Nos apresuramos a abrirle la puerta, Lourdes y sus hijos se deslizaron dentro de la casa a una velocidad impresionante. Se nota que esta mujer no quiere que los demás vecinos la vean juntarse con nosotros. Tanto ella como sus hijos estaban cubiertos con largos sobretodos, parecían salidos de alguna película de Mátrix. El de Lourdes era de un color vinotinto que me encantó. ¿Me lo prestará alguna noche de frío, cuando quiera salir a cenar con mi novio? Me imagino que no. Los recién llegados nos saludaron cordialmente, Barbarita tenía una sonrisa de oreja a oreja, Javi estaba tranquilo y parecía algo confundido, y Lourdes estaba seria, como si hubiera llegado a un velorio. —Todavía no entiendo cómo acepté a formar parte de esto —dijo nuestra vecina. —Yo sí lo entiendo —le respondí, remem