo.
—Por favor, Ower —Víctor sonrió algo apenado—, yo me acuerdo siempre de mis amigos.
—Claro, claro —soltó Ower sin poder creerlo—. Más bien, dime para qué me llamaste.
—Bueno, te quería hablar de Anna —contó Víctor mientras bajaba la mirada a su vaso de limonada.
Ower sintió un mal presentimiento con respecto a lo que se avecinaba, no deseaba saber que sus pensamientos ya se estaban haciendo realidad. Vio el vaso de limonada y las gotas de agua en el vidrio convertirse en lentas líneas que se deslizaban hasta llegar a la madera de la mesa.
—Ya he hablado con ella sobre la universidad —explicó Víctor—, dice que sí quiere ingresar.
—Vaya, esa es una buena noticia —soltó Ower sin ánimo.
—Pero ella tiene muchos problemas, Ower —siguió Víctor, alzó la mirada a su amigo—. Ella quiere salir adelante, pero para eso necesita personas que la ayuden. Sería bueno que alguien de su familia hable con ella.
—¿Hablar de qué?
—¿Cómo que de qué? —inquirió Víctor algo indignado por la falta de interés de su amigo— De sus problemas. Anna tiene muchísimos problemas…
Ower ya lo sospechaba, unos días atrás había pasado por el cuarto de su hermana y escuchó sollozos, al menos, eso le pareció. Anna tenía la costumbre de dejar la puerta sin seguro y él tenía la manía de entrar sin avisar al cuarto de esta, por ese motivo abrió repentinamente y pudo ver que en verdad lloraba. La encontró en un rinconcito de su cama y ella al verlo allí le lanzó un almohadazo. Era por esta razón que se le hacía difícil poder hablarle como hermano mayor, porque ella no lo veía como aquello que era.
—Oye, no es como que ella me vea como lo que soy, no… tenemos esa hermandad que otros tienen —trató de explicar Ower mientras se pasaba una mano por su cabello.
—Explícate mejor.
—Nuestra forma de hablar es más o menos… como a gritos, terminamos discutiendo y peleando. Entre nosotros no hay comunicación y… no sé… es muy incómodo para mí el sólo hecho de llegar y preguntarle sobre sus problemas y que yo la consuele con masajitos en la espalda —la piel de Ower se erizó con el sólo dibujar ese momento en su cabeza. Hubo un momento de silencio— pero háblale tú, por lo que me das a entender estás al pendiente de su vida.
—Soy el presidente de la clase, sólo es eso —respondió rápidamente, en verdad, habló sin pensar; solamente le quería aclarar que no era lo que él pensaba.
—Bueno, como presidente, puedes aconsejarle que se ajuicie y ya.
—No es así de fácil.
—Ella siempre ha sido floja, eso es lo que pasa, Víctor.
—Pero esto es diferente, tiene problemas —insistió Víctor—. Ella quiere graduarse y por eso la estoy ayudando, pero siento que hay más cosas en su vida que la atormenta.
—Toda su vida los ha tenido, ¿es que acaso no sabes la fama que tiene?
—Losé, la tratan de ser…
—Loca y fácil, y para serte sincero, lo es.
Víctor sintió en ese momento un golpe en su pecho, no podía creer que el propio hermano de Anna la tratara de esa manera.
—Te estoy hablando de esto porque hace días me llamaste y me dijiste que estabas preocupado —alegó Víctor con tono serio—. ¿Dónde quedó esa preocupación? ¿Acaso no te interesa lo que suceda con tu hermana?
—Claro que me interesa y mira que intenté que no saliera —insistió Ower—, pero lo que trato de decirte es que ella no me escucha, por esa misma razón salió de la casa para ir a la casa de ese tipo y revolcarse con él. Anna tiene esa pésima relación porque ella misma se lo ha buscado y yo, al igual como mi mamá, por más que intentamos ayudarla, no podemos. ¿Realmente crees que no he intentado hacerlo? Víctor, he hecho todo lo que estaba en mis manos, pero no puedo hacer nada si Anna no pone de su parte.
—Anna esta vez está poniendo de su parte —dijo Víctor con seguridad—, habla con ella, sé que esta vez será diferente.
Ower dejó salir un suspiro mientras se recostaba al espaldar de su silla. Estaba dudoso, ¿qué había pasado entre Víctor y Anna para que él estuviera tan empecinado en ayudarla?
