—Uy, ya era hora de que volvieran —dijo Barbarita, en el patio. El primero en llegar fue Gonzalo, lo siguió Valeria y las tres madres aparecieron justo detrás de ella. —¿Dónde estaban? —Preguntó Camila—. Ya son las doce y cuarto. Nos perdimos el brindis. —Estaba en el baño, hija —se apresuró a responder Gonzalo. —Yo fui a acostarme un rato a mi cama —se disculpó Valeria—. Tomar tanto me afectó un poquito. —¿Y ustedes? —Camila abrió grandes los ojos—. Mamá ¿Qué hacés vestida así? Pamela tenía puesto un vestido n***o muy corto y ajustado. Hasta tenía zapatos con tacos. Parecía una prostituta fina. —Le presté uno de mis vestidos —dijo Magda—. Se estaba muriendo de calor con el otro. —Ay, no es justo. Ustedes se cambiaron y yo soy la única boluda vestida como si esto fuera la iglesia.