—Sí, partime —le supliqué. Se levantó lo justo y necesario para que yo pudiera ponerme boca abajo, con mi cuerpo estirado bajo el suyo levanté la colita, él volvió a clavarla en mi concha. —No, por ahí no… —¿No? ¿Querés que te rompan el culo, eh? —Sí… —jadeé y abracé una almohada— que me lo rompan. Dame por el orto, que me encanta. Luego del tratamiento anal intensivo al que me sometió mi hermano pocas horas atrás no costó mucho trabajo meter la v***a de mi tío adentro, se sintió de maravilla, comencé a gemir con la boca pegada a la almohada mientras mi tío trabajaba como un taladro neumático en mi cuevita trasera. Podía sentirla dilatarse más y más y casi ni me dolía, era puro placer y roces internos, el aro con el cual iniciaba mi ano se sentía tenso y estirado y era donde mejor se