Al llegar a casa, por el gran desorden que había en la sala dedujo que Anna estaba en casa, además, al fondo se escuchaba música, esa misma que siempre ella ponía a gran volumen. Se acercó hasta la habitación de la chica y, como la puerta estaba abierta, pudo verla haciendo abdominales tirada en el piso.
—¿Qué rayos estás haciendo? —preguntó su hermano frente a ella.
—Estoy… haciendo… ejercicio… —jadeó la joven.
—¿Y calentaste? —inquirió mientras se recostaba al marco de la puerta.
—¿Ah? —ella se detuvo de tope y miró a Ower.
—Pobre de ti…
—Nah… —soltó ella mientras volvía a retomar su ejercicio— ya… lo… he hecho antes…
—Anna, ¿estás estudiando con Víctor? —inquirió el joven mientras pasaba la mirada por el cuarto desorganizado.
—Sí, ¿por qué?
—Nada —soltó Ower viendo que era mejor no hablar enseguida con ella—, sólo que me contó que ustedes estaban estudiando, nada más.
Al día siguiente:
—Qué…. Dolor… —decía para sí misma Anna mientras se vestía.
Sus piernas temblaban y el dolor en su abdomen era insoportable.
Llegó al colegio y las dos primeras horas tenía educación física.
— No… profesora, tengo mucho dolor, me duele todo el cuerpo… —replicó cuando la maestra ordenó que dieran varias vueltas a la cancha de fútbol.
—Por eso, niña, tienes que volver a ejercitarte hoy para que se te quite el dolor en el cuerpo. Ve, corre cinco vuelvas a la cancha.
Anna decidió hacerlo, el dolor en su cuerpo a medida que corría se le iba quitando. Estaba muy concentrada en sus vueltas, cuando vio a Víctor conversando con una joven morena y alta. Anna sabía que ella se llamaba Eva, a principios del año escolar llegaron a ser amigas, pero después Anna se separó de ella; la razón: Anna no sabía por qué. Pero ahora había vuelto a poner sus ojos en Eva, se hablaba bastante cariñosa con Víctor y eso le estaba produciendo celos.
En todas las dos horas Víctor y Eva reían y conversaban alegremente y eso hacía que la sangre de Anna hirviera del coraje.
Al terminarse la clase, se dirigió a los baños, al igual como lo hicieron todas sus compañeras. Al terminar de bañarse, vio a Eva observarse en el gran espejo del baño, se acercó a ella y se observó en el espejo mientras secaba con una toalla su cabello.
Eva volteó a verla por un momento, pero como solía ser una chica algo tímida, no le dirigió la palabra.
Anna observó que el mesón de los lavábamos Eva había puesto un cepillo de cabello.
—¿Me lo prestas? —inquirió.
Necesitaba una excusa para hablar con ella y Anna era alguien que agarraba cualquier conversación tonta para hacerla llegar hasta el punto que deseaba tocar.
—Claro —respondió Eva.
—Gracias —Anna tomó el cepillo y comenzó a peinar su largo cabello.
—Has estado llegando mucho a clases —dijo Eva con una ligera sonrisa en su rostro.
—Ah… sí, —Anna también sonrió— como todos, quiero graduarme.
—¿Y ya compraste tu vestido para la noche blanca? —inquirió Eva con tono animado.
—Primero quiero concentrarme en pasar el año —respondió Anna mientras peinaba las puntas de su cabello.
—Pero ahora estás llegando todos los días a clases y Víctor explica muy bien, es totalmente seguro que te vas a graduar —Eva recogió algunos maquillajes del tocador y los guardó en su estuche rosado—. Debo aceptar que me sorprendió ver que eres amiga de él.
—Bueno… —Anna sintió que había llegado al punto que deseaba tocar— no somos solo amigos.
—¿Qué? —Eva no pudo ocultar su impresión—, ¿son novios?
—Se podría decir que sí.
—Vaya… —Eva soltó una sonrisa un tanto consternada— qué buena noticia, felicidades. Víctor es un gran hombre, espero que su relación dure mucho.
—Muchas gracias —Anna le pasó el cepillo.
—Pero… cuéntame, ¿cómo pasó? —soltó Eva emocionada— Ese tontarrón no me ha contado nada, qué cruel.
—¿Son muy amigos?
