Aunque la orgía siguió en la discoteca puesto que había varias parejas de jóvenes y una lesbiana que parecían no tener límite, pude permanecer sólo y tranquilo durante algo más de tres cuartos de hora lo que me permitió recuperarme y poder saborear un par de copas de un delicioso combinado, especialidad del hotel, hasta el momento en que Martina, vestida con una bata muy corta y fina con la que me pareció una autentica “calientapollas”, entró por la puerta y después de buscarme con la mirada, se dirigió hasta el lugar en el que me encontraba para, abriéndose de piernas, recordarme nuestra cita nocturna y casi imponerme la obligación de guardar parte de mis fuerzas para entonces con lo que pareció quedarse conforme y abandonó el lugar. Hasta aquel momento me había sentido complacido y relaj