Fuimos hasta la cocina comedor, que estaba ubicada en la parte posterior de la casa, luego de pasar por todos los dormitorios. Abrí la heladera y me encontré con una reluciente botella de vino tinto aguardando pacientemente por mí. La saqué y se la cedí a mi hijo, él se encargó de quitarle el corcho mientras a mí la cabeza me daba vueltas. Pensaba en todo lo que había ocurrido, había sido una situación sumamente excitante, pero sabía que nunca tendríamos que haber llegado tan lejos; sin embargo una parte en el fondo de mi ser agradecía el momento erótico y morboso. Esa parte de mí lo necesitaba, aunque me costara mucho admitirlo. —¿Te sirvo un vaso? —Me preguntó Magnus. Me di cuenta de que le estaba mirando fijamente la v***a. —Sí, por favor, uno bastante cargado. Bebí de un sorbo la mi