—¡Claro que sí! —exclamó Eva emocionada— Desde niños, vamos a la misma iglesia y hemos estudiado juntos desde jardín. Pero mira que consigue novia y no me cuenta, qué cruel es… Yo sí corrí a contarle cuando tuve novio.
—¿Tienes novio?
—Ah… no, —Eva aleteó una mano a modo de negación mientras hacía un puchero— terminamos a los dos meses. Parece que ese no es el hombre que Dios me tiene guardado.
—Ay, nena… Qué mal… —Anna sentía un gran alivio invadir su pecho.
—Nope —soltó Eva con desdén—, eso fue hace mucho y ya lo superé. Gracias a Dios me di cuenta a tiempo, porque él era un hombre que no me haría bien.
Anna sonrió, pero esta vez con bastante sinceridad. Los ojos de Eva brillaron mientras observaba a Anna fijamente.
—¡Pero cuéntame! —insistió la chica—, ¡¿cómo pasó?!, ¡¿cuánto tiempo llevan?! —soltó un pequeño grito de emoción— Nunca imaginé que alguien podría conquistar al señorito “No tengo tiempo”.
Anna soltó una pequeña risita y mientras recogía sus cosas y salía junto con Eva, explicaba (de manera bastante resumida) cómo terminó siendo novia de Víctor.
Entraron al salón de clases y se sentaron juntas para poder seguir conversando.
—Ay, a mí también me va bastante mal con castellano —confesó Eva con algo de desgana—, cada vez que ella me pregunta algo, quedo totalmente muda.
—Es que esa vieja… —Anna arrugó el rostro— con su rostro amargado… no es fácil.
Eva acentuó con la cabeza al sentir que Anna estaba en todo lo cierto. Dejó salir un suspiro con bastante desgana.
—Me gustaría tener la inteligencia de Víctor —soltó Eva—. Él con todas sus notas perfectas…
—Total… —soltó Anna.
En aquel momento llegó Víctor hasta ellas y se sentó en una esquina de la mesa frente a Anna y besó su frente. Eva los observó bastante perpleja y sus mejillas se ruborizaron.
—Te lo tenías bien guardado —dijo Eva a Víctor.
El joven soltó una pequeña risita y abrazó a Anna.
—Mi princesa —susurró al oído de la joven.
Anna amaba el modo de ser de Víctor, era tan dulce y tan… “Creo que me estoy enamorando de él” pensó.
Eva no lo podía creer, ¡de verdad eran novios! O sea, le creyó todo a Anna, pero el verlo… ¡eso era totalmente diferente! ¡Qué envidia! Anna había ganado el premio gordo teniendo de novio a Víctor. La joven lentamente volteó a ver a la entrada del salón y observó a un grupo de estudiantes que los estaban observando y murmuraban entre ellos.
Pobre Anna, debía pasar por muchas cosas para poder sostener aquella relación, había muchas personas envidiosas que harían todo lo posible por separarlos. Simplemente, una relación como aquella no era bien vista ante la sociedad. De hecho, la propia Eva debía aceptar que no le convencía mucho que fuera a funcionar, sin embargo, era la felicidad de su mejor amigo y de Anna, a quien, aunque no hablaban casi nada, sabía que era una buena persona y eso era lo importante, lo que se debía ver.
En el descanso, como Anna y Eva habían vuelto a hablar y tenían muchas cosas que contarse, decidieron merendar juntas, claro, siendo también acompañadas por Víctor.
A Anna le sorprendió ver que aquellos jóvenes eran bastante amigos, también que hasta el momento (ya siendo casi finales de año escolar) se dio cuenta que aquellos dos eran inseparables.
Eva quería estudiar con ellos al finalizarse las clases, pero entre miradas cruzadas entre Víctor y Anna, se dieron cuenta que ninguno de ellos dos quería un tercero. Ese era su momento de pareja, alguien de más, dañaría todos sus planes. Pero como solía ser característico de Víctor, no pudo negarse.
—Es que necesito ganar castellano —dijo Eva con rostro preocupado.
—Ya somos dos, amiga —soltó Anna.
—Tranquilas, yo les voy a ayudar —consoló Víctor.
Al finalizarse el descanso, los jóvenes volvieron al salón de clases. Debían dar filosofía y aquel profesor solía ser algo irreverente, al igual como no le agradaba ni un poquito Anna.
—¡Anna, vaya, que sorpresa el verte aquí! —dijo el profesor de filosofía que acababa de entrar al salón—, ya que estás aquí y me imagino que habrás hecho tu trabajo, como faltas tanto y todas tus notas que tienes conmigo son malas, y me supongo que, por esa misma razón, repasaste, contéstame esta pregunta muy fácil, ¿qué es la antropología filosófica?
Todos en el salón de clases empezaron a botar pequeñas risitas y se escuchaban murmullos, el profesor esperaba que ella saliera con una barbaridad o que respondiera lo de siempre: “no sé”; todos esperaban lo mismo. Víctor llevó su mirada hasta los ojos de Anna, ella estaba nerviosa, se sentía en un momento frío, rodó su mirada hasta Víctor y este le mostró una sonrisa muy tierna. La joven sintió que el tiempo se detuvo en el momento en que él sonreía, sintió un bajón y un pequeño “clic” en su pecho. Para espantarse de todos los pensamientos de “¡qué hermoso es!” Y los “¡me gustaría besarlo en este instante!” Decidió levantarse de su puesto y responder la pregunta del profesor para callarle la boca a más de uno allí presente.
—Bueno profesor, la respuesta que yo le puedo dar es que la antropología es una rama de la filosofía que estudia al hombre y trata de poder encontrar la respuesta a su origen.
En el momento en el que Anna terminó todos hicieron silencio, al parecer, más de uno se sorprendió.
—Muy bien, puedes sentarte —dijo el profesor mientras hacía pequeños sí con su cabeza.
Pasaron dos semanas donde Anna estuvo bastante concentrada en las clases, por las tardes repasaba con Víctor y los lunes y miércoles Eva los acompañaba. Ella intentaba ignorar en lo más posible a Leo, ya que prefería la rutina que estaba teniendo.
Por veces, cuando Víctor y Anna podían estar solos en la casa de la chica, ella se recostaba en las piernas del joven y él le acariciaba el cabello mientras, en repetidas ocasiones, él le daba besos en todo su rostro. ¿Cómo no podría Anna amar el estar con él?
Pero no todo es para siempre y la felicidad de Anna en poco tiempo acabó.
Una noche, después que Víctor se marchó de su casa, Anna escuchó la puerta ser tocada.
—¿Se le habrá olvidado algo? —se preguntó Anna mientras volvía a abrir la puerta.
Sus ojos se abrieron en gran manera al ver a Leo observarla fijamente.
—Así que era por ese imbécil que me has estado ignorando —gruñó Leo.
De un empujón, apartó a Anna y entró a la sala.
—¡Te he llamado veinte veces! —gritó Leo—, ¡veinte veces, maldita sea!
Anna se asustó y cerró los ojos al ver que Leo alzó una mano.
—¡¿Qué mierda te pasa, Anna?! —la estremeció desde los hombros—, ¡¿en serio estás pensando en quedarte con ese gay?!
La joven abrió los ojos y lo observó fijamente.
—So-solo…
—So… So… ¡habla bien! —gritó Leo.
—Sólo hacemos trabajos del colegio —respondió ella en un hilo de voz.
Leo sonrió de manera retorcida mientras examinaba sus ojos.
—No… tú nunca te has concentrado tanto en alguien —replicó el joven—. Te gusta, acéptalo.
—Claro que no —respondió Anna con voz temblorosa—. Tú me dijiste que yo no era capaz de seducirlo y eso hice, ahora él hace los trabajos por mí, simplemente es eso.
—¿Tan bruta eres? —Leo la soltó—, ¡¿realmente creíste que yo hablaba en serio?! —volvió a alzarle la mano—, ¿cómo se te ocurre que yo quiero que te acuestes con él?, dime, ¿ya lo hicieron?
—Claro que no…
—¡Maldita sea, Anna! —gritó con más fuerza Leo—, ¡¿qué te pasa?!, ¡¿me estás viendo la cara de imbécil o qué?!
—Claro que no, Leo, por favor, baja la voz que los vecinos te pueden oír.
—¡Que escuchen para que se enteren lo zorra que eres!
Las lágrimas de Anna corrieron por sus mejillas mientras cerraba los ojos e intentaba calmarse, pero era imposible si Leo la trataba de aquella forma.
—¡Mírame!
Anna abrió los ojos con mucho miedo.
—Ni se te ocurra volver a hablar con el tipejo ese —la tomó del cuello—. Tú eres mía, ¡¿entendido?!
Esa noche Anna no pudo dormir: daba vueltas en su cama y su llanto no se podía calmar. Al día siguiente sus ojos amanecieron hinchados y por más maquillaje que se aplicó, no pudo ocultar sus ojos maltratados, al igual como el moretón en el lado derecho de su cuello. Acomodó su cabello a los lados de su cuello y se observó en el espejo de su habitación.
—Bien, —se dijo— todo estará bien.
En el desayuno, estuvo con la mirada perdida mientras pensaba en cómo sería capaz de ver a Víctor si en cualquier momento Leo la podría ver y formar un gran problema. Lo más seguro es que ahora iba a ir todos los días a clase para poder tenerla vigilada.
—Anna, Anna —llamaba su madre.
La joven alzó la mirada de su plato de cereales y observó a la mujer frente a ella.
—¿Cómo te está yendo con las clases que te da ese chicho? —preguntó la señora.
—¿Quién?, ¿Víctor? —preguntó Ower.
—¿Así se llama? —inquirió la señora mientras rodaba la mirada a su hijo.
—Sí, es amigo mío —respondió Ower.
—¿Y qué tal es? —indagó la mujer.
Como siempre, la madre de Anna desviaba su interés a otros temas. Anna volvió a bajar la mirada a su taza de cereales que estaban a medio tomar.
—Es un buen chico —respondió Ower—. Imagínate que se ganó una beca para estudiar medicina en la universidad que él elija.
—Me imagino que escogerá una bastante prestigiosa —soltó la mujer.
—Claro, —aceptó Ower— y eso no es nada, Víctor es un chico inteligentísimo y muy buena persona. Es el presidente del consejo estudiantil y el vocero de su salón, aparte que también da clases particulares como lo hace con Anna y va a la iglesia.
—Ay, mijo, ¿y por qué no has traído a ese muchacho para conocerlo? —preguntó la señora emocionada.
—Mamá, él fue con el que hablaste la vez pasada que llegaron mis amigos a la casa —contestó el joven.
—¿En serio? —soltó dudosa—, ¿cuál de todos?
—El amigo de Anna, mamá.
—No me acuerdo —la mujer quedó pensativa—. ¿Y tiene novia?
—Yo creo que ya será novio de Eva. Es una chica con la que siempre está, él gusta de ella de años. Le he dicho muchas veces que oficialicen lo suyo, debo preguntarle si ya lo hizo. Con eso de que es reservadísimo en sus asuntos personales…
Anna volteó a mirar a su hermano con rostro aburrido.
—¿Cómo que Eva y él son novios? —preguntó.
—¿Conoces a Eva? —indagó Ower.
—Claro, estudiamos juntas.
—Bueno, él y Eva se gustan de años y siempre están juntos —explicó Ower.
—Por lo que yo sé —dijo Anna algo seria—, ellos son mejores amigos de la infancia, pero no son nada, tampoco se gustan.
—Bueno, pero los padres de ellos dos quieren que sean novios y lo más seguro es que suceda, porque se gustan —aclaró Ower—. Si te lo digo es por algo. Esos traen su enredo desde hace rato, además, hacen linda pareja —volteó a ver a su madre—. Eva también va a la iglesia y es buena estudiante, ¡es un amor de persona!
Anna se levantó de su puesto y tomó la taza de cereales para después dirigirse a la cocina.
—¿Ya te vas? —preguntó su madre.
—Sí —respondió Anna desde la cocina.
—Ower, llévala en el carro al colegio antes que te vayas a la universidad —pidió la señora—, no quiero que se vaya a ir para otro lado, sabes cómo es ella.
—Bueno —aceptó Ower.
Esa vez Anna llegó bastante temprano al colegio gracias a su hermano y lo rápido que conducía.
—Oye —dijo Ower cuando se estacionó frente al colegio.
Anna lo volteó a ver antes de bajarse.
—Lo estás haciendo muy bien —Ower sonrió—, sigue así, vas a poder graduarte.
—Gracias —soltó Anna antes de bajarse.
La joven entró al instituto y vio a unos cuantos estudiantes que llegaban temprano al igual que ella. Entró al salón de clases y encontró a Víctor escribiendo algo en el tablero con un marcador n***o.
—Buenos días —saludó Víctor bastante sonriente.
—Buenos días —respondió Anna mientras echaba un poco de cabello detrás de una oreja con una mano—. ¿Por qué llegas tan temprano?
—Siempre llego temprano —respondió Víctor—. Debo preparar algunas cosas…
Anna se dirigió hasta su puesto y dejó su bolso allí.
—En cambio, es raro que llegues tan temprano —comentó Víctor—. ¿Es acaso algún milagro?
—Ower me trajo —respondió la chica mientras se acercaba a él—. Parece que mi familia comienza a sobreprotegerme.
Anna se recostó al escritorio del profesor y observó fijamente a Víctor escribir en el tablero. Se dio cuenta que él tenía buen perfil y un porte bastante imponente, era un chico bastante guapo.
Víctor se dio cuenta que Anna lo estaba mirando y se acercó a ella al terminar de escribir.
—¿Te sucede algo? —preguntó.
—Nada —respondió Anna con una sonrisa—, solamente… Me gustas mucho.
Víctor miró la puerta del salón, únicamente estaban ellos allí. Volvió a mirar a Anna y la besó con mucha pasión, rodeó su cintura y lo atrajo más a él.
Al terminarse el beso, Anna lo observó con mucha impresión. Debía aceptar que Víctor besaba muy… bien y a veces la dejaba sin aliento.
—Tú no me gustas, me encantas —susurró Víctor—. Mi princesa, mi primavera, mi ternura y mi amor por vez primera…
Los ojos de Anna se inundaron de lágrimas al darse cuenta el por qué Víctor siempre la llamaba “princesa”, ¡era por aquella canción! Lo observó fijamente a los ojos con mucha intensidad.
—Soy un niño enamorado, el diseño de tus sueños en mi plantado, consentida mariposita, prisionera de este amor que no se rinde… Que no se rinde… —con una de sus manos acarició el rostro de Anna— Estoy enamorado de ti, amor —besó su frente.
Víctor volvió a mirar a Anna y notó que estaba a punto de llorar.
—¿Sucede algo? —preguntó Víctor al ver el repentino cambio de Anna.
—No… Nada —respondió en un hilo de voz. Su corazón empezó a latir con fuerza y una gota de sudor frío recorrió su frente.
Anna lo abrazó con fuerza y escondió su rostro en el pecho de Víctor. Jamás en la corta vida de Anna un hombre la había tratado tan bien como lo hacía él. Tenía miedo, muchísimo miedo de perderlo. ¿Qué iba a hacer si toda la verdad salía a la luz y él la abandonaba? O peor, que Leo intentara hacerle daño a Víctor. Ella se moriría si alguien intentaba hacerle daño a Víctor…
En el descanso Anna quiso estar sola, y se dirigió a un bloque que en las mañanas estaba desolado, era el bloque de las Bellas Artes, los estudiantes lo llenaban en las tardes al terminar las clases, pero en las mañanas, parecía un lugar desértico de almas. Anna se encontraba en el último piso que era el cuarto, allí había un largo pasillo que en el fondo sólo tenía la única puerta, estaba hecha en madera oscura. A ella nunca se le pudo olvidar ese día, lo recordaba bien, el frío piso debajo de sus piernas y el aire que entraba por la única ventana del pasillo, era una de vidrio y desde allí se podía ver las bancas de un parque del colegio y más atrás las canchas de fútbol donde ella solía sentarse con Víctor.
Sus lágrimas rodaron por sus mejillas, de su pecho salían pequeños hipos y sus manos trataban de limpiar las innumerables gotas que caían por sus mejillas. No quería estar allí, no en ese pequeño escondite. Sentía que con los problemas de sus terribles notas y lo mala persona que era, ella no debía estar allí, no lo merecía; tampoco merecía el buen trato que le daba aquel chico el cuál había tratado muy mal en el pasado y lo seguía haciendo. Anna pensaba que siempre destruía lo que tenía a su alrededor.
El silencio hacía que se colaran pensamientos absurdos de cómo resolver aquellos problemas, aunque, para ella todas estas soluciones eran imposibles. Así pasó todo ese día, ella no volvió a entrar a clases, estuvo todo ese día allí.
Al terminarse las clases, Víctor fue a buscar algunas cosas a la sala de profesores, allí recibió una planilla donde estaban las notas de todos los estudiantes; esto era con el fin de mantener informados a los estudiantes de cómo iban, por algo de curiosidad buscó las notas de Anna y se sorprendió al ver que eran bastante buenas, algo totalmente diferente a las del anterior periodo, si seguía a ese ritmo, podría graduarse.
—¡Tengo que decirle! —soltó emocionado.