Y así lo hizo, con la cara roja y resoplando por la nariz como una yegua, por la tremenda cogida que le estaba dando Magnus, Lourdes se las ingenió para meter dos dedos en mi culo y moverlos allí dentro con total libertad. Por suerte no se olvidó de mi concha, la cual siguió lamiendo. El culo también se llevó unos cuantos lengüetazos. —Lo estás haciendo genial, Lourdes. Ya estoy re caliente —aseguré—. Pero si voy a acabar, necesito un estímulo aún más fuerte. Necesito una v***a de verdad. Que alguien me de duro por el orto. Magnus podría hacerlo, sé que es capaz… aunque va a depender totalmente de vos. Quizás no te guste ver cómo mi hermano me da por el culo. —Em… este… me parece una barbaridad hacer eso —dijo mi vecina—, ¿pero… si él lo hace es seguro que vayas a acabar de esa manera?