Apenas colgó la llamada, la puerta de su habitación se abrió. No tuvo tiempo de recostarse a pensar y analizar la noticia que Lorena le acababa de dar. Un remolino de emociones iba a comenzar a desplegarse en su interior y se vieron suspendidas por la entrada de su padre. Aleskey fue el que nada más y nada menos abrió la puerta sin anunciarse. —Amor, levantate —dijo Aleskey caminando hacia su cama. Con suerte ella ya había dejado a un lado el móvil, y se encontraba semi sentada, con la espalda reposando sobre el grupo de almohadas que la decoraban y solo había echo a un lado antes de acostarse la noche anterior. —Papi, buenos días —lo saludó con una sonrisa abriendo los brazos para recibirlo. —Buenos días, mi amor —le dijo él abrazándola—. Organizamos una barbacoa para celebrar. Salimo