Convencido de que me iba a gustar el país y de que, seguramente, lo pasaría muy bien en la boda llamé por teléfono a mis tíos una semana antes del enlace matrimonial para comunicarles que había decidido asistir lo que les llenó de alegría puesto que, entendían, era la ocasión más idónea para volver a vernos. Pero las premuras de tiempo hicieron que para el viaje de ida no encontrara plaza en ningún vuelo directo y lo único que pude lograr fue un asiento el jueves por la tarde en un vuelo con escala en la que tenía que cambiar de compañía aérea. Llegado el día tomé el avión que me iba a llevar a mi destino pero durante la escala se produjo una demora importante con mi enlace y llegué de madrugada, a una hora bastante intempestiva. A pesar de ello, Martín Alonso, mi primo mayor, me estaba es