—¿Qué te importa? A vos solo te interesa que yo siga siendo la niña perfecta que podés manejar a tu gusto. Ni siquiera me preguntás si la pasé bien o no. Lo que en verdad te jode es que yo haya hecho algo sin consultarte. Sos una controladora. —¡No me hables así! Gonzalo… —el tipo se quedó pálido—. ¿No vas a decir nada? —¿Y qué querés que le diga? —Tragó saliva—. Ella ya es grande. No podemos andar controlando cada cosa que hace… y con quién. —Pero, pero… —Mamá, calmate por favor —intervino Camila—. Cuando yo perdí la virginidad también hizo un escándalo. Y Brisa tiene razón: lo que a ella le molesta es que hagamos cosas “sin su autorización” —remarcó las comillas con los dedos—. Tenemos que pedir permiso para todo. Incluso para manejar nuestras propias vidas. —Bueno, bueno… ¿vamos a