—Calmate Analía, no es para tanto —le dijo mi madre. —¿Que me calme? ¡Pero si el degenerado me la metió sin que yo le diera permiso! El que se tendría que calmar es él. —Nuevamente la intensa sensación de odio hacia esa mujer se encendió en mí. La muy desgraciada jugaba con fuego pero no hacía otra cosa que llorar cuando se quemaba… sabiendo muy bien que se iba a quemar. —Era parte del juego… —dijo mi hermano y esto fue para peor. —¡No! Eso no era parte de ningún juego. Me cogiste sin mi autorización, pendejo —ella estaba hecha una furia. —Analía, bajá un poco los decibeles, vos sabías que eso iba a pasar —le dijo mi padre. —¡Yo le dije que no lo hiciera! —¿Y de verdad pensaste que él te iba a hacer caso? Vamos hermana, es un pendejo de veinte años con la v***a parada… y vos te le p