La gran cabeza de su pene se posó entre mis labios vaginales. Él comenzó a mover su m*****o como si me estuviera acariciando con él. Lo hacía muy bien, justo como yo se lo había pedido, con mucha cautela y sin apuntar hacia adentro. Al principio estuve un poco tensa, pero luego de unos segundos supe que podía confiar en él y me relajé, apoyando la cara contra el colchón. Me dio suaves golpecitos con la v***a, lo cual me excitó mucho y me permitió volver a juntar coraje para seguir con mis comentarios cachondos. ―Mmm, eso me va abrir la concha, más de lo que está ―él aceleró los golpecitos―. Qué rico, Magnus, me gusta ―él comenzó a moverla de forma circular, la punta de su v***a dilataba mi agujerito, pero no entraba nada―. ¿Por qué no me metés los dedos en el culo, mientras tanto? Abrí m