—Te llamaré apenas pueda —adujo Eiron asiendose con fuerza evidente del volante, mientras miraba a Altair.
Se notaba el cambio que se produjo en él con la llamada que recibió. Ella lo notó. Eiron dejó de ser el mismo, el Eiron juguetón y curioso insistente en tocarla. Su mirada se notaba totalmente distraída. Ella ya no era el centro de su atención.
—Está bien —le dijo ella y se giró para abrir la puerta de su automóvil.
Ya había oscurecido, y aun así era temprano para ella.
—Hey —él llamó su atención al tiempo que la tomó por el brazo para detenerla—. Ven aquí —le dijo él casi en una orden aunque el tono de su voz carecía de la demanda que suele imprimirle a sus peticiones, que por lo general no son nada sutiles, tienden a caer mal, sobre todo a ella que es de carácter tan rebelde